El tipo se levantó y escuchó que hubo 2 muertos de la misma hinchada pero de bandos enfrentados que no supieron evitar la fatalidad. No se sorprendió. Está acostumbrado a las violencias cotidianas. Entrena desde hace años mirando televisión, soportando noticieros y malas noticias. Desayunó rápido y salió a trabajar. Llegó a la parada agitado. El colectivero arrancó en sus narices cuando estaba a sólo 2 metros del estribo y le cerró la puerta en la cara con una sonrisa contenida y un gesto de esperá el de atrás que viene en 15'. Llegó tarde y perdió el presentismo. El colectivo en el que viajaba se metió adentro de una farmacia y aplastó a 3 clientes y una viejita de la vereda. Se bajó con la frente sangrando y se fue caminando, aturdido.
El jefe le ladró por el interno unos 7 minutos, dándole indicaciones. Pasó la mañana atiborrado de papeles y carpetas. Otra vez no pudo salir a almorzar. Tenía que hacer el laburo de tres compañeros que ya no estaban y que no serían repuestos. Comió un sánguche de milanesa vieja del quiosco de la esquina y se atragantó con una coca light. Siguió toda la tarde tratando de terminar a tiempo, es decir, 2 horas después de su horario que no serían computadas como horas extras pero sí serían consideradas como compromiso para con la empresa. El jefe se fue a las 18, no sin antes advertirle que una pila de carpetas mayor a las de ese día lo estaban esperando para el día siguiente.
Salió de noche, el colectivo tardó 35 minutos en venir, se cagó de frío y de embole, 64 minutos en llegar a destino. Estuvo un rato largo tratando de cruzar la avenida, los semáforos no andaban y los automovilistas jugaban a pisarlo si ponía un pie en la calzada. Un mendigo acurrucado en la puerta del banco le pidió una moneda y como no tenía le dejó un billete de 2 pesos y 3 cigarrillos negros. Caminó 8 cuadras hasta casa. Fumó el último cigarrillo del segundo atado del día, mientras pensaba cómo iba a pagar el alquiler que se le iba al doble con el contrato nuevo. Pisó algo blando al abrir la puerta de calle, era sin dudas, un recuerdo de Rottweiler o gran danés de algún h de p del barrio, que salió a cagar las veredas ajenas mientras hacía la digestión.
Cenó solo. La flaca se fue a dormir temprano para llegar al hospital a las 5, a lo mejor conseguiría turno para el ginecólogo. El nene se fue a lo de la abuela, no tuvo clases una semana porque en la escuela no había ni gas ni agua corriente. Encendió la tele, bajita. Miró un reportaje a una dirigente rubia y gordita (cama solar), que auguraba desocupación, inflación, recesión y vacas flacas. Después, apareció un pelirrojo (dicen que es millonario), el tipo sonreía y decía que era igual a él, que tenía los mismos problemas que él y le pedía que lo ayude. Tomó un sertal, le dolía la panza. Una morocha con el pelo recogido y una papa en la boca hablaba de que no conseguía monedas y que no le alcanzaba la plata. No le pareció que esa mina viajara en colectivo ni tuviera problemas económicos, se aburría.
Hizo zapin, a ver si encontraba algo tranquilo... vampiros reventados a escopetazos... un policía cagándose a tiros en un galpón de narcos... unos aviones de combate bombardean un edificio lleno de terroristas... un tipo le corta la garganta a otro y se va a tranzar a la mina aterrorizada... una camioneta 4x4 negra persigue a un auto amarillo, tiros van, tiros vienen, rompen todo a su paso... una flaca rubia, con una espada, quiere vengarse de kung fú...
Mejor vamos a dejar las películas. Animalitos... eso, animalitos, a ver... unos leones acechando una manada de ciervos a punto de tomar agua... corren, corren, zas... qué buen zarpazo, che, mira como se lo morfa. Uh, que tarde se hizo...
Daniel Mancuso
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