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Con una fortuna estimada en 200 millones de dólares, el aspirante a diputado bonaerense se ufana de ser él mismo quien financiará su campaña. Cuánto le costó instalarse en el electorado. Los acuerdos publicitarios. Cómo se construye un candidato, peso por peso. Es el candidato que se inventó a sí mismo...
En política, todo tiene su precio. Y a Francisco de Narváez le sobran billetes para pagarlo, con esa contundencia inopinable que poseen los fajos cuando se los apila uno sobre otro, y así varias veces, hasta que la gente recuerde el nombre de un candidato. “El Colorado no sólo la tiene, sino que la pone”, resumen con pragmatismo sus laderos, experimentados operadores duhaldistas que saben cómo sacarle provecho a una billetera robusta.
En un escenario de figuras políticas desteñidas, el verde intenso de la fortuna de De Narváez se impone. Ya lo hizo dos semanas atrás, cuando el PJ disidente anunció sus candidatos bonaerenses para las elecciones legislativas de junio. Fue en una mesa chica, de la que participaron Eduardo Duhalde, Felipe Solá, el Colorado y no muchos más. El tema a discutir era quién iría primero en la lista: Solá, que venía con las cucardas de su pasado como funcionario, incluida una gobernación, y envalentonado por su ruptura chacarera con el kirchnerismo, o De Narváez, un empresario new age, con un tatuaje en el cuello y nacido en Colombia, que entró en política tras la crisis de 2001 y en 2005 ingresó a la Cámara de Diputados de la Nación, siendo hasta hace poco un desconocido para las urnas.
En esa cumbre, Duhalde, con paciencia de padre mayor y letra de almacenero, desplegó sobre una hoja los gastos básicos para afrontar una campaña en el territorio que tanto conoce: actos, traslado, impresión de las boletas, cash para punteros y locales partidarios, sueldo de fiscales de mesa, cartelería en vía pública, publicidad en TV y algún otro ítem más. Al ex presidente la cuenta, grosso modo, le dio unos 20 millones de pesos. Levantó la vista y le preguntó a Solá si podía reunir esa cantidad. “No, no puedo”, respondió Felipe, superado por la situación. “Bueno, él sí puede”, dijo Duhalde, señalando a De Narváez, que de hecho ni siquiera necesitaba juntar el dinero. Ya lo tenía apilado.
Con una fortuna estimada en más de 200 millones de dólares, el despliegue electoral del Colorado es avasallador. No posee experiencia política ni un pasado épico de militancia adolescente.
Tampoco es un orador carismático y no se caracteriza por la originalidad de sus ideas: el suyo es un típico discurso de derecha, con la inseguridad como remanido caballito de batalla. “Guerra terminal al delincuente y al narcotraficante”, dijo hace poco, despejando dudas.
Para empardar sus baches de formación, el hombre de los tattoos se puso en campaña allá por 2006 y nunca paró. Su maquinaria propagandística es constante: no deja pared sin carteles ni picos de rating sin spot publicitario, y también multiplica su nombre por Internet. Se construyó, peso por peso, millón por millón, una identidad electoral de póster, que así y todo lo llevó a ser la cara visible de la oposición que más inquieta al kirchnerismo: la del propio partido. Porque De Narváez se reivindica peronista de Perón. A su forma, claro. Como cuando en 2004, en un remate en la casa Christie’s, pagó 93 mil dólares por un uniforme de gala del General y otros 148 mil dólares por su biblioteca personal.
Lo que no se tiene, se compra. Así de simple.
No problem. La lista que Duhalde punteó ante el desconsuelo de Solá incluía una serie de gastos de campaña que están a un golpe de billetera para el Colorado:
- Actos: organizar uno para 5 mil personas ronda los 40 mil pesos.
- Traslado: De Narváez se mueve en su avión privado (un Cessna Citation Excel, de diez plazas, valuado en más de 6 millones de dólares) y alquilar un micro para viajar por el interior de la provincia cuesta desde 1.000 pesos en adelante.
