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domingo, 12 de noviembre de 2017

¿QUIÉN SE ACUERDA DE LUCAS CABELLO?










Lucas Nahuel Cabello nació en el barrio de La Boca. Tenía 20 años cuando, en noviembre de 2015, un agente de la Policía Metropolitana efectuó 3 disparos que lo dejaron sin caminar de por vida. El caso tomó inmediato conocimiento público. Desde la policía hablaron de “legítima defensa”, los medios repitieron despectivamente que era un “trapito”, y María Eugenia Vidal justificó el accionar policial, tergiversando los hechos. Ahora, en los medios de confusión, nadie recuerda a Lucas y su tragedia.

Ricardo Ayala, el POLICIA agresor, disparó tres veces sin emitir palabra e inmediatamente volvió a su lugar de patrulla. Fue gracias a un vecino, quien lo subió a su auto, que Lucas pudo llegar al Hospital Argerich, donde fue atendido de urgencia. Actualmente tiene una de las balas alojada en la médula y continúa el proceso de rehabilitación...



Carta de Lucas:

Durante mis primeros 6 años, me tocó vivir en el “Barrio Chino” de La Boca y después nos mudamos junto a toda mi familia a la calle Martín Rodríguez, donde no me tocó morir de casualidad, el día que me fusilaron, el día que tres balazos me dejaron acá, sentado en esta silla, escupiendo estas líneas.

Como mi mamá tenía un buen trabajo, decidió mandarme hasta segundo grado en la escuela privada William Morris, pero finalmente terminé la primaria en la escuela pública Nº 1. ¡Y cómo olvidarme! Horas y horas jugando a la pelota con mis amigos. Jugando. A la pelota. Con mis amigos.

Cumplidos los 10, empecé a cuidar coches con un vecino, porque nos pareció una buena idea, mientras jugábamos a las cartas y a las bolitas en la esquina de mi casa, donde había un restaurante que siempre me llamaba la atención: no podía creer cuánta gente de traje iba a comer ahí. ¡Y qué coches! Siempre fui fanático de los autos. Por eso, a los 14, entré a trabajar en un taller mecánico durante la secundaria, pero el 29 de mayo de 2013, cuando nació mi hija, decidí dedicarme de lleno al laburo. Desde entonces, tuve muchos empleos: albañil, paseador de perros, ayudante de cocina, repartidor, kiosquero... Aprendí a darme maña, para todo.

Y sí, antes de recibir estos disparos, había empezado a trabajar de trapito.

Hice un arreglo de palabra con el dueño del restaurant Il Matterello, en la esquina de mi casa, donde alguna vez le cuidé el auto a Tinelli, Palermo, Arruabarrena… Todas las noches, laburaba de 19 a 2 de la madrugada y, aunque a veces la gente se iba rápido, otras se quedaba tomando vino y charlando, así que yo me quedaba cerquita de la ventana, suplicando: “Dale, salgan, que me estoy cagando de frío”.

Con el paso del tiempo, la Policía empezó a hostigarme o directamente echarme, aduciendo que no podía cuidar autos en la vía pública. Sin embargo, el dueño del restaurante me dijo: “Cuando te paren, vos avisame a mí, que yo les explico”. Y así sucedía. Mi vida no era simplemente estupenda y, si bien por momentos la pasamos muy mal, porque no teníamos nada, nunca jamás se me pasó por la cabeza salir a robar, ni para darle de comer a mi familia. Hice las cosas bien. Pero me pegaron tres tiros.

No me olvidaré más. No puedo. Fue la tarde del 9 de noviembre de 2015, a las 2 de la tarde, cuando estaba con mi hija y su mamá, Camila. Aquella vez, como otra, no teníamos comida. Y entonces fui a la panadería de la esquina, porque tengo la mejor onda con la panadera, pero al salir, el oficial Ayala estaba parado en la puerta de una casa vecina, donde había una consigna familiar por un conflicto entre dos personas. No era siempre un mismo policía. Me miró de arriba abajo. Le pregunté “¿Qué pasaba?”. Me respondió: “Nada, andá”. Crucé la calle y entré a la panadería. Saludé a la mujer. Charlamos un rato y antes de irme me regaló una bolsita con pan para mi hija, además de dos sanguches fiados. Cuando salí, lo volví a ver y cruzamos miradas, pero no nos dijimos nada.

