Hoy leo en La Nación que cada vez somos más «los argentinos de mediana edad que, sin estar "salvados" económicamente, soñamos con retirarnos antes, mucho antes de la edad jubilatoria, o por lo menos cambiar por una actividad que nos demande menos estrés y en la que ganemos en un aspecto que, tal vez, sea el valor más preciado de este siglo: la calidad de vida».
Eso es la felicidad. Qué lindo es saber que puedo decidir sobre mi trabajo, sobre mi tiempo, el tesoro más grande que tengo, y hacer lo que me venga en gana, a una edad temprana para disfrutar la vida. Me di cuenta de que quería ser gerente de mi propia vida y no de una empresa. «¿Y el dinero? El dinero es importante. Pero si con ese dinero no tengo tiempo para hacer el deporte que quiero, estar con mis amigos, viajar o estar con mi familia, no lo quiero». Si para conseguir ese dinero tengo que soportar un ambiente de trabajo incómodo o una tarea que no me desafía, buscaré otro sin dudarlo.
Yo era un niño rico que tenía tristeza. Pero me salvé. Soy un autoconvocado que ha caceroleado en su interior y logré que las restricciones me dejaran en paz: no más horarios, ni jefes, ni AFIP. Soy una isla flotante en el universo existencial. No me importa nada más. Es mi decisión: retomar proyectos postergados. Estoy en situación de obtener una jubilación privada, y he generado un patrimonio que me permite liberarme de condicionamientos. Todo se debe a mi esfuerzo, nadie me regaló nada, nunca. Ahora, el Estado se lo pasó quitándome plata y plata con impuestos, para regalarlos en “los planes descansar” (la Asignación Universal por Hijo), y no me deja hacer lo que quiero con mi dinero, ni atesorar dólares siquiera. Se que el tiempo de nuestra existencia es escaso y único, y las personas debieran intentar realizar las acciones u obras que le den sentido a su vida.
Hoy lo hago acá porque el viento de cola así lo quiso, si nó lo haría en otra parte, pasaporte en mano, y chau. No tengo patria, mi patria soy yo. Por todo esto me voy a Lago Puelo, a disfrutar de mi casita y mis perros, lejos de la INSEGURIDAD y la violencia urbana, a poner una filial de «El Arte de Vivir» y respirar nuevos aires.
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