- Encuestas: un estudio de opinión de mil casos ronda los 30.000 pesos.
- Impresión de boletas: 650 mil pesos valen las 10 millones y medio de boletas que se necesitan según el padrón electoral bonaerense.
- Fiscales: casi 3 millones de pesos. Son 28.000 fiscales, entre generales y de mesa, a razón de 150 pesos de sueldo para cada uno.
Un ítem aparte merece la publicidad, verdadero nervio político del empresario. La última muestra de esta forma de hacer campaña fue el pasado sábado 28 de marzo, en el partido de la selección argentina de fútbol ante Venezuela. Con el estadio Monumental repleto y más de 8 millones de espectadores en todo el país, el Colorado se mostró sonriente desde un palco preferencial junto a su esposa, Agustina Ayllón, madre de dos de sus cinco hijos y embarazada de un sexto. Aunque es probable que no haya pagado las entradas, en ese evento, que llegó a tener picos de hasta 42 puntos de rating, De Narváez invirtió unos 560 mil pesos, según informaron en Torneos y Competencias (TyC), la empresa encargada de la transmisión. Ese día, en poco más de dos horas, el Colorado gastó casi el 20 por ciento de lo que, con toda la furia, sueña con poder invertir uno de los candidatos de mediana envergadura que en junio competirán con él.
Durante el partido, además de los cuatro zócalos que se vieron en la base de la pantalla, con slogans sobre la inseguridad y tasados en 2.900 pesos el segundo, el paquete que arregló con la gente de TyC incluyó que fuera “ponchado” por las cámaras en tres oportunidades, dos en el primer tiempo y otra a mitad del complemento. Publicidad no tradicional (PNT), que le dicen, por la que De Narváez pagó unos 45.000 pesos.
Una movida similar viene haciendo durante los últimos veranos en los torneos playeros que transmite Fox Sports. El diputado sabe que el fútbol “garpa” a la hora de sumar votos. No sólo se lo dicen los consultores que lo aconsejan, como Ramiro Agulla, o las agencias González Taboada/Guevara y Carlos Souto/TCC SA. Tiene el ejemplo vivo de su primer socio político, Mauricio Macri.
Ambos empresarios se conocieron en 2001, pero el debut del Colorado fue en 2003, una vez más, poniendo plata: donó 42 mil pesos para el intento de reelección de Carlos Menem, con el sueño de tener lugar en un gabinete que nunca fue. La leyenda dice que cuando en el búnker del riojano la decisión de bajarse de la segunda vuelta era cosa juzgada, el empresario ofreció 8 millones de pesos para pagar a los fiscales, en un intento por seguir hasta el ballottage.
Seis meses después de esa frustración, fue uno de los empresarios que acompañaron al ex presidente Néstor Kirchner en una misión oficial por Alemania. Pero De Narváez nunca logró ganarse la confianza del santacruceño. En octubre de 2005, ya como miembro del grupo duhaldista “El General”, fue electo diputado nacional, y en 2007, con la idea fija de ser gobernador, tuvo un acercamiento fallido al ex ministro de Economía Roberto Lavagna. El Colorado terminó haciendo campaña por la suya, en dupla con Jorge Macri. Consiguieron 1.049.000 votos, pero la relación con el primo del jefe de gobierno porteño terminó mal. Problemas de caja, deslizaron. Ahora, con el ariete del “Pro-peronismo” en funcionamiento, De Narváez volvió a reafirmar sus vínculos con Mauricio. Tienen mucho en común.
Tío rico. Casado, divorciado y vuelto a casar –su actual esposa tiene 18 años menos que él–, De Narváez disfruta de los deportes, en especial del polo y el footing, es fanático de las canciones de Alejandro Lerner y cree en la reencarnación, en especial después de que en 1992, agobiado por problemas de negocios, intentara volarse la cabeza en una habitación del Hotel Hyatt.
