La calle es un sitio maravilloso si lo pintamos de arte y sorpresas, una comunión sincera, de ojos que se miran, cuerpos que se tocan, almas conectadas...
Quienes hemos trajinado en la calle con nuestro arte, a veces gratis, a veces por unas monedas, pero siempre buscando sonrisas, sabemos que la felicidad se puede encontrar en una plaza o un baldío con aplausos y complicidades.
Como en una marcha, al son de los gritos y los petardos, con bombos aturdiendo y banderas escondiendo el cielo; el corazón se nos llena de dicha en la calle humanizada, la enorme dimensión mundana vuelve a la escala humana, y le gana al cemento y al mercado. El canto de la vida es un paraiso que deberíamos repetir más seguido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario