«Harto ya de estar harto, ya me cansé...»
Basta de correr detrás de los acontecimientos, de llegar tarde cuando la leche ya se derramó, de sentirnos engañados por las respuestas idiotas de los gerentes políticos.
La lluvia nos persigue como un fantasma, se vuelve Pesadilla acuosa. Nos desvela la muerte agazapada en cada alerta meteorológico. Después de varias inundaciones, ya nada será igual. Nuestra casa ya no es refugio, la calle amiga devino en río tumultuoso, el agua mutó en enemigo negro de aceites sucios y muerte, la impericia municipal es dolorosa indignación. Los colores se fueron flotando en las notas amargas de un piano que naufragó.
Hay que hablar de la lluvia ahora, cuando no está, y el sol brilla calentando el invierno. Un día cualquiera vendrá otro desastre.
Difícil gozar la lluvía poética de González Tuñon. Las nubes amenazantes ya no seran tiernos animalitos imaginarios sino malditos designios de tragedia.
Dice Lorena de Parque Chas: «Siento que el 2 de Abril marcó un antes y un despues en mi vida. Me encontré con mi hijo en su cunita, flotando, y la sensación de odio, impotencia, furia, bronca más inmensa... el 103 no contestaba, el 109, el 107... nada más que mis gritos y el agua. Cuando todo pasó, solo me quedaron sensaciones que no puedo borrar aunque lo intente. Hoy veo una gota y siento miedo. Veo un pronostico meteorológico con lluvias y me falta el aire. La estrechez mental de la estrategia de gobierno, y de quienes seguramente no compartieron la experiencia de verse inundados llevaron esto a un plano meramente económico... "si te inundas, el gobierno te da un subsidio y líneas de crédito subsididas y cumplimos"... Los meses sucesivos a la tragedia los medios hablaron de si recibimos o no el subsidio, de si sacamos o no el préstamo. Y nos vuelven a tratar de tontos cuando nos dicen que juntemos las hojas de la calle y que no saquemos la basura los días de lluvia. Mi marido es maestro, imaginate que no nos sobra un mango... ¡pero no jodan! De lo que todos deberíamos hablar nadie habla: "Cada inundación será un mano a mano con el agua, un cara o ceca con nuestra propia suerte porque nadie estará allí para socorrernos" (y sabemos que es solo una cuestion de tiempo porque para las famosas obras, faltan muchos años). Yo siento que me robaron la dignidad, la tranquilidad, me robaron el placer que me daba ver las gotitas caer frente a mi ventana y casi, casi me roban la vida de un hijo...»
¡Esto es la inseguridad!
¿Se puede hacer algo? Sí, hay dinero para las obras necesarias, pero nos defraudan... los funcionarios no saben nada, miran la realidad desde un escritorio, apuestan a que llueva fuerte después de la elecciones, buscan soluciones de cartón, maquillajes de la mercadotecnia electoral, grandes negociados en ciernes con forma de "caños aliviadores" que colapsan en la garúa. Los legisladores piden informes, la mesa de entradas se llena de papeles, los técnicos e ingenieros hacen las cuentas, calculan litros por metro cuadrado como en juego virtual, como jugando al Estanciero, pero la gente se inunda aunque le pongan un sumidero más grande, carajo.
¿Por qué lo hacen, (mejor dicho) por qué no lo hacen? porque no se inundaron ellos, porque no les importa lo que no se ve, lo que está bajo tierra, lo que no es amarillo. Nosotros sabemos más, tenemos propuestas mejores y efectivas. No buscamos el lucro, no medramos con la desgracia, somos las víctimas.
Los bienintencionados piden informes respecto del diagnostico de los conductos existentes y la frecuencia y controles de limpieza de los mismos, como también de los sumideros, y reclaman el famoso plan hidráulico. La realidad nos despierta: ¡Ah, ingenuidad! Hay un negocio millonario que se llama "túneles aliviadores" o"entubamientos inútiles". Qué ingenuidad pensar en la idoneidad de los profesionales en el tema y creer en una supuesta independencia de la especulación en el negociado de las obras que los volvía referentes validos...
La naturaleza y la física son indefectibles: la CABA es una planicie que no desagota sus caños con la pendiente necesaria para que llegue al Río de la Plata, entonces, funcionan por vasos comunicantes, los caños se llenan de agua y colapsan, por eso no siven, y nos inundamos cada vez...
La desesperación nos engaña, la angustia no es buena consejera. La gente cree mágicamente en los caños y cree que si se gastan millones en algo, ese algo nos va a ayudar... pensamiento mágico recargado que nos devuelve al medioevo, la inquisición...
Hay una batalla cultural con el tema de las obras públicas... pero Holanda hace décadas que solucionó el tema... ¿qué, los europeos saben y nosotros somos unos sudacas inútiles? No, señora, no señor, hay un poco de ignorancia, un poco de desidia, un poco de imprevisión, un cacho de neoliberalismo, otro de suerte, mucha tilinguería... y el dinero público usado para estupideces mientras las obras importantes duermen en un escritorio municipal.
Mientras las encuestas no digan lo contrario...
Basta de correr detrás de los acontecimientos, de llegar tarde cuando la leche ya se derramó, de sentirnos engañados por las respuestas idiotas de los gerentes políticos.
La lluvia nos persigue como un fantasma, se vuelve Pesadilla acuosa. Nos desvela la muerte agazapada en cada alerta meteorológico. Después de varias inundaciones, ya nada será igual. Nuestra casa ya no es refugio, la calle amiga devino en río tumultuoso, el agua mutó en enemigo negro de aceites sucios y muerte, la impericia municipal es dolorosa indignación. Los colores se fueron flotando en las notas amargas de un piano que naufragó.
Hay que hablar de la lluvia ahora, cuando no está, y el sol brilla calentando el invierno. Un día cualquiera vendrá otro desastre.
Difícil gozar la lluvía poética de González Tuñon. Las nubes amenazantes ya no seran tiernos animalitos imaginarios sino malditos designios de tragedia.
Dice Lorena de Parque Chas: «Siento que el 2 de Abril marcó un antes y un despues en mi vida. Me encontré con mi hijo en su cunita, flotando, y la sensación de odio, impotencia, furia, bronca más inmensa... el 103 no contestaba, el 109, el 107... nada más que mis gritos y el agua. Cuando todo pasó, solo me quedaron sensaciones que no puedo borrar aunque lo intente. Hoy veo una gota y siento miedo. Veo un pronostico meteorológico con lluvias y me falta el aire. La estrechez mental de la estrategia de gobierno, y de quienes seguramente no compartieron la experiencia de verse inundados llevaron esto a un plano meramente económico... "si te inundas, el gobierno te da un subsidio y líneas de crédito subsididas y cumplimos"... Los meses sucesivos a la tragedia los medios hablaron de si recibimos o no el subsidio, de si sacamos o no el préstamo. Y nos vuelven a tratar de tontos cuando nos dicen que juntemos las hojas de la calle y que no saquemos la basura los días de lluvia. Mi marido es maestro, imaginate que no nos sobra un mango... ¡pero no jodan! De lo que todos deberíamos hablar nadie habla: "Cada inundación será un mano a mano con el agua, un cara o ceca con nuestra propia suerte porque nadie estará allí para socorrernos" (y sabemos que es solo una cuestion de tiempo porque para las famosas obras, faltan muchos años). Yo siento que me robaron la dignidad, la tranquilidad, me robaron el placer que me daba ver las gotitas caer frente a mi ventana y casi, casi me roban la vida de un hijo...»
¡Esto es la inseguridad!
¿Se puede hacer algo? Sí, hay dinero para las obras necesarias, pero nos defraudan... los funcionarios no saben nada, miran la realidad desde un escritorio, apuestan a que llueva fuerte después de la elecciones, buscan soluciones de cartón, maquillajes de la mercadotecnia electoral, grandes negociados en ciernes con forma de "caños aliviadores" que colapsan en la garúa. Los legisladores piden informes, la mesa de entradas se llena de papeles, los técnicos e ingenieros hacen las cuentas, calculan litros por metro cuadrado como en juego virtual, como jugando al Estanciero, pero la gente se inunda aunque le pongan un sumidero más grande, carajo.
¿Por qué lo hacen, (mejor dicho) por qué no lo hacen? porque no se inundaron ellos, porque no les importa lo que no se ve, lo que está bajo tierra, lo que no es amarillo. Nosotros sabemos más, tenemos propuestas mejores y efectivas. No buscamos el lucro, no medramos con la desgracia, somos las víctimas.
Los bienintencionados piden informes respecto del diagnostico de los conductos existentes y la frecuencia y controles de limpieza de los mismos, como también de los sumideros, y reclaman el famoso plan hidráulico. La realidad nos despierta: ¡Ah, ingenuidad! Hay un negocio millonario que se llama "túneles aliviadores" o"entubamientos inútiles". Qué ingenuidad pensar en la idoneidad de los profesionales en el tema y creer en una supuesta independencia de la especulación en el negociado de las obras que los volvía referentes validos...
La naturaleza y la física son indefectibles: la CABA es una planicie que no desagota sus caños con la pendiente necesaria para que llegue al Río de la Plata, entonces, funcionan por vasos comunicantes, los caños se llenan de agua y colapsan, por eso no siven, y nos inundamos cada vez...
La desesperación nos engaña, la angustia no es buena consejera. La gente cree mágicamente en los caños y cree que si se gastan millones en algo, ese algo nos va a ayudar... pensamiento mágico recargado que nos devuelve al medioevo, la inquisición...
Hay una batalla cultural con el tema de las obras públicas... pero Holanda hace décadas que solucionó el tema... ¿qué, los europeos saben y nosotros somos unos sudacas inútiles? No, señora, no señor, hay un poco de ignorancia, un poco de desidia, un poco de imprevisión, un cacho de neoliberalismo, otro de suerte, mucha tilinguería... y el dinero público usado para estupideces mientras las obras importantes duermen en un escritorio municipal.
Mientras las encuestas no digan lo contrario...
2 comentarios:
Muy bueno, Daniel. El engendro de la 9 de julio es una clara prueba de lo que decís.
Lo que no se ve, no se hace, aunque sea imprescindible para mucha gente como Lorena.
Un abrazo
Decís "lo indecible" con asombrosa belleza...
Me identifico con las palabras de Lorena, "a todos nos robaron el placer que nos daba ver las gotitas caer frente a la ventana"... Los que se inundaron y los que no nos inundamos pero sufrimos por tener la conciencia clara que "la Patria es el otro".
Es increíble la desidia y la falta de respeto por el miedo -fundado- del otro.
Sigo lo que estás publicando sobre la organización de los que se inundaron. Dan muestras más que suficiente que están estudiando el tema. Pero parece que no son negocio. No les proponen un negocio a los responsables de ahí el desinterés...
Difundo la entrada para mostrar que la inseguridad es mucho más que un robo al boleo.
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