Escucho “Museo” y me abismo.
¿“Museo”?, suena a viejo, a música lenta y aburrida. Todo está patéticamente quieto allí; salvo los visitantes, el resto del sistema ha sido mutilado en una eternidad sin patas para que las partes no se escapen y se queden adentro. La violencia del tiempo inmóvil en exposición permanente asusta. Cuadros, reliquias, objetos varios, da lo mismo. Hay minutos eternos de una batalla de óleo, con soldados inmortales que miran a los ojos a cientos, miles de ojos fugaces. Hay un cuerpo de mármol gastado por las caricias aleatorias de algún turista ocasional. Hay un desfile de curiosos forasteros que deambulan entre las presencias inertes. Cada noche, el museo duerme con el reloj detenido. Amanece en el mismo espacio tiempo desafiando a Einstein y al universo, con gloria y loor. El nuevo día que no avanza nada se va por el agujero negro del ahora, y nos arrastra al pasado de bronce lustroso como un remolino mortal, al ritmo de una marcha militar...
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Vuelvo en mí, ¿“Museo”?, repito, Museo del Libro y de la Lengua, museo de nosotros, el libro necesita unas manos que lo sostengan, unos ojos que lo lean, y unas lenguas que lo humanicen. Hay vida, respira el museo entre luces computadoras auditorio sala de conferencias proyecciónes de palabras y textos móviles incitando a la gente en la historia que nunca se detuvo.
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“Las utopías se van cumpliendo”, dijo Cristina Fernández al inaugurar el Museo del Libro y de la Lengua.
“Es el lugar donde vivieron Perón y Evita... Vamos a hacer un recordatorio de que este es el lugar donde falleció Eva Duarte de Perón, el 26 de julio de 1952”.
El Museo depende de la Biblioteca Nacional y abrirá sus puertas al público el mes próximo. Está ubicado en la Avenida Las Heras 2555 (entre Agüero y Austria), en la misma manzana que ocupa la Biblioteca Nacional (y de la cual depende directamente).
Una manzana poderosa, por los caminos internos, el nuevo museo quedará conectado con la Biblioteca Nacional, con el Museo Nacional del Grabado, con el Instituto Nacional Juan Domingo Perón (Austria 2600), con la embajada del Paraguay y con la plaza Del Lector y la Plaza Boris Spivacow.
El golpe cívico militar que derrocó al gobierno de Juan Perón en 1955, se constituyó en la Revolución Fusiladora que quiso hacer desaparecer ─de la memoria histórica, linguística y visual de los argentinos─ la política del primer peronismo. Por eso demolieron la mansión Alzaga Unzué, expropiada en la década del 30 del siglo pasado, y que fuera la residencia presidencial de Juan Domingo Perón y Eva Duarte.
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Cristina fue recibida por el director de la Biblioteca, Horacio González y la directora del museo, María Pía López.
Recordó que en 2008 se habían firmado “los acuerdos para la construcción”, y señaló que el proyecto estuvo a cargo del prestigioso arquitecto Clorindo Testa, el mismo que diseñó la Biblioteca Nacional.
“Todavía falta dar más igualdad, más justicia, y lo vamos a seguir haciendo, porque esta es la idea cuando uno habla de profundizar el modelo: llegar a los que todavía no hemos podido llegar”.
“La Biblioteca es un lugar de encuentro, de debate, como debe ser un lugar como este. Una biblioteca no es solo para juntar libros, sino para promover nuevas ideas, nuevas discusiones... un nuevo espacio cultural para los argentinos. Donde recuperamos la historia del libro, de la palabra y de la lengua”.
“Lo más importante que hemos logrado es haber recuperado la autoestima y el orgullo de ser argentinos. El orgullo de tener patria, y saber que todos los días estamos contribuyendo un pedacito más a esa patria”.
“Se cerraron tantas cosas en la Argentina, fundamentalmente las esperanzas. Habíamos clausurado las ilusiones... Cuando renace la utopía, allí siempre están los jóvenes... El tema de la utopía no tenemos que verlo como una ilusión, que no puede concretarse. La utopía es el objetivo que se fija una sociedad para seguir creciendo”.
“Nos decían son soñadores, no se podían hacer las cosas que hemos hecho. Un modelo en que las decisiones económicas estén aquí en la Argentina... Esas son utopías que se van cumpliendo. Cuando llegas a las metas, te demandan otras”.
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La acción, la puja, el movimiento, el sudor, la bronca, la sonrisa, la fuerza, la alegría, las ganas, las manos, los libros, las alpargatas, la lengua... el Peronismo. La vida.
“Estamos al frente, conduciendo la nave, y tratando de que el mar embravecido que nos tiran desde afuera, no cause demasiado daños a esta nave que nos costó tanto construir a los argentinos, y que se había ido a pique en 2001”.
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