Estoy triste. Indignación sería una palabra bastante cercana a lo que sentimos millones de argentinos. Mufa, bronca, impotencia son también compañeras de ruta, en estos días. Un rabino destila odio en una plaza medieval con gente sedienta de sangre ajena, pobre, para calmar su inseguridad y su egocentrismo. Un cura habla del ojo por ojo y de la pena de muerte y la deja picando, que sean los jueces los que la dictaminen. ¿En qué quedamos? Los rabinos y curas no deberían odiar y desear la muerte de nadie. Los compatriotas que vivieron una dictadura sangrienta en el mismo país que todos vivimos, no pueden olvidarse de las masacres, torturas, secuestros y robos de los genocidas. No pueden ningunear a los 30 mil desaparecidos. Pero lo hacen.
Los productores agropecuarios cortan rutas y deciden quién va y quién viene. Como dueños de la vida y hacienda nacional juegan con el tiempo y la paciencia ciudadanas. Los 4 fantásticos de la mesa de enlace (millonarios agrogarcas asociados a los multimedios desinformativos) arengan a la desobediencia civil y la desestabilización. Los dirigentes de las 4 entidades hablan de los cortes y del desabastecimiento como de "daños colaterales", igual que los militares yanquis en Irak, como las fuerzas armadas israelíes en Palestina. NO son deseados, pero SON violaciones a los derechos de los demás, derechos que ellos violan impunemente. Se cagan en los derechos y en las leyes.
La oposición se opone. Digna de su nombre y en tautológica obcecación de ser patética e inflexible se opone. Nada tiene matices ni utilidad si viene desde el ejecutivo nacional. Todo es negro y maloliente si viene desde el gobierno, como quienes los apoyan. Hay que ofuscarse y hacer ruido y declaraciones y conferencias de prensa. Hay que asustar a la ciudadanía: si se aprueba la ley de Medios y se aplica dicho engendro: la Argentina se verá enferma de comunismo y censura, la Venezuela de Chavez será un poroto, y Clarín afónico será tapado por los gritos de hordas incivilizadas cantando la marcha peronista.
Ayer fui a la calesita, mientras la nena subía y bajaba en un caballito celeste, me puse a charlar con el calesitero, simpre lo hacemos. Y salió Cristina, y le entró a pegar, con todos los argumentos de Carrió y Macri y Solá y Lanata y Nelson Castro y Morales Solá y repetía y repetía frases hechas y mediocres. Y yo le respondía, y él seguía rechazando mis argumentos: "papá, nosotros tenemos el trigo, el campo, nada más, tenemos que seguir así, me entendés, cristina la pifia..."
Después de las 3 vueltas y el plus de la sortija, me voy caminando despacito con la nena, pensando en nosotros, los que creemos en la solidaridad, que queremos un país soberano, libre, justo. Es evidente que en algo nos equivocamos, demasiado seguros, convencidos, a veces generamos reacciones adversas aunque tengamos razón, desaprovechamos el talento de nuestra gente porque estamos ensimismados en nuestros argumentos, y lo que podría ser generoso y plural se pone crispado. Tenemos que abrir la cabeza para que muchos compañeros de ruta no se vayan asustados a la izquierda absurda, a la derecha gorila, a la tilinguería latente. Con la razón no alcanza, tenemos que persuadir, sacar del otro lo mejor que tiene para beneficio del conjunto. Tenemos que vencer la intolerancia, la soberbia, si no, el parecido con ellos será aterrador. Construyamos un puente para que todos los argentinos quepan en el proyecto de liberación. Los otros, los autoconvocados, se caerán solos al río, y el río se los llevará hacia las aguas del olvido.
Y como buen peronista, me acordé de Enrique Santos Discepolo, para tomar aire y seguir adelante nada mejor que un sentimiento que te sube y te sube desde el fondo al alma...
«Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Perón. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena voluntad que estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte un poco de tanto macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón, la milagrosa. Ellos nacieron como una reacción a los malos gobiernos. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado de un largo camino de miseria.
»Nacieron de vos, por vos y para vos. Esa es la verdad. Porque yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando, los trajo la ausencia total de leyes sociales que estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo desprecio por la clases pobres a las que masacraste, desde Santa Cruz hasta lo de Vasena, porque pedía un mínimo respeto a su dignidad de hombres y un salario que los permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, del hambre y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar lo mismo sus ansias que su asco. No. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. ¡Vos los creaste! Con tu intolerancia. Con tu crueldad. Con la misma crueldad aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio porque le pisaban un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta.
