sábado, 7 de julio de 2012

HIJO DESAPARECIDO DE DESAPARECIDOS










«Para mí, todo era mentira...»

La humillación comenzó cuando la casa fue demolida por 300 uniformados disparando sus fusiles durante horas. Era una pugna despareja, adentro, había un matrimonio con sus hijitos en la bañera, cubiertos con frazadas.

El horror de los vecinos espiaba detrás de las celosías. Un bebe robado, indefenso, en medio de la noche, en medio de la sangre, es sustraído entre los escombros, arrancado del amor del cadáver de su madre. Los ruidos, los balazos, los ayes, la tensa tragedia de la muerte en medio de las explosiones se funden en alguna neurona de esta nueva vida que se pierde en la huída del falcon verde. Silencio. Gritos. Órdenes. Silencio.

La madrugada humeaba mientras el sol no se decidía a salir, temeroso por lo que había pasado. En el barrio, nadie habló con el vecino de al lado sobre los sucesos de anoche. El miedo impuso un silencio fatal sobre los testigos de la masacre durante mucho tiempo...

«No soy subversiva, no soy subversiva...»

Ese bebe creció, aprendió a hablar, dijo "mamá", dijo "papá", en el lugar equivocado. Se educó mal, con valores cambiados. Fue reprimido y violentado en otra familia, familia ajena, una antifamilia del escarnio. Núcleo primario apropiador, mentiroso. Él era extranjero en la casa que no era suya. Esclavo subrepticio de los deseos perversos de una pareja verde oliva. No sabía que no era quien creía que era. Fue pensado, manipulado, moldeado como trofeo y revancha hacia sus progenitores. Fue niño, adolescente, hombre, sin saber que sus padres estaban muertos, sus memorias asesinadas; ignoraba que quienes ocupaban sus lugares eran cómplices del genocidio brutal de los 70. Esa que lo peinaba para ir al colegio no era su mamá. ¿Qué ternura era esa cruel figura masculina con ojos envenenados? ¿Qué ternura era esa que lo privó de su identidad? ¿Qué yo construyó ese YO, ese comodín inerme en el castillo de naipes del desarraigo?

¿Hay reparación a tanto daño?

La humillación tuvo mil caras, tiene argumentos diversos, historias complejas, diferentemente iguales, todas con el mismo triste final: la mentira, el dolor.

Y a pesar de todo, cada hijo, hija, frankenstein afectivo, monstruo involuntario, se recompone; la vida triunfa una vez más sobre la muerte, y el amor revierte las heridas. Paradojas de la historia, los uniformados disparando en la madrugada no pudieron matar a esa semilla del mal que moraba en esas casas diabólicas. Los muertos resucitan en sus hijos.

No quisiera imaginarme en esa situación, en ese cuerpo maltratado, en ese corazón mutilado.

Si esto no es Terrorismo, terrorismo de Estado, ¿el Terrorismo dónde está?








POST SCRIPTUM:

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Daniel
Mancuso




2 comentarios:

profquesada dijo...

Muy bueno Mancuso, muy bueno. Abrazo.

H.M. dijo...

Muy bueno!!
No, no hay reparación pero al menos hay JUSTICIA.
Todavía parcial hasta que aparezca el último de los niños apropiados y sea enjuiciado el último asesino... Pero ¿alguien se imaginaba esto antes del gobierno K?

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