Una nueva frase, mágica, casi ominosa, provoca desvelo, angustia generalizada, miedo, navega las calles de la cabeza de goliat. Suena en la tele o en la radio, y ya no hay vuelta atrás. No hay terapia que pueda abordar la neurosis metropolitana ─que flota entre el deseo y lo que uno puede hacer─, porque el tiempo hace lo que se le canta las pelotas, y no hay diván que aguante tamaña desesperanza.
Hoy llovió otra vez. Fuerte. Mucho. Volvió a inundarse mi calle, y muchas otras por aquí y por allá, lejos y más lejos también. La lluvia, otrora efluvio poético sobre las chapas de cinc, está tomando trágico protagonismo en nuestra sociedad, sin distinción de distritos, ni administraciones gubernamentales. ¿Qué vamos a hacer? ¿Seguir cortando las calles, haciendo asambleas, juntando ropa y lavandina para las víctimas, batiendo parches para que destapen las bocas de tormenta, los conductos, los arroyos que surcan las ciudades? ¿Vale la pena seguir puteando en el aire a éste o al otro ineficientes? ¿Qué pasará si las lluvias continúan con esta intensidad como viene sucediendo, y seguro seguirá así? ¿Olvidaron que hay 15.000.000 de argentinos que viven en el área metropolitana? ¿Cuándo se encarará el problema entre Nación, Ciudad, Provincia y todos los municipios involucrados, en forma conjunta, fuera de chicanas electorales? ¿Seguiremos jugando a la ruleta rusa, apostándole a la suerte, ya que hoy tampoco hubo sudestada? Si los holandeses le ganaron al Mar del Norte, nosotros también podríamos encauzar tanta agua...
Ahora, salió el sol. La inacción gubernamental sigué incólume. Cada uno de los que sufrimos el temporal esta mañana, remedo de otras inundaciones, tenemos la misma sensación: este desasosiego nos mata cada vez que llueve, machucados, como cagados a palos, y lo peor, lo más asfixiante, es la certeza de que va a volver a ocurrir...
Hoy llovió otra vez. Fuerte. Mucho. Volvió a inundarse mi calle, y muchas otras por aquí y por allá, lejos y más lejos también. La lluvia, otrora efluvio poético sobre las chapas de cinc, está tomando trágico protagonismo en nuestra sociedad, sin distinción de distritos, ni administraciones gubernamentales. ¿Qué vamos a hacer? ¿Seguir cortando las calles, haciendo asambleas, juntando ropa y lavandina para las víctimas, batiendo parches para que destapen las bocas de tormenta, los conductos, los arroyos que surcan las ciudades? ¿Vale la pena seguir puteando en el aire a éste o al otro ineficientes? ¿Qué pasará si las lluvias continúan con esta intensidad como viene sucediendo, y seguro seguirá así? ¿Olvidaron que hay 15.000.000 de argentinos que viven en el área metropolitana? ¿Cuándo se encarará el problema entre Nación, Ciudad, Provincia y todos los municipios involucrados, en forma conjunta, fuera de chicanas electorales? ¿Seguiremos jugando a la ruleta rusa, apostándole a la suerte, ya que hoy tampoco hubo sudestada? Si los holandeses le ganaron al Mar del Norte, nosotros también podríamos encauzar tanta agua...
Ahora, salió el sol. La inacción gubernamental sigué incólume. Cada uno de los que sufrimos el temporal esta mañana, remedo de otras inundaciones, tenemos la misma sensación: este desasosiego nos mata cada vez que llueve, machucados, como cagados a palos, y lo peor, lo más asfixiante, es la certeza de que va a volver a ocurrir...
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