VAIVENES

Marcha atrás, adelante, atrás... ¿adelante? La historia nuestra está plagada de idas y vueltas, de repeticiones, de tropiezos, caídas y equilibrios inestables. Mi primo que es italiano y vive en Torino, dice que los argentinos estamos acostumbrados a las crisis, y que ellos no, ellos no saben lo que es sufrir, o hace rato que se olvidaron.

Acá no tuvimos una guerra mundial pero: ¿Cuántos bombadeos machucaron nuestra existencia? Muchos. El del 55 fue literal, y luego una escalera descendente hacia el sótano infernal de las dictaduras, secuestros, fusilamientos, desapariciones, hiperinflaciones, despidos, pobreza, miseria, desnutrición y muerte...

Hace unos años que salimos de ese pozo, estamos al sol de la democracia pero no todos disfrutan los gozos del verano. Muchos, más bien, sudan la gota gorda de la insatisfacción y el despojo. Así las cosas, qué nos queda por delante, después de la derrota del domingo. No digo la pérdida de votos (que es superficial) sino la simbólica, la derrota profunda de un modelo en construcción (con paredes de ladrillos sin revoques y algunos agujeros todavía) a manos de una política vieja como el mundo, la del patrón sobre el obrero, la del dueño de la palabra sobre el silenciado, la del rico millonario burlándose de sus futuras víctimas, haciéndoles creer que son iguales a él. En suma ganó la antipolítica, la banal caricatura televisada de una política mediocre y pasteurizada para entretener a la gente.

La gente, ese sustantivo descafeinado que vino a reemplazar al pueblo trabajador (porque el que no trabaja está por encima de clasificaciones vulgares). La gente, ese nombre colectivo que se da a cada una de las clases que pueden distinguirse en la sociedad: gente rica, gente pobre. Ganadores y perdedores. Los publicistas transformaron a la gente en consumidores pasivos de yogures y candidatos. Y así, pareciera que todo está perdido.

¿Porque no supimos explicarnos o transmitir nuestra idea de país? ¿Porque se hizo gestión sin consultarle a ellos? ¿Porque la ciudadanía castiga a los malos y premia a los buenos? ¿Porque los argentinos estamos hartos del autoritarismo?

Cortar las rutas y desabastecer ciudades, ¿no es patoterismo agrario?

Llevarse millones de dólares y depositarlos en bancos del exterior, ¿no es autoritarismo financiero?

Gastar millones inexplicados (e infringir la ley electoral) en una campaña vacía de ideas, y llena de vacuidad, ¿no es infame prepotencia millonaria?

Sincerémonos: la derecha gorila, reaccionaria, neoliberal y privatista se viste con disfraces de democracia y republicanismo, pero hace piquetes y desestabiliza, presiona y amenaza.

El oficialismo no escucha y acciona contra viento y marea, hace y acierta, hace y se equivoca en una selva plagada de alimañas.

La izquierda clase media critica desde los multimedios y diarios opositores y confunde la contradicción secundaria con la principal, festeja una ilusión progresista y efímera cargada de buenas intenciones y declaraciones rimbombantes, pero están lejos de la compleja realidad política, las pujas de poderes y las presiones de las corporaciones. Terminan como anillo al dedo, encuadrándose en la máxima discepoliana: ...la biblia junto al calefón.

Los triunfadores del domingo sonríen y muestran los colmillos: Ellos que son verdugos históricos y cómplices de los vampiros quieren que asumamos el voto castigo pergeñado desde los cortes de ruta agrosojeros y los medios masivos de desinformación. La maquinaria picadora de carne (como la de The Wall, ¿te acordás?) confundió conciencias en prime time. Un análisis minucioso del escrutinio nos enfrentaría a un complejo cuadro de situación para muchísimas horas de estudio.

La mentira una vez más, hirio las esperanzas y anhelos populares. Derrotó a la desprolija prepotencia peronista. Los cínicos promotores de consensos disfrutan hoy sus 5 minutos de gloria efímera sobre las legítimas aspiraciones mayoritarias, tantas veces portergadas por la poderosa garra reaccionaria. Dirán que no hay autocrítica ni humildad en este lado del mundo... pero sí, tenemos autocrítica y dignidad, tenemos memoria, tenemos bronca acumulada, tenemos impotencia directamente proporcional a la impunidad de los privilegiados que bailan reguetón.

Pero la autocrítica se hace con los compañeros, no para los enemigos. El PRO, Macri y De Narváez, Carrió y Morales... son los exponentes de la hipocresía y la insolidaridad vernácula. Son los herederos de Martinez de Hoz, Cavallo y Menem. Ellos ya demostraron en la CABA adónde destinan el dinero y adónde recortan, quiénes se benefician y quiénes padecen la desidia gubernamental porteña.

Tenemos tristeza y aguante. Tenemos compañeros: intelectuales, pensadores, artistas, laburantes, técnicos, investigadores, médicos, abogados y maestros que imaginan una patria sin fisuras. Tenemos sangre, lucha, ideología, memoria y proyectos.

Tenemos gobierno por un rato, hay mucho por hacer y corregir. Tenemos propuestas superadoras de la impostura dominante.

RES NON VERBA.

Daniel Mancuso