lunes, 30 de noviembre de 2009

¿INTERNET PARA TODOS?



Los blogueros conocemos el dulce néctar de Internet. Allí escribimos, navegamos, investigamos. A través de la red nos comunicamos y encontramos a otros compañeros de ruta hurgando en los barros del poder, que casi siempre quiere negarnos el conocimiento, una herramienta fundamental para ser libres...


El inventor británico del World Wide Web vale mucho más que su peso en oro. Tim Berners-Lee rechazó proposiciones tentadoras del sector privado para presidir un consorcio internacional que reúne a la elite de la Red. Su meta es que Internet esté al servicio del interés general...


¿Cómo explica el crecimiento formidable de la Red en los últimos diez años?

TIM BERNERS-LEE: Al comienzo, la Red se extendió gracias a la infraestructura de Internet ya existente, instalada en los años 70. Cuando tuve la idea de la Red, a fines de los 80, las computadoras de numerosas universidades e institutos de investigación ya estaban conectadas entre sí para intercambiar información. Por consiguiente, hay que rendir homenaje a los pioneros que crearon ese entramado antes de que surgiera la Red.

La Red se expandió con suma rapidez porque estaba descentralizada y nadie controlaba su crecimiento. Cualquier persona podía crear un servidor o un explorador sin necesidad de pedir el menor permiso a una autoridad central. En todo el planeta hubo entusiastas que entendieron que la Red iba cambiar la vida y se dedicaron a desarrollarla.

El hecho de que la Red sea un espacio abierto constituye un poderoso atractivo. Cualquiera puede leer lo que hay en ella y aportar a su vez una contribución. En cierto modo, todo el mundo parte en pie de igualdad. Esta impresión de que ofrece oportunidades ilimitadas ha sido un elemento decisivo de su éxito.

¿Puede beneficiar la Red a los que se hallan al margen de la innovación tecnológica?

No cabe duda de que las desigualdades actuales son negativas para todo el mundo. Pero la innovación por sí sola no puede resolver los problemas globales. Son los individuos los que han de decidir por sí mismos y hacer grandes esfuerzos en todos los planos para encontrar soluciones. En el pasado contamos con numerosos instrumentos. Internet es uno más que puede ayudar a recoger esos desafíos.

La idea de la Red es crear un espacio de información en el que la gente puede comunicarse de manera muy precisa: compartiendo sus conocimientos. La Red es más una innovación social que técnica. No ha introducido ningún cambio fundamental en la manera de pensar, de leer y de comunicarse de los seres humanos, pero ha aumentado considerablemente sus posibilidades por el mero hecho de entregarles información. La Red permite una enormidad de cosas, desde la simple lectura de un periódico en un pueblo aislado hasta una mayor colaboración entre individuos de países diferentes.

Pero pese a esta amplia gama de posibilidades, aún no sabemos cómo sacarle el máximo de partido. Espero que la multiplicidad de opciones que ofrece a cada uno contribuya a reformar la sociedad.

En su obra Weaving the Web, alude usted al peligro de que la Red llegue a ser controlada por un grupo pequeño de empresas, o que se coarte su desarrollo por razones comerciales. ¿Cuáles serían las consecuencias de una situación de esta índole?

El peligro surge cuando grandes empresas que venden computadoras y programas empiezan a controlar la información que uno recibe por Internet. Al distribuir computadoras o exploradores gratuitos, algunas empresas pueden impedir a los usuarios el acceso a los programas de sus competidores. Es posible incluso que los proveedores de acceso a Internet lleguen a acuerdos comerciales con ciertos sitios o páginas para que sean más accesibles que otros. Ya está empezando a ocurrir.

Por un lado, a los usuarios les parece justo que una empresa influya en su acceso a Internet si les procura computadoras y programas gratuitos, pero, por otro, es muy importante garantizar el derecho de cada cual a acceder libremente a la información. Ninguno de esos aspectos debe prevalecer sobre el otro.

Ignoro hasta qué punto las personas se dan cuenta de que ciertos intereses comerciales influyen en sus posibilidades de acceso a los diversos sitios de la Red. Y es muy difícil encontrar un equilibrio entre el derecho de las empresas a brindar servicios gratuitos o muy baratos y el respeto de la libertad de acceso de los individuos. Encontraremos una solución de compromiso aceptable socialmente.

