Un lamento me sacó de lo que estaba haciendo. Era un idiota por la radio, desafinando, intentando expresar una melodía, a los gritos. Me costó reconocerla, pero luego se sumó una hinchada y ahí lo reconocí...
"¡Es el Himno Nacional Argentino!"
La canción patria deformada. Al final, descubro que es una propaganda de Movistar, parecida a la de cerveza Quilmes.
Muchos festejan la ocurrencia. Han descubierto que les gusta el himno porque la escucharon en la tele, o en la cancha. Algunos se reconocen argentinos por las banderas en los partidos y el himno de la propaganda. Parece mentira, y hasta exagerado, pero la banalización de lo importante ha llegado para quedarse, hace rato.
Las campañas intentan incrementar las ventas, aprovechando cierto ¿patriotismo? que aparece a partir de la Copa America que se juega en la Argentina. Se multiplican los himnos desafinados y las caras y pelucas celestiblancos. Ya pasará. Lo importante es tener un poco de alegría frente a tantos problemas. Los próximos 4 años en la CABA, esos sí, son un problemón.
Lo que no pasa, lo que no termina de dolernos en la dignidad, es la bronca por el triunfo del PRO. No por el triunfo en sí, ni por la derrota en sí, sino porque, de pronto, la ciudad de Buenos Aires se ha llenado de idiotas. La mitad de los adultos en condiciones de votar volvieron a aprobar a Carlos Saúl Menem en el gobierno.
¿Qué? ¿Cómo que me equivoqué? Yo no dije Menem, dije Macri, escuchaste mal, te pareció.
Voy por la calle y los veo: ese votó a Macri, ese también, esa vieja tiene cara de garca, y esa... mirá, ¿a quién te pensás que votó? Seguro, votó al turro de Mauricio Macri y a su compañera, la Vidal, que no vive en la ciudad ─creo que vive en El Tigre─, y va como vicejefa de Gobierno, ¿a vos te parece?
No, no me parece. El himno vendiéndome cerveza o celulares, y la ciudad gobernada por un empresario inútil, que hace negocios millonarios con el Grupo Clarín ─y paga las computadoras para los estudiantes de la CABA cuatro veces más caras que lo que cuestan en Frávega─, y los hospitales y las escuelas sin gas, con el permiso de la mitad de los porteños. Una cagada, otra cagada, muchas cagadas. Estamos con la mierda al cuello. ¿Pero cómo no se dan cuenta?
Bueno, no perdamos el eje. Es lo que hay. Lo importante no es el problema sino lo que nosotros pensamos del problema. Así que, a dar batalla. La cultural, todos los días; la política, ahora, hasta el 31 de julio, para la segunda vuelta.
Mientras, Mauricio Macri y su gente hacen la plancha. Ellos son felices. Sus votantes son felices. El jefe de Gobierno hace campaña interpelando a los vecinos acerca de la Felicidad.
¿Qué es la felicidad?
Hay una expresión que aparece en la abundante literatura de autoayuda que hay en el mercado, en esos libros que los votantes de Macri leen en la playa. Tal vez, algún romántico se lo escribió a su novia en el puente de Juan B. Justo cuando cruza la Av. Córdoba, para que recapacite, o lo puso en un pasacalle...
"¿Querés ser feliz o tener razón?"
La frase indica que las dos sensaciones no pueden convivir. Se excluyen y no pueden caminar juntas. Parece que para encontrar la felicidad, en ocasiones hay, que resignar posturas extremas o quizás podremos tener razón pero eso no nos dará satisfacción completa. Macri eligió ser feliz. Nosotros sabemos que tenemos razón.
¿Podremos romper la dicotomía?
Tal vez, a fines de julio entendamos que para ser felices debíamos conceder algo. Tal vez nuestras razones alcancen la felicidad de pinchar la burbuja de irrealidad neoliberal que vive el 47.08 % de los que votaron el domingo. Tal vez, no.
Pero, insisto, podemos ser felices y tener razón a pesar de la derrota ─si así sucede el 31─ porque... ¿sabés qué?, para ser feliz hay que hacer lo que uno quiere y siente que hay que hacer, y muchos argentinos queremos luchar por una patria justa y solidaria, a pesar de los tropiezos.
Y ¿sabés qué?, la felicidad no se la vamos a regalar a Mauricio Macri, nos pertenece a todos...
Daniel Mancuso
2 comentarios:
"Bajo el cielo nacido tras la lluvia
escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua... (Jorge Teillier)
Mientras haya niños como los de la foto de tu blog, la felicidad es nada más que eso:"un leve deslizarse de remos en el agua". No la saques nunca! me enternecen sus sonrisas, me emocionan y recuerdan todo lo que falta por hacer en el país, aún cuando se haya hecho mucho. Saludos!Luz
Gracias LUZ, abrazo grande
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