Uno de los temás más transitados e incontenibles, desde hace un tiempo, es el de la memoria. En nuestra sociedad hierve la discusión sobre la dictadura, y de la mano de los recuerdos que nos habitan viene el pasado que no nos abandona, mal que le pese a Jorge Lanata y otros escribas del establishment.
La oposición política al gobierno nacional y los medios de desinformación masiva insisten en que hay que dejar las cosas como están, ya fue, miremos para adelante y dejemos de revolver el pasado.
Sin embargo, no se puede vivir en una sociedad sin memoria, verdad y justicia. Si algunos de estos ingredientes no estuviera, nuestra democracia estaría caminando hacia el desencuentro y la infamia.
¿Te imaginás una mateada sin agua, sin yerba o sin bombilla? ¿Podremos en esta obra en construcción hacer la casa de todos y pegar los ladrillos con barro?
Un ejemplo, a veces, vale más que mil explicaciones...
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Rosa Roinsinblit es la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, tiene casi 97 años. Ayer, declaró en el Tribunal Oral Número 6 y relató el secuestro de su hija y la recuperación posterior de un nieto, con quien perdió la relación cuando detuvieron a los apropiadores...
Rosa habló del secuestro de su hija: Patricia Julia Roinsinblit, embarazada de 8 meses; de su yerno José Manuel Pérez Rojo y del nieto.
A Patricia la secuestraron el 6 de octubre de 1978. Era estudiante de medicina y militante de Montoneros con José Manuel. Ambos tenían una hija de 15 meses que estuvo secuestrada durante unas horas con sus padres, en un auto, mientras la patota buscaba lugar para dejarla. Mariana se crió con los abuelos y años más tarde sería la primera en identificar a su hermano.
“En la Esma había una camilla o más bien una mesa de cocina y sobre esa mesa tuvo el parto mi hija, el 15 de noviembre de 1978...”
“Un día mi nieta, que trabajaba en Abuelas, recibió una llamada anónima donde le decían de un caso de un chico que había nacido en noviembre de 1978, donde intervino la aeronáutica. Enseguida se dio cuenta de que era nuestro caso.”
Aunque las Abuelas suelen hacer las búsquedas con discreción, Mariana, que era mucho más joven, salió corriendo a buscar a su hermano. “Agarró unos documentos y se fue al lugar donde trabajaba.” Cuando llegó, preguntó por Guillermo. Alguien lo llamó en voz alta. Y Guillermo apareció.
“A mí me parece que podemos ser hermanos”, le dijo ella. “El se rió, no quiso saber de nada, pero mi nieta fue muy convincente porque ese mismo día Guillermo estaba en la Casa de las Abuelas y pedía que le saquen sangre porque quería saber si esa chica era su hermana.”
Y se confirmó. Mariana y Guillermo son hermanos.
Hubo afecto, risas, cenas, cumpleaños. “Son detalles, pero muestran lo bien que se desarrollaban las cosas, que cambiaron el día en que la Justicia citó a los apropiadores, los indagó, los procesó, los condenó y los metió en la cárcel. Ahí cambió todo: ellos cometieron un delito, fabricaron una falsa partida de nacimiento, presentándose como los padres, en fin... cosas que componen un delito. Pero eso no le gustó al chico y entonces empezó a repudiarme.”
La apropiadora era Teodora Jofré y su marido Francisco Gómez. Ella era empleada doméstica de uno de los jefes de la aeronáutica, y él se convirtió en el jardinero que cuidaba el parque del centro clandestino donde estuvo Patricia.
“El repudio hacia mí era y no era –dijo Rosa–. Yo lo llamaba por teléfono y él me decía: ‘¿Para qué me llamás?’, pero no me cortaba. Y yo seguía insistiendo, seguía llamando.” Un día, Rosa le dijo algo distinto: “Decime, Guillermo, si esa señora a quien vos llamás mamá es mi hija”. Porque “él ya conocía todo, sabía la verdad y creo que hizo un click porque empezamos a vernos, no con mucha frecuencia pero nos veíamos”.
Guillermo se casó. Rosa fue al civil, pero no a la Iglesia: “Menos mal que no fui –dijo–, porque la madrina era la apropiadora.” Algo del vínculo con su nieto, sin embargo, siguió estando. La relación sigue prendida con “alfileres”, como dice Rosa, y ella no ve a sus bisnietos, como dijo una y otra vez. Sin embargo, Guillermo les puso a sus hijos el apellido de sus padres biológicos.
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Así concluye la nota de Alejandra Dandan, en Pagina 12. Es sólo un ejemplo de los muchos que cruzan la sociedad con heridas que la dictadura nos dejó.
La acción de los uniformados y de las patotas clandestinas han quedado al desnudo hace tiempo. La complicidad civil es un dato más reciente, que últimamente ha cobrado la relevancia que le corresponde. Y está despertando preocupación en muchos civiles, porque ahora queda en evidencia toda la responsabilidad que les cupo en aquellos años, y como ambas participaciones ─militares y civiles─ llegan con sus efectos hasta nuestros días y se desenmaraña la trama de confusas complicidades.
Por eso la insistencia con FELIPE y MARCELA y los 10 años de INJUSTICIA, el caso más emblemático que muestra el pasado que se resiste a abandonar la impunidad, de la mano del poder mediático, el dinero, los abogados, jueces cómplices, amparos, y la subordinación política de un motón de canallas que miran para otro lado y se hacen los boludos.
Daniel Mancuso
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