Hay otro peligro: cuando una empresa se encuentra en situación de monopolio, empieza a modificar arbitrariamente las normas informáticas universalmente aceptadas y obliga a los competidores a someterse a ellas en vez de producir ideas innovadoras para mejorar el producto. Esto puede afectar al desarrollo de la Red.

La Red ha permitido una circulación mucho mayor de la información que algunos países procuran regular y controlar. ¿Qué opina al respecto?

Sé que, efectivamente, ciertos países estudian la posibilidad o tratan de controlar el acceso a la Red de los particulares pero eso es muy difícil ya que, gracias a Internet, la información circula de múltiples maneras. Cada cual no es más que un punto microscópico en este vasto sistema. Además, el control de la información es nocivo para las relaciones entre el gobierno y su población, y, a la larga, para la estabilidad del país.

También se han formulado llamamientos para que se instaure una censura en la Red. Pero en la mayoría de los países occidentales la censura no es vista con buenos ojos. Sin embargo, se admite cada vez más que los padres tengan el derecho y el deber de impedir que sus hijos visiten ciertos sitios. Así, nuestro consorcio desarrolló sistemas como el PICS (una plataforma para la selección de contenidos en internet), que permite a los adultos controlar el acceso de los niños a diversos sitios.

Los múltiples instrumentos de filtrado disponibles en el mercado son mucho más eficaces que la censura del Estado. La ley de un país sólo puede censurar los sitios que están dentro de su territorio, mientras los filtros se aplican a sitios de cualquier procedencia. Fundamentalmente, incumbe a los ciudadanos elegir los mecanismos sociales y el tipo de regulación que desean...


...En algunos países del Sur todavía es difícil conectarse a Internet por falta de líneas telefónicas. ¿Hay alguna solución?

En muchos países en desarrollo los servicios de telecomunicaciones son burocráticos y no aceptan competidores, cosa que facilitaría el acceso a Internet. Una de las soluciones sería utilizar la técnica de otro modo: habría que empezar por difundir las tecnologías inalámbricas para las comunicaciones básicas en las zonas rurales. Una vez instaladas las redes, esos emisores-receptores podrían converger con Internet eludiendo los ministerios responsables en la materia. En este sistema descentralizado no sería necesario dar una dirección de Internet ni un nombre de dominio. Existe ya una investigación en este ámbito y no cabe duda de que esas tecnologías pronto serán comercializadas y contribuirán a la utilización de Internet en el Sur. Sin embargo su expansión en ciertos países puede topar con los monopolios que detentan las empresas de telecomunicaciones, o con la voluntad de los gobiernos de controlar las comunicaciones. En ese caso, las Naciones Unidas debieran intervenir sensibilizando a sus Estados miembros respecto a las posibilidades que ofrecen dichas tecnologías.

También habría que financiar la traducción de la información que circula por Internet a diversos idiomas. Es importante que la Red respalde las culturas locales y no sirva únicamente para divulgar la cultura norteamericana. Hemos visto las dificultades con que se ha enfrentado el despegue de internet en Europa ya que los habitantes de ese continente no constituyen un enorme público monolingüe y monocultural. Será muy difícil franquear esta barrera en los países que practican una o varias lenguas poco habladas.

¿Puede hablarnos de la “Red semántica” en la que usted trabaja actualmente?

Tengo un sueño en dos partes para la Red. Primero veo que se convierte en un medio muy poderoso de comunicación entre los hombres. Luego, en la segunda parte, las computadoras cooperan. Las máquinas pasan a ser capaces de analizar todos los datos que circulan en la red: contenidos, enlaces y transacciones entre personas y computadoras.

La Red semántica irá a buscar la información a diversas bases de datos, tanto en catálogos en línea como en los sitios meteorológicos o bursátiles, y permitirá que toda esa información sea tratada por las computadoras. Hoy no es posible porque los datos en línea no son compatibles ni tienen el formato necesario para ser analizados directamente por las máquinas. Las páginas de la Red sólo están pensadas para la lectura humana.

La Red semántica responderá también a las aspiraciones de quienes desean contar con un programa de búsqueda que dé sólidos resultados. Los actuales entregan miles de páginas en respuesta a una sola pregunta. Ahora bien, es imposible estudiar el contenido de todas esas páginas. Con la Red semántica, el robot buscador te dirá: “He ahí un objeto que responde al criterio deseado, cosa que puedo garantizar matemáticamente.” En resumen, los robots de investigación se tornarán más fiables y más eficaces. Cuando mi sueño sea una realidad, la Red será un universo en el que la fantasía del ser humano y la lógica de la máquina podrán coexistir para formar una combinación ideal y poderosa.




