sábado, 8 de junio de 2013

LA GRANDINE







La gran ciudad graniza. Los ciudadanos corren a guarecerse de los proyectiles que caen sobre sus cabezas. Algunos están tan golpeados que no reaccionan, y siguen caminando como si nada. Otros miran hacia arriba y putean indignados. El señor de la palanca dice que él no fue. Sonríe y promete tiempos mejores, pero sigue granizando.

La ciudad está dividida. Hay una parte que avala el granizo, y los palos, y todo tipo de lluvia dramática que aleje a los indeseables, para que queden sólo los que hacen caso omiso a las tormentas; quien no tenga bote o galocha que se vaya. Hay otra parte que sopla contra los nubarrones, los rayos y centellas del señor de la palanca. En ese juego de tira y afloja, la soga se pone tensa, la cinchada está en peligroso punto muerto, los débiles siguen sufriendo. La vida se encandaliza mientras así está la cosa en la gran ciudad PRO. En la tele hay un sol radiante que desmiente la inundación y la mierda, pero afuera todo empeora a pasos agigantados. El mundo virtual desautoriza al servicio meteorológico. Enormes peleas se producen en el subte y los colectivos: que llueve, que no llueve, que es verdad, que es mentira, que la calle está rota, que el progreso tiene que doler y si no te gusta mudate. No hay cosenso en la gran ciudad tilinga, hipnotizada por las rémoras del pasado uno a uno que quiere volver.

Así está la cosa en la democracia que crece y tiene granitos en el puerto.

El señor de la palanca, virrey de la cofradía golpista, nos manda a sus muchachos, nos apalean en el hospital, en la calle, donde no se acepten las condiciones de mercado. Un grano de pus que no cesa, se multiplica. Muchos, recurrentes, amarillos. El intendente no se detiene en su avanzada reaccionaria a contramano de los tiempos de la inclusión democrática. Le gusta salar las heridas, y hacer una conferencia de prensa para explicar la receta colonizada de la new york city del sur que imagina, sin negros.

Cientos de zombis felices repiten el versito que sale del parlante. Arden las redes sociales. Vuelven las asambleas vecinales a discutir los planes de contingencia cuando se venga la pioggia. El señor de la palanca apuesta a que San Pedro lo ayude y llegue a las elecciones lo más seco posible.

¿Qué estamos esperando para desactivar la palanca y desalojar al susodicho del castillo de naipes? Necesitamos un viento fresco que barra la tempestad. Necesitamos develar complicidades y matufias que lucran con nuestra paciencia. Si no nos organizamos se viene el agua y nos pone culo pa arriba de nuevo...







Daniel
Mancuso



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