Seguía parado en el mismo lugar. Y cuando estaba por entrar a mi casa, me advirtió: “Cuidado, ojo con lo que vas a hacer”. No me quedé callado: “¿Vos estás loco?”, le respondí. Y empezamos a discutir, subiendo el tono, porque yo no estaba dispuesto a dejarme humillar así. “Yo puedo hacer lo que quiera, porque soy policía”, me dijo. Y yo le contesté otra vez: “Si vos fueras policía, estarías en la calle corriendo a los chorros, no metido en una casa, jugando a la play”. Yo lo sabía porque solía visitar a mi vecino, para comer unas pizzas o tomar un Gancia.

“Callate, callate y metete adentro”.

Para mí, la discusión terminó ahí.

Para él, no.

Entré al pasillo de mi casa y, al llegar al hall, escuché un paso fuerte en el escalón de la puerta. Di media vuelta y Ayala me estaba apuntando en la cara. No me dijo ni una palabra. Tiró.

Sentí el tiro penetrándome la pera. Y los oídos me empezaron a zumbar. Fuerte, muy fuerte. Cada vez más fuerte, como si mi cabeza estuviera a punto de estallar. Caí y me golpeé el cráneo contra el piso. Por unos segundos, sólo escuché un “i” continuo en mis oídos. Y después no sentí nada más.

No puedo sacarme de la mente el recuerdo del arma cuando martilla, en ese movimiento que hace para adelante y para atrás, como se ve en las películas. Ya estaba en el piso, cuando el policía se me acercó y me efectuó otros dos disparos. Camila salió del departamento y me levantó. Mi hermana le pidió ayuda al mismo tipo que me había disparado. ¿Qué se iba a imaginar cómo me acababa de fusilar?

Nunca voy a comprenderlo, no me entra en la cabeza. Yo jamás le tiraría a una persona, y menos estando en el piso. Si hubiera querido llevarme en cana, me hubiese pegado un tiro en la pierna. Pero no, quería matarme. Walter, mi vecino de enfrente, me subió a su coche y me llevó al hospital Argerich. Recuerdo el viento dándome en la cara. Escuché bocinazos, gritos y después más voces. “Apurate, apurate”, decía uno. “Un médico, un médico”, decía otro, más allá. No sé cuántos días estuve hasta que volví a despertar, pero ahí estaba mi papá. Le dijeron que podía quedar “sordo, ciego y mudo”. Me durmieron y me llevaron a traqueotomía. De mi estancia en el Argerich, no me acuerdo nada más.

Todavía tengo esa bala acá, alojada en la médula. Hay riesgo si se opera y, así, la bala está encapsulada. Tal vez, una vez que me saquen la traqueotomía, me coloquen una plaquetita para fijar dos vértebras fracturadas, pero eso llevará tiempo, porque no tengo fuerza ni para toser…

Y a veces, me falta el aire.

Pasan los días, pero no entiendo, no entenderé jamás. Me resulta increíble cómo un hecho provocado por un agente de la Metropolitana puede ser peritado por la misma Policía Metropolitana que lo cobija y no por una fuerza que pueda, al menos en teoría, obrar con mayor objetividad. ¡Fue esa Policía la que montó un cerco humano alrededor de mi casa, para sacarlo a Ayala! No lo taparon, para detenerlo. Lo taparon, para llevárselo.

Para colmo, buscando al supuesto “policía herido”, reventaron la puerta de mi casa, donde se quedaron durante 3 días, sin dejar entrar ni a nuestra propia familia, mientras María Eugenia Vidal informaba por televisión que yo había llegado al hospital caminando por mis propios medios...

Hasta el día de hoy no puedo caminar.

Ahora me espera una vida muy diferente. Desde el 1 de diciembre estoy en la clínica de rehabilitación Ciarec, ganando un poco más de independencia, a fuerza de ejercicios y terapia ocupacional. Pude volver a escribir y dibujé para mi hija con la mano derecha, a pesar de ser zurdo. Quiero recuperarme tanto como se pueda y por eso trabajo día a día para mantener el torso, mover las manos y fortalecer mis brazos. Quiero hacerle upa, otra vez.

