¿Quién dijo que todo está perdido? A pesar de las dificultades de los tiempos que nos tocan, y la lluvia de malas noticias, y los mensajes apocalipticos y el aire enrarecido por un escepticismo contagioso, los pibes, nuestros jóvenes, piensan y hacen un país mejor.
Mi hijo Ramiro que acaba de cumplir 22, con un grupo de amigos, juntando plata de donde sea, y donaciones y mangueando y haciendo rifas y todo eso, se pusieron a viajar por la Argentina profunda para ayudar a nuestros hermanos más necesitados. Primero fueron a Jujuy dos veces, y ahora, este año a Formosa.
Quizas parezca una batalla perdida, quijotesca, pero van y ayudan a escuelas muy pobres, y a la gente del lugar. No tienen agua potable, ni luz, ni comida. Cada día, los chicos están al borde de la muerte por desnutrición. Un par de zapatillas es un lujo lejano para sus piecesitos cansados de lamer el barro. Sin embargo, sonríen y juegan con estos extraños que les ponen el cuerpo y el corazón, unos días, para aflojarles tanto sufrimiento. Necesitan todo, no tienen nada, solo sus propias miserias que los acompañan en silencio como sus sombras. Y cuando la rutina del hambre pareciera que les roba la esperanza, aparecen unos desconocidos... la tierra yerma se llena de colores, alguien se acordó de ellos.
La solidaridad no se pregona, se hace todos los días. Como se pueda. Porque sí, porque hay que hacerlo, porque se siente. Aplauso, medalla y beso a nuestra juventud maravillosa...
Si alguien puede ayudar, comuniquese con
http://apulmonformosa.blogspot.com/
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