La década pasada es el período en que Internet arruinó todo. Basta mirar a las industrias que sufrieron con el advenimiento de la Web: diarios, revistas, libros, televisión, películas y música. Minoristas de casi todas las ramas, desde autos hasta bienes raíces. Telecomunicaciones. Aerolíneas y hoteles. Donde sea que las empresas dependieran de la publicidad para ganar dinero, donde sea que obtuvieran ganancias por la falta de transparencia o de competencia, donde había lugar para limar asperezas, ahí sufrieron las industrias. Quizá recuerde todo lo que se decía en un principio sobre cómo Internet iba a cambiar todo y nos iba a adentrar en la tecno-utopía de un mundo feliz.

En fin, para llegar a esa tierra prometida primero tuvimos que sobrevivir al período que el economista Joseph Schumpeter denominó “destrucción creativa”, durante el cual Internet aplastó industrias enteras como si fuera un tsunami, arrasando lo viejo y podrido y a todos los que no estuvieran dispuestos a cambiar. De eso se trataron estos últimos 10 años, y no fue nada agradable.

Hablemos primero de los diarios. Uno nunca se imaginaría que en la era de la información, la principal víctima sería un portador de información. Pero ahí lo tienen. Los diarios están desapareciendo, en parte porque no se dieron cuenta de que estaban operando en la industria de la información, pensaron que su negocio estaba en plasmar tinta sobre papel y distribuir físicamente esas pilas de papel con infinidad de flotas de camiones y repartidores. Los diarios tardaron en migrar a la Web. Por un tiempo dieron vueltas al asunto, pensando que era algo temporario. Incluso cuando lanzaron sus propios sitios web, no lo hicieron muy convencidos, los crearon casi con desgano. Cuesta creer que una compañía que se dedica a las noticias no viera venir este cambio. Supuestamente se dedican a encontrar novedades, ¿no? Aún así, no supieron ver el cambio (y la oportunidad) más grande que haya impactado su negocio. Ver que los diarios cierran a causa de Internet es como ver que un tambo cierre porque los clientes ahora prefieren tomar la leche en saché y no en botella.

Los diarios están desapareciendo porque Internet los despojó de sus pequeños monopolios. Durante décadas casi no tuvieron competencia, por lo que podían cobrar lo que querían por cosas como publicar un pequeño clasificado. Esto era de cierto modo algo bueno, nos dice gente que ahora se lava las manos ante la desaparición de los periódicos. Bueno o malo, la verdad es que ya no existen, gracias a sitios como Craigslist (de clasificados online), que apareció y comenzó a brindar el mismo servicio sin cobrar un centavo.

La televisión está sufriendo la misma suerte. Durante décadas existieron tres grandes emisoras en Estados Unidos. No eran exactamente un monopolio, pero casi. Con tan poca oferta, las redes aglomeraban enormes audiencias y cobraban cifras astronómicas por su espacio publicitario. Luego apareció el cable, que trajo aparejado el incremento de la competencia. Esto generó cierto debilitamiento, pero la aparición de Internet fue la gota que colmó el vaso. De repente la cantidad de “canales” creció de modo exponencial. No tiene límites. Es infinita. Ese exceso de oferta repentino hizo que la televisión dejara de recibir pauta publicitaria, de ahí que gran parte de las transmisiones estén plagadas de basura de bajo costo, reality shows, canales de “noticias” que se parecen más a Jerry Springer que a Walter Cronkite, y Jay Leno cinco noches por semana en horario premium, en reemplazo de programas guionados (de mayor costo). Básicamente, la televisión se está yendo a pique y soltando lastre (bajando costos) para salvarse de la destrucción total. Puede que sea una solución temporaria, pero transmitir productos de mala calidad seguramente no es el mejor modo de sobrevivir.

La industria de la música sufrió todavía más. Primero apareció Napster, que distribuía música a costo cero. La soga salvadora en este caso la tiró Apple con su iTunes Store, pero forzó a las compañías de música a ceder el control de su industria a Steve Jobs. Y hablando de los comercios minoristas que vendían música… ¿se acuerdan que existían? Sí, niños, antes existían negocios físicos en los que uno podía entrar y comprar música, un CD o hasta discos de vinilo. Ya casi no se ven.

