QUÉ HACER CON LA DERROTA

Son horas de tristeza colectiva, pasajera. Fugaz.

Perdimos. Siempre perdemos. Ser derrotados es parte fundante de nuestra identidad como argentinos. En los últimos 60, 80 años, hubo un devenir constante de pérdidas y llanto. Tragedias y sangre recorriendo el mapa nacional. El siglo XX estuvo manchado de rojo y terminó para la mierda. La historia nuestra me releva de profundizar demasiado. Algunos títulos mezclados alcanzan: Dictaduras, desocupación, bombardeo a civiles (1955), represión, golpe de Estado, tortura, Desaparecidos, secuestro, Malvinas, Privatización, Corralito, gatillo fácil, Ajuste, hiperinflación, AFJP, desnutrición, mortalidad infantil, Democracia neoliberal, 4 a 0...

Pareciera que siempre hemos perdido mucho, demasiado, más que lo que hubíesemos querido, pero el destino cipayo nos depara estas circunstancias. La pregunta es, entonces, ¿qué se hace con tales derrotas?

Permítanme ser autorreferencial, pero un peronista sabe de derrotas: el Peronismo es el gran agujero negro adonde han ido a parar las desgracias variopintas de la argentinidad al palo. Y tenemos autoridad moral y fáctica para hablar y dar cátedra, cursamos todas las materias y nos recibimos de perdedores consuetudinarios: Tortura I y II, Carcel I, II y III, Desapariciones y Exilio. Trabajo práctico, todos los años: Golpe de Estado y Resistencia popular...

Ahora, estamos haciendo la maestría: Democracia y Neoliberalismo, Redistribución de la riqueza, Recuperación del Estado, Generación de Trabajo genuino... y seguimos estudiando.

Mi vieja decía: me gustaría tener 100 años y seguiría aprendiendo...

Las sociedades vacías de ética piden la renuncia por haber perdido. En ellas, lo único que importa es el resultado inmediato, el triunfo en sí mismo, el éxito como corolario de victoria sobre la soledad y la muerte. Un poco de altura sobre la insignificancia perenne que los martiriza. Trofeos para tapar la frivolidad insoportable. La Segunda Década Infame, la de Pizza con Champagne, propugnó "la eficiencia" como parámetro inevitable. Y la gilada lo compró. Unos empleados por un cajero automático. Varias operadoras por un disco rayado: pulse 1, pulso 2, llame más tarde...

¿Por qué quieren ganar? Porque sólo así se sienten vivos, no tienen otros valores por los cuales fatigar, esa es la droga que los mantiene en pie. La vida cuantificada: propiedades, amantes, joyas, autos, dólares, goles... La calidad fuera de moda.

Por eso, Maradona no debe renunciar. Porque los que amamos el futbol, los que estamos afuera del fuego fatuo de la fama lo queremos dirigiendo la selección nacional. Reconocemos en él un amor incondicional por la camiseta y el compromiso con la auténtica manera de hacer las cosas, con sentido de excelencia, con respeto al deporte, trabajo de equipo y alegría para compartir.

Los que nacimos y padecimos sucesivas derrotas, los que aprendimos a reponernos y soñamos vencer la adversidad poniendo manos (y cuerpo y alma) a la obra, pensamos lo contrario al "sentido común" impuesto por el Mercado. La derrota sirve para tomar impulso, para prepararnos hacia la victoria por venir. Maradona es uno de los nuestros, se cayó y se levantó, tantas veces como cualquiera de nosotros. Por eso lo amamos.

Recuerdo un libro hermoso que se perdió en los olvidos voluntarios o en algún entierro, en el fondo de casa, de los años negros de la dictadura, se llamaba la última mujer y el próximo combate. Era una novela de batalla que ponía en relieve, poesía mediante, los ingredientes del corazón de un resistente: la fuerza que nos da la última alegría y la convicción que nos prepara para la lucha, para adelante...

Daniel Mancuso