(O “DE CÓMO TRANSFORMARSE EN PÁJARO”).
Muere el siglo, el milenio, el hombre. Sensaciones recurrentes: desazón y angustia. De personas libres a individuos compilados, codificados, machucados, asalariados. De pueblos a gente, de gente a números: votos o desocupados o víctimas o enemigos o muertos. Sólo unidades de un número más grande, en medio de una estadística dentro de porcentajes de otras estadísticas que explican por qué estamos mal.
No se salva nadie: nenes y nenas pierden la inocencia muy temprano. Crecen educados, desnaturalizados, cosificados, globalizados. Así, hombres y mujeres pierden la sorpresa. Compra – venta: todo tiene precio. Trabajan, estudian, viajan, proyectan, sueñan. Plata, dinero, rentabilidad, beneficios, ganancias. Marketing. Objetivos materiales, tareas lucrativas. Corren, sudan, se estresan, se angustian, se deprimen, se mueren. Manotazos en el remolino. El remolino que todo lo chupa. El remolino que expulsa del orden global. El orden que chupa y expulsa.
Aire. Hace falta aire. Caminos alternativos. Buscar la salida de la autopista consumista con muchos carriles que siempre llevan unívocamente al mismo lugar: un shopping. Muchos miran desde afuera, miran vidrieras, miran, miran.
Hay que bajarse y andar a pata. Sentir las piedras del camino y distraído pisar el barro, entonces putear un poco mientras el viento nos despeina y sonreir mirando un charco y recordar el olor de una lluvia vieja, fría como la que se viene y correr sin paraguas con el alma mojada de emociones simples... Relájate y goza. El futuro te pertenece. Sentí la alegría, el sabor del encuentro. Si no te quemaron la cabeza sos Gardel. Sos rico: Felicidad, bienestar, solidaridad, compañerismo. Viejos valores devaluados.
Entonces te decidís y volvés a jugar: te tirás al piso y te sentís un bicho y te gusta y te cagás de risa. imaginás boludeces y te divertís. Compartís tu tiempo, tu historia y construís una nueva, colectiva. Aprendés de los errores y aciertos, propios y ajenos. Te emocionás, buceando adentro tuyo y te encontrás con un tipo que no conocés, te sorprendés un poco pero te gusta. Libertad. Aparece todo lo guardado, fantaseado, deseado, reprimido, olvidado... Tal vez no sea tan difícil dejar el auto, apagar el celular, tirar la televisión, desconectar la compu, quemar los diarios, romper el despertador, la billetera y la tarjeta de crédito... y correr por una pradera dorada o verde o tirarnos en una playa soleada o gris o perdernos en un bosque encantador o tétrico. Sin reloj.
El teatro quizá, nos convierta en aves migratorias hacia lugares insospechados y nos sorprenda en medio del corazón. Acaso nos cuente historias y nos detenga el tiempo y nos metamos en ellas. Nos haga inmortales (aunque sea por un rato, claro).
daniel mancuso
2000
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