Hace tiempo, en otro siglo, Hannah Arendt escribió sobre la condición humana y la «banalidad del mal», en su libro Eichmann en Jerusalén (Un informe sobre la banalidad del mal). Pero la historia fluye y aquello que inspiró sus ideas se ha desparramado en otras áreas de la vida planetaria. Hoy en día, hay muchas banalidades que hacen mal, o muchos males banalizados. Miremos acá cerca.
Cada tanto la filósofa alemana vuelve a exudarnos el nunca acabado debate sobre la condición humana, sobre la personalidad y responsabilidad de los ejecutores de crímenes masivos, y la validez de los juicios categóricos sobre tan complejas tragedias. El debate es tan válido para lo que ocurrió en la Alemania nazi, en la última dictadura argentina, o en la democracia neoliberal que todavía nos respira en la nuca.
Aquí surge la pregunta: ¿cómo considerar al gobierno macrista en la ciudad más rica de la Argentina, que cuenta con una enorme deuda social, miles de personas viviendo en villas miseria con las patas en la mierda y el plomo en la sangre? ¿No son crímenes masivos la desidia gubernamental frente a las inundaciones, el despilfarro de los dineros públicos, la falta de vacantes en las escuelas, el manotazo de cuanto espacio público se pueda rapiñar, los hospitales raquíticos, los subtes mazmorra?
Y qué decir de las muertes invisibles de los pobres y excluídos que padecen la injusticia estructural de un sistema que los desplaza a la ignominia. En la CABA, el "equipo PRO" sabe como discriminar y sacarse de encima a los negritos: incendios intencionales, aumentos desmedidos en el subte, falta de turnos en los hospitales, aulas de chapa en contenedores, niños con plomo en sangre a la vera del Riachuelo... Y qué decir de los cómplices del macrismo por pensamiento palabra acción u omisión.
Las personas pueden cometer crímenes horrendos simplemente cuando manipulan el discurso ético de una época. Y se convencen que eso está bien. Personas como Eichmann, Videla, Martinez de Hoz, Menem, Cavallo o Macri, voluntariamente pueden pensar que están siendo parte de algo bueno, algo excepcional, que se sustenta por un profundo quiebre histórico que transforma la frustración en narcisismo. Entonces, ello ya no es "banalidad del mal", sino una inclinación voluntaria y despiadada. Hannah Arendt proporcionó una guía útil para comprender por qué el hombre renuncia a su capacidad crítica y se transforma en pescado. Eichmann fue enjuiciado en Jerusalem no por sus crímenes, sino para solventar un discurso superficial que lo condena; esta superficialidad no es monopolio de un sistema político sino se encuentra presente incluso en las democracias. El miedo y el odio, y no la banalidad del mal, hacen que el hombre renuncie a su voluntad crítica; sin embargo, no dudemos que en ese acto el sujeto sigue siendo éticamente responsable de su renuncia. Los porteños han renunciado a la ética cuando reeligieron a Macri a pesar de Macri.
Se ha naturalizado el mal en Buenos Aires Ciudad neoliberal. "La Gente" hace caso omiso al padecimiento de los pobres y no tanto. Tengo auto me importa un carajo cómo viajan en el subte. Tengo Medicina Privada me importa un carajo qué pasa en los hospitales. Tengo casa departamento country me importan un carajo los inquilinos y villeros. Tengo escuela privada me importa un carajo la escuela pública. Vivo en el piso 21 me importa un carajo que se inunden allá abajo. Me importaq un carajo el otro es un estado de ánimo muy PRO.
La banalidad del mal ha llegado hace rato. ¿No es una burla que haya Subte Wi-Fi mientras se viaja peor que el ganado al matadero? ¿No es una burla el borde del Río en Puerto Madero que se ríe del borde del Ríachuelo en Villa Lugano?
La mercadotécnica electoral prevalece por sobre los derechos ciudadanos. La Legislatura es un teatro de Revistas donde los cómicos hacen sus monólogos y se aplauden entre ellos. Es la banalidad de la antipolítica, una política banal que tiene ideología: maximizar las ganancias de unos pocos, y joder a la mayoría, aunque algunos idiotas no se den cuenta.
Si tenemos sangre en las venas y dignidad en el corazón, debemos lidiar contra la banalidad del PRO que es la forma argentina más notoria de banalizar el mal. Quizás la Revocatoria de Mandato sea la punta de lanza, un intento utópico para empoderar a los humildes contra todos los males de este mundo rodeado por la General Paz y el Río que metastasea allende la CABA.