Voy asumiendo, poco a poco, que no volveré a caminar.

Y algunos días sí, digo: “La concha de la lora, no puedo seguir así”, porque extraño mi vida anterior. Pero hay otros días donde pienso: “Ahora, viejo, ¡a recuperarte al gimnasio!”. Mi familia me levanta cuando estoy muy bajoneado, aunque debe ser mucho más duro para ellos, que para mí.

Y por ellos, por ustedes, por todas las personas que todavía me esperan, voy a volver.

No sé cómo, ni cuándo, pero voy a volver.

A mi barrio.






"Lucas Cabello agoniza, María Eugenia Vidal miente"

nota realizada el 12 /11/2015, en el programa A pesar de todo, por RLV Radio La Voz  (www.rlvradio.com.ar)




Carolina, la madre de Lucas Cabello, el joven de 20 años baleado por un efectivo de la Policía Metropolitana, difundió una conmovedora carta, donde pide “un milagro” para su hijo, quien permanece internado en grave estado de salud.

La mujer, a través de una misiva publicada por La Garganta Poderosa, exigió además a la gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, que “se rectifique” de sus dichos acerca de que “se trató de un caso de violencia de género”...





Daniel
Mancuso
 


sábado, 14 de mayo de 2011

LA NUEVA VICE DE MACRI : A COMPRAR... A COMPRAR...






Los productos publicitarios que irrumpen en el Mercado para reemplazar a otros ya gastados e ineficaces, deben seducir a los clientes y consumidores, tienen que ser vistosos, sugerentes, poco conocidos, sorpresivos, inducir a la compra compulsiva...

No importa que sea un detergente, un microondas o una candidata a vicejefa de una ciudad con 3 millones de habitantes. El cliente vecino, en este caso, debe sentirse hipnotizado por el nuevo producto y tratar de conseguirlo: "Vidal" (como Macri te va a cagar igual).

Siguiendo los consejos de su asesor de imagen y marketing político, Jaime Durán Barba, el devaluado Jefe de Gobierno porteño eligió a su compañera para la difícil tarea de convencer al electorado que lo reelija como intendente.

Ella no usa sillas de ruedas, ni habla con una papa en la boca. Es cheta pero no se nota tanto. Tiene menos de 40 años, estudió Ciencias Políticas en la Universidad Católica de Buenos Aires y estuvo en cargos públicos y privados. Pasó por la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el PAMI.

Fue directora del área de Desarrollo Social de una fundación privada llamada Grupo Sophia, comandada por Horacio Rodríguez Larreta, y financiada por: Aeropuertos Argentina 2000, Nobleza Piccardo, Gráfica Tilcara, BM, Banco Hipotecario, Caritas Argentina, Adecco, Arcor, McDonald's, AEA, Quilmes, Citibank, Deutsche Bank, Dow, Roemmers, Ledesma, Loma Negra, Medicus, Metrogas, Metrovías, Repsol YPF, Techint, Telecom, Telefónica...

Arrancó en la política de la mano de Mauricio Macri en el PRO. Fue tercera en la lista de legisladores porteños en las elecciones generales de la Ciudad realizadas en junio de 2007, que llevaron al hijo del poderoso empresario Franco Macri y ex presidente de Boca a ser jefe de Gobierno de la ciudad más importante de la Argentina.

María Eugenia Vidal asumió como Ministra de Desarrollo Social de la CABA, en mayo de 2008.

Una de sus apariciones públicas más fuertes se dio durante la ocupación y posterior desalojo del Parque Indoamericano de Villa Soldati, donde murieron 3 personas y varias resultaron heridas.

También apareció haciendo declaraciones ante la toma del Club Albariño y en la ocupación de un predio en Parque Avellaneda.

Pero los medios hegemónicos la protegieron (como lo hacen a diario con su jefe) y ella no está quemada ante el gran público, a pesar de su deplorable gestión al frente del ministerio más infructuoso de la ciudad.

Ahora, la joven ministra de Desarrollo Social del PRO, María Eugenia Vidal, será la compañera de fórmula de Mauricio. Él la presenta en YouTube pero ella ni siquiera aparece en el video... no importa, es igual , si total la gestión sería ineficiente lo mismo con ella o sin ella...







Daniel Mancuso

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