Sucede a menudo, cuanto más buscamos algo, más cerca se encuentra, como la bendita birome que buscamos largo rato hasta que la descubrimos en la propia mano. A veces, lo evidente se hace invisible a miradas superficiales.
Quizás, eso sea lo que esté sucediendo en la política argentina, y que luego de las PASO se hizo más claro: la oposición no existe.
¿No tienen ideas superadoras? ¿creen que mediante el marketing podrán saber a qué tipo de público le interesa su producto? ¿pensaron que con la ayuda de los multimedios iban a imponerse en las urnas? ¿están convencidos de que la gente come vidrio, que no se acuerda, que no piensa, que se deja embaucar?
Todo eso y más, seguramente. Pero de todos modos, la oposición no existe.
1
Una afirmación tan categórica podría inducir a malentendidos. No se trata de soberbia K, ni de exitismo o fanatismo oficialista, sino de riguroso análisis histórico.
Hernán Invernizzi rememora un punto de inflexión ineludible para entender que nos pasa: La crisis de 2001 dejó a los partidos políticos desconcertados. Ninguno de ellos entendía nada pero todos creían entenderlo todo. Tanto era así que el partido especialista en administración del poder (el justicialismo) creyó que Néstor Kirchner era el mal menor. Pero la movida K sacudió la modorra y el desconcierto de los partidos políticos con la energía de un carnaval desenfrenado. Y quedaron todos más perplejos que antes...
Y completa su razonamiento incluyendo a propios y extraños: Como dicen sociólogos y politólogos, supo interpelar a la sociedad. Pero lo hizo de tal manera que sus políticas generaron, al mismo tiempo, una buena cantidad de certezas y una nueva y apasionante cantidad de desconciertos. Hasta unos cuantos peronistas quedaron desorientados. Y lo que es peor, la confusión llegó a los rincones más profundos de la gorilidad. Entre los méritos de la política K incluyamos su capacidad para dejar atónitos a los gorilas.
Lo cierto es que todos los argentinos estamos gozando de las bondades del modelo K. Aunque sabemos que falta todavía, que hay sectores de la sociedad que no han podido recuperarse de la exclusión a la cual fueron condenados por el neoliberalismo ─primero cívico militar, luego democracia vacía─ hasta que todo se fue a la mierda en diciembre 2001.
2
Entonces, ¿por qué tanta crispación?
Sin dudas, la violencia la ejercen los opositores. No el gobierno, no el oficialismo, no la militancia, no los intelectuales, artistas, periodistas, músicos... sino los opositores: dirigentes políticos y escribas de la corporación mediática.
¿Por qué? Porque tienen miedo.
Esta gestión iniciada en 2003: dejó al descubierto la incapacidad (y el cipayismo) de muchos conocidos que ahora se proponen como candidatos con soluciones; develó la trama de complicidades de los civiles (economistas, abogados, jueces, empresarios, periodistas...) con el genocidio de la dictadura militar; comenzó a desarmar el marco simbólico conceptual del establishment acerca de nuestra historia y nuestro presente; desbarató los dictados económicos ortodoxos que nos imponían el FMI y los capitales financieros; nos devolvió la república perdida que no es la del alfonsinismo sino la del conjunto de la sociedad. Recuperó el Estado, el trabajo, la soberanía...
Aun quienes están en contra del gobierno y odian a la Presidenta, disfrutan de las medidas y los logros. Pero no soportan que los peronistas y su política sean los causantes de tantos beneficios. Son los gorilas del siglo XXI.
3
La respuesta siempre está en el origen. Hay que volver a las fuentes. La oposición no existe porque el peronismo es la continuidad histórica de lo mejor de la argentinidad.
Una vez, en una entrevista Juan Domingo Perón es interrogado por un corresponsal extranjero sobre la conformación política de nuestro país. El General explicó sonriente: hay un grupo de radicales, más o menos importante; también hay socialistas, un poco menos; los comunistas, cada vez menos; y algunos conservadores que vienen desapareciendo...