Cada tanto la filósofa alemana vuelve a exudarnos el nunca acabado debate sobre la condición humana, sobre la personalidad y responsabilidad de los ejecutores de crímenes masivos, y la validez de los juicios categóricos sobre tan complejas tragedias. El debate es tan válido para lo que ocurrió en la Alemania nazi, en la última dictadura argentina, o en la democracia neoliberal que todavía nos respira en la nuca.
Aquí surge la pregunta: ¿cómo considerar al gobierno macrista en la ciudad más rica de la Argentina, que cuenta con una enorme deuda social, miles de personas viviendo en villas miseria con las patas en la mierda y el plomo en la sangre? ¿No son crímenes masivos la desidia gubernamental frente a las inundaciones, el despilfarro de los dineros públicos, la falta de vacantes en las escuelas, el manotazo de cuanto espacio público se pueda rapiñar, los hospitales raquíticos, los subtes mazmorra?
Y qué decir de las muertes invisibles de los pobres y excluídos que padecen la injusticia estructural de un sistema que los desplaza a la ignominia. En la CABA, el "equipo PRO" sabe como discriminar y sacarse de encima a los negritos: incendios intencionales, aumentos desmedidos en el subte, falta de turnos en los hospitales, aulas de chapa en contenedores, niños con plomo en sangre a la vera del Riachuelo... Y qué decir de los cómplices del macrismo por pensamiento palabra acción u omisión.
Las personas pueden cometer crímenes horrendos simplemente cuando manipulan el discurso ético de una época. Y se convencen que eso está bien. Personas como Eichmann, Videla, Martinez de Hoz, Menem, Cavallo o Macri, voluntariamente pueden pensar que están siendo parte de algo bueno, algo excepcional, que se sustenta por un profundo quiebre histórico que transforma la frustración en narcisismo. Entonces, ello ya no es "banalidad del mal", sino una inclinación voluntaria y despiadada. Hannah Arendt proporcionó una guía útil para comprender por qué el hombre renuncia a su capacidad crítica y se transforma en pescado. Eichmann fue enjuiciado en Jerusalem no por sus crímenes, sino para solventar un discurso superficial que lo condena; esta superficialidad no es monopolio de un sistema político sino se encuentra presente incluso en las democracias. El miedo y el odio, y no la banalidad del mal, hacen que el hombre renuncie a su voluntad crítica; sin embargo, no dudemos que en ese acto el sujeto sigue siendo éticamente responsable de su renuncia. Los porteños han renunciado a la ética cuando reeligieron a Macri a pesar de Macri.
Se ha naturalizado el mal en Buenos Aires Ciudad neoliberal. "La Gente" hace caso omiso al padecimiento de los pobres y no tanto. Tengo auto me importa un carajo cómo viajan en el subte. Tengo Medicina Privada me importa un carajo qué pasa en los hospitales. Tengo casa departamento country me importan un carajo los inquilinos y villeros. Tengo escuela privada me importa un carajo la escuela pública. Vivo en el piso 21 me importa un carajo que se inunden allá abajo. Me importaq un carajo el otro es un estado de ánimo muy PRO.
La banalidad del mal ha llegado hace rato. ¿No es una burla que haya Subte Wi-Fi mientras se viaja peor que el ganado al matadero? ¿No es una burla el borde del Río en Puerto Madero que se ríe del borde del Ríachuelo en Villa Lugano?
La mercadotécnica electoral prevalece por sobre los derechos ciudadanos. La Legislatura es un teatro de Revistas donde los cómicos hacen sus monólogos y se aplauden entre ellos. Es la banalidad de la antipolítica, una política banal que tiene ideología: maximizar las ganancias de unos pocos, y joder a la mayoría, aunque algunos idiotas no se den cuenta.
Si tenemos sangre en las venas y dignidad en el corazón, debemos lidiar contra la banalidad del PRO que es la forma argentina más notoria de banalizar el mal. Quizás la Revocatoria de Mandato sea la punta de lanza, un intento utópico para empoderar a los humildes contra todos los males de este mundo rodeado por la General Paz y el Río que metastasea allende la CABA.
2 comentarios:
DANIEL: Me complace mucho ver que sos una de las pocas personas que entendió el mensaje de Hanna Arendt, que es en verdad escalofriante. La descripción que haces de la conformidad de muchos con los dos mundos en que han dividido la ciudad de Buenos Aires es una descarnada aplicación de ese principio. Así, "honestos ciudadanos" pueden sentirse en lo correcto cuando dicen que "hay que reconocer que Macri ha hecho obra y mejorado la ciudad". (Recibí aquí hace unas semanas unos visitantes que me salieron con esa y no los eché a patadas porque recordé mis deberes de anfitrión).
Un abrazo
Eddie
abrazo fraterno, Eddie
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