En cuanto a la industria del cine, Apple ahora ofrece a los estudios de cine la misma oferta de doble filo que hizo a las discográficas: “Ustedes concéntrense en hacer películas, nosotros nos ocupamos de la distribución digital”. Pero la gente de cine mantiene sus sospechas, y desde ya que preferiría llegar a un arreglo con muchos distribuidores digitales diferentes en vez de permitir que uno único concentre demasiado poder. Los estudios ahora se dan cuenta de que la revolución digital está afectando su negocio. Lo más que pueden hacer es desacelerar el proceso.

Pero no son únicamente las compañías anticuadas las que resultaron heridas por el crecimiento de Internet, incluso las de tecnología sufrieron algunos daños. Antes de que surgiera Internet, Microsoft reinaba sobre la industria de la computación. Las pequeñas empresas de software vivían a la sombra de Microsoft, y sabían que si su firma tenía mucho éxito, no pasaría mucho tiempo antes de que Microsoft les diera dos opciones: “O nos venden la empresa por migajas, o creamos un software que haga lo mismo que su producto y los fundimos”. Microsoft amenazó tanto a sus rivales como a sus socios, hasta que estos últimos se cansaron y recurrieron a la justicia, que en 2002 emitió un fallo antimonopólico contra el gigante del software.

Hoy en día nadie le teme a Microsoft. La compañía es un escollo torpe e inefectivo. Sin embargo, esto no se debe al Poder Judicial. Lo que hizo tambalear a Microsoft fue Internet. El modelo de negocios de Microsoft estaba basado en esperar que los demás innovaran, para luego hacer una copia barata de lo que los otros vendían. Microsoft se copió de Apple para hacer Windows. Copió a Lotus y WordPerfect para crear Excel y Word, y luego juntó las aplicaciones en un paquete de bajo costo que llamó Office. Se copió de Netscape Navigator para dar forma a Internet Explorer, y luego lo regaló, lo unió a Windows y destruyó a Netscape.

Pero el modelo de copiarse de los demás ya no funciona. ¿Por qué? Por un lado Microsoft se puso más lento, mientras que todos ahora son más veloces. Las nuevas compañías basadas en la Red, como Yahoo! o Google, precisan poco dinero para comenzar y pudieron crecer rápidamente. Google descubrió la publicidad mediante palabras claves y creció tanto y tan rápido que Microsoft no pudo contraatacar. Apple lanzó el iPod y luego la tienda iTunes, y para cuando Microsoft se dio cuenta de que vender música en Internet era un buen negocio, ya era demasiado tarde: Apple estaba bien afianzado.

Lo mismo pasó con Amazon (el mercado de venta online), con el libro electrónico Kindle y con los servicios informáticos “en nube”. Microsoft ahora corre para ver si alcanza a esas compañías, mientras invierte recursos y energías en defender a sus productos que generan ingresos, como Windows y Office.

Es un caso de estudio que bien podría estar incluido en el libro del profesor de Harvard Clayton Christensen “The Innovator’s Dilemma” (“El dilema del innovador”). Microsoft es demasiado grande como para desaparecer por la oleada, pero está muy anclado en el viejo mundo como para triunfar en el nuevo. Está pasando rápidamente a ser irrelevante, quizá no tanto como un diario común, pero casi.

Internet cambió casi todos los aspectos de nuestras vidas durante la última década. ¿Para bien o para mal? Eso depende de a quién le pregunte.





“Internet representa el riesgo de ataque nacional número uno en Virginia, América o en cualquier parte del mundo. Hace plantearse si de verdad hubiera sido mejor que nunca hubiéramos inventado Internet. Todo el mundo está siendo atacado, cualquiera puede hacerlo. Pueden derrumbar el país, acabar con la Red Eléctrica, el Sistema Bancario. Es un problema aterradora y espeluznantemente grande, incluso aún más inmenso y me pregunto qué podemos hacer al respecto.”

JAY ROCKEFELLER,
Senador de los EE.UU



Esta historia recién empieza, nuevas batallas tendran lugar en las calles, en el Congreso, en los medios y en Internet también. Batallas por la libertad...

Daniel Mancuso


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