»Sí, yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es claro, pero vamos a terminarla de una vez. Porque yo no lo inventó a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la injusticia que presidía el país. Porque a fuerza de hacer un estilo de tanto desmán, terminó por parecerte correcto lo más infame. Claro, a vos no te alcanzaba esa injusticia. Tendrías, como un señor que yo conocía y que iba todos los meses a cobrarlo, una puesto de ama de cría para cubrir sus gastos, que se lo pagaban oficialmente, y un sueldo para salir con el Klan. Yo me acuerdo del Klan. Y vos también. Aquella mafia siniestra que salía sólo para aterrorizar gente y mataba una vez a gomazos, otra vez a tiros y a veces con el camión para hacerlo más divertido. No, si la memoria fastidia.
»Pero yo no lo inventó a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la estulticia que manejaba el país. Mirá, si vos hubieras estado en la Semana Trágica como yo y como tantos, en Cochabamba y Barcala, y hubieras visto morir primero a aquellos cinco, fuego a cientos y hubieras visto masacrar judíos por una "gioriosa" institución que nos llenó de vergüenza, no hubieras formado nunca más parte de ese partido que integrás por amor propio y quizá por ignorancia de tantos hechos delictuosos que son los que empezaron a preparar la llegada de Perón y Eva Perón. En un país milagroso de rico, arriba y abajo del suelo, la gente muerta de hambre. Los maestros sirviendo de burla en lugar de hacer llorar porque estaban sin cobrar un año entero. ¡No! ¡Y todo vendido! ¡Y todo entregado! Yo sé que te da rabia que te lo repitan tantas veces, pero es que entristece también pensar que no lo querés oír. El otro día, en un discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de 1918: "Ya por ese entonces los obreros gozaban..." ¿De qué gozaban? ¡Los gozaban!, que no es lo mismo. Y, sí, Mordisquito, ¡los gozaban!
»La nuestra es una historia de civismo llena de desilusiones. Cualquiera fuese el color político que nos gobernó, siempre la vimos negra. Aspiramos a gozar y al final nos gozaron. ¡Todos! ¡Siempre! Una curiosa adoración, la que vos sentís por los pajarones, hizo que el país retrocediese cien años. Porque vos tenés la mística de los pajarones y practicás su culto como una religión. Cuanto más pajarón él, más torpe y más crédulo vos. Te gusta oír hablar a la gente que no le entendés nada, la que te habla claro te parece vulgar. Yo también entré como vos y, ¿por qué no confesarlo?, me sentía más conmovido frente a un pajarón que frente a un hombre de talento. El pajarón tiene presencia, tiene historia larga, la que casi siempre empieza con un tatarabuelo que era pirata. Yo también me sentía dominado por los pajarones cuando era chico. Ahora ¡No! Cuando era chico, sí. ¡Pero no ahora Mordisquito! Salvate de los pajarones. El fracaso -por no decir la infamia- de los pajarones fue lo que trajo como una defensa a Perón y Eva Perón. Pero no fui yo quien los inventó. A Perón lo trajo el fraude, la injusticia y el dolor de un pueblo que ahogaba de harina blanca y una vez tuvo que inventar un pan radical de harina negra para no morirse de hambre. Tampoco te lo acordabas. ¡Ay, Mordisquito, que desmemoriado te vuelve el amor propio!
»Te dejo. Con tu conciencia. ¡Perón es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Eva Perón también! Por tu inconducta. A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias te doy por él y por ella, por la Patria que los esperaba para iniciar su verdadera marcha hacia el porvenir que se merece. ¡A mi ya no me la podés contar, Mordisquito! Hasta otra vez, sí. Hasta otra vez.»
E.S.D.
Daniel Mancuso
2 comentarios:
Excelente. A mi me pasa seguido. Discuto con amigos, conocidos, desconocidos, hermanos, mendigos y grandes amores de verano. Me sale la fácil y la más firme de las pruebas. Les hago recordar quién es quién. Hay desilusión con la politica (el bombardeo mediatico antipolitico fue exitoso), y en esta la ligan todos. Da asco ver TN y su corte de ruta. Ellos cortan la ruta. será cuestión de seguir, a veces construyendo, y aveces yirando en un camino lleno de espinas. saludos
Daniel.
Así es la cosa. Creo que el principal trauma de los que critican con escasos fundamentos al Gobierno Nacional es porque este mismo les mueve el marco de como venían sucediendo las cosas. Es reticencia al cambio manijeado por los medios. De alguna manera el gobierno los obliga a pensar en otros términos un poco angustiantes y ahí se les dispara la bronca.
Te puedo contar algo que me pasó en estas dos semanas pasadas y que te juro que quedé helado:
Dos amigos y una amiga que nunca en la vida pensé que pudieran votar a la Presidenta y que se que el año pasado eran críticones del "gobierno K" me dijeron personalmente: que grande Cristina, una grosa.
saludos
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