Entonces el periodista lo interrumpe sorprendido y le pregunta:
─ Pero general, ¿y el peronismo?
─ Ah, peronistas somos todos...
Quizás, eso sea lo que esté sucediendo en la política argentina, y que luego de las PASO se hizo más claro: la oposición no existe.
¿No tienen ideas superadoras? ¿creen que mediante el marketing podrán saber a qué tipo de público le interesa su producto? ¿pensaron que con la ayuda de los multimedios iban a imponerse en las urnas? ¿están convencidos de que la gente come vidrio, que no se acuerda, que no piensa, que se deja embaucar?
Todo eso y más, seguramente. Pero de todos modos, la oposición no existe.
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Una afirmación tan categórica podría inducir a malentendidos. No se trata de soberbia K, ni de exitismo o fanatismo oficialista, sino de riguroso análisis histórico.
Hernán Invernizzi rememora un punto de inflexión ineludible para entender que nos pasa: La crisis de 2001 dejó a los partidos políticos desconcertados. Ninguno de ellos entendía nada pero todos creían entenderlo todo. Tanto era así que el partido especialista en administración del poder (el justicialismo) creyó que Néstor Kirchner era el mal menor. Pero la movida K sacudió la modorra y el desconcierto de los partidos políticos con la energía de un carnaval desenfrenado. Y quedaron todos más perplejos que antes...
Y completa su razonamiento incluyendo a propios y extraños: Como dicen sociólogos y politólogos, supo interpelar a la sociedad. Pero lo hizo de tal manera que sus políticas generaron, al mismo tiempo, una buena cantidad de certezas y una nueva y apasionante cantidad de desconciertos. Hasta unos cuantos peronistas quedaron desorientados. Y lo que es peor, la confusión llegó a los rincones más profundos de la gorilidad. Entre los méritos de la política K incluyamos su capacidad para dejar atónitos a los gorilas.
Lo cierto es que todos los argentinos estamos gozando de las bondades del modelo K. Aunque sabemos que falta todavía, que hay sectores de la sociedad que no han podido recuperarse de la exclusión a la cual fueron condenados por el neoliberalismo ─primero cívico militar, luego democracia vacía─ hasta que todo se fue a la mierda en diciembre 2001.
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Entonces, ¿por qué tanta crispación?
Sin dudas, la violencia la ejercen los opositores. No el gobierno, no el oficialismo, no la militancia, no los intelectuales, artistas, periodistas, músicos... sino los opositores: dirigentes políticos y escribas de la corporación mediática.
¿Por qué? Porque tienen miedo.
Esta gestión iniciada en 2003: dejó al descubierto la incapacidad (y el cipayismo) de muchos conocidos que ahora se proponen como candidatos con soluciones; develó la trama de complicidades de los civiles (economistas, abogados, jueces, empresarios, periodistas...) con el genocidio de la dictadura militar; comenzó a desarmar el marco simbólico conceptual del establishment acerca de nuestra historia y nuestro presente; desbarató los dictados económicos ortodoxos que nos imponían el FMI y los capitales financieros; nos devolvió la república perdida que no es la del alfonsinismo sino la del conjunto de la sociedad. Recuperó el Estado, el trabajo, la soberanía...
Aun quienes están en contra del gobierno y odian a la Presidenta, disfrutan de las medidas y los logros. Pero no soportan que los peronistas y su política sean los causantes de tantos beneficios. Son los gorilas del siglo XXI.
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La respuesta siempre está en el origen. Hay que volver a las fuentes. La oposición no existe porque el peronismo es la continuidad histórica de lo mejor de la argentinidad.
Una vez, en una entrevista Juan Domingo Perón es interrogado por un corresponsal extranjero sobre la conformación política de nuestro país. El General explicó sonriente: hay un grupo de radicales, más o menos importante; también hay socialistas, un poco menos; los comunistas, cada vez menos; y algunos conservadores que vienen desapareciendo...
Entonces el periodista lo interrumpe sorprendido y le pregunta:
─ Pero general, ¿y el peronismo?
─ Ah, peronistas somos todos...
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