miércoles, 14 de noviembre de 2007

ESA MAÑANA



Esa mañana, se despertó sonriendo. Cuando sonó el despertador, estaba soñando... una compañera de trabajo, una vecina, no importaba. Se tapó para que la mañana se fuera. Sólo quería volver al sueño, dormir, volver, la mujer... pi pi pi pi pi pi... Sacó la mano tímidamente afuera de la colcha que lo tapaba hasta la cabeza y apagó la puta alarma. Estaba acostado boca abajo, sin almohada y con una gran erección. El sol entraba por la ventana a su izquierda calentando engañosamente la habitación, parecía un día de primavera pero afuera hacía cinco grados. Se metió en el baño y se sentó en el inodoro con la puerta abierta. Estaba descalzo y sintió frío. Se levanto y volvió a la pieza a buscar unas pantuflas viejas y encendió la radio. El noticiero de las seis contaba la misma historia: huelgas y piquetes crecientes por la falta de trabajo, despidos aquí y allá, corruptos poderosos que nunca quedan presos, los mercados jugando a los dados con la esperanza de casi todos. Volvió al inodoro, pensó en la mujer del sueño, no pudo recordar su rostro, no sabía como era, ¿la habría visto o fue sólo la sensación de haber estado en una nube, en un sueño evaporado? dudó, mientras el dia se le metía en la cabeza se le borraba la imagen.

Volvio a la cama, cerró los ojos, pensó en ella... pensó pensó, aparecieron otras caras, otras mujeres, pasadas y presentes, pero no la que buscaba. Se durmió. Luces de colores en zigzag atravezando la calle empedrada, guirnaldas, música, gente, carnaval. Un cornetazo de plástico lo dejó sordo del lado izquierdo, la nena que soplaba se reía, la mamá también. Un aerosol furioso lo atacó de atrás. la espuma traicionera lo dejó a oscuras. Se defendió a ciegas, las manos inermes tratando de parar al ejército de chiquilinas que se arremolinó a su alrededor. Corrió unos pasos para escapar al asedió juvenil...

Cuando pudo abrir los ojos la vio. Estaba bailando en la murga que pasaba en ese momento. Permiso, permiso... se coló entre una vieja y un tipo grandote que fumaba negros. Le gritaron, se agachó para no tapar a los que estaban de antes. De pronto, encontró su mirada después de un salto impresionante en la matanza, con las piernas en el aire y el ritmo en todas partes, las piernas, las caderas, las tetas, la cabeza, las manos. Toda fuera de foco. Torbellino sensual, ella le sonrió y le tiró un besito imperceptible, sólo para él. La murga pasó y se fue... él suspiró.


DANIEL MANCUSO
MAYO 2001

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