Junto a su cuenta bancaria, otro sello del Colorado son sus dos tatuajes: uno en el brazo derecho, con la leyenda oriental “crisis es oportunidad”, y otro en el cuello, una serpiente de agua, su signo en el horóscopo chino. El diputado cree tanto en los astros como en las encuestas por las que paga y que le dicen que tiene chances de dar el golpe en junio. “Hoy está 6 puntos por debajo de Kirchner, pero con una tendencia en alza”, asegura uno de sus lobbistas, oriundo del duhaldismo. “Francisco baja mucha plata a los municipios y eso permite armar militancia y montar locales partidarios”, agrega un operador kirchnerista, que comparte cafés con sus viejos colegas que hoy están en la vereda de enfrente.
Nacido en 1953 en Bogotá, Colombia, la familia De Narváez llegó a la Argentina cuando el Colorado tenía apenas 3 años. Se nacionalizó en 1983, para votar a Raúl Alfonsín. Su abuelo materno, Karen Steur, de origen checo, le enseñó a hacerse lugar en el negocio familiar: la hoy desaparecida cadena de supermercados Casa Tía, que en los ’90 se hizo fuerte en el comercio minorista. A los 17 años entró como cadete y en menos de una década trepó hasta la gerencia. En el medio, se peleó feo con su hermano Carlos, al que un día echó de la empresa sin que le temblara el pulso. En 1999, en el momento justo, vendió Casa Tía a un precio soñado: 638 millones de dólares, de los cuales le correspondieron 200 millones.
Dos años antes, su familia también se había desprendido del shopping Paseo Alcorta. Con la plata que le tocó, De Narváez hizo más plata. Sus principales inversiones fueron premonitorias: compró parte de América TV (incluida la señal de cable América 24), se alzó con acciones de los diarios económicos Ámbito Financiero y El Cronista, e ingresó a radio La Red.
En 2002 obtuvo la explotación del predio de La Rural de Palermo en una controvertida –y ventajosa– operación que le valió una causa judicial que se mantiene activa. A mediados de 2008 su grupo también adquirió el 60 por ciento de la compañía Clan Comunicación e Imagen, dedicada a la cartelería en la vía pública y a la arquitectura publicitaria. Con este multimedios propio, el Colorado comenzó a pensar en su operativo propagandístico.
Pauta. “Si se toma un período de diez días, un paquete de spots en radios y canales de aire se factura unos tres millones de pesos. Y esto si se trata de apariciones modestas, algo que por cierto no es el estilo del Colorado, que compra siempre lo más caro”, comenta el tesorero de uno de los candidatos que competirán con De Narváez en la provincia, que cuenta con un presupuesto más humilde.
Los avisos del Colorado, que llegan a durar unos 13 segundos en promedio, se ven en el prime time de todos los canales de aire y cable: los domingos en Fútbol de Primera, por Canal 13, con el segundo tasado en 2.000 pesos (26.000 pesos el spot, incluidos los descuentos), o en la tira Valientes, donde vale unos 2.700 pesos (35.100 el spot). Un precio similar paga por que su rostro aparezca en Los exitosos Pells, en Telefé. En TN, tres mil segundos de spots en 15 días le suponen unos 163 mil pesos más IVA. A esto hay que sumarle los hasta 300 mil pesos que puede pagar por publicitar los domingos en diarios nacionales o los 380 mil pesos que le pueden costar 300 mil afiches impresos y colocados en la vía pública. Siempre y cuando no los coloque su propia empresa.
También le alcanza el paño para las gigantografías, que van de 6.000 a 20.000 pesos por mes, según el tamaño y la ubicación, e incluso para las llamadas “columnas espectaculares”: esas moles que lo muestran sonriente por Panamericana y Acceso Oeste, y que cuestan unos 40 mil pesos por mes. Un lujo que no todos los candidatos pueden darse.
La artillería de la campaña colorada también hace pie en el mundo virtual: a su famoso Mapa de la Inseguridad, en el que se pueden denunciar robos, violaciones y otros delitos, le suma tres páginas personales y su cuenta de Facebook, donde administra el grupo “Todos contra la inseguridad”, que cuenta con más de 14 mil miembros. Ya en la campaña de 2007 había sido pionero en llevar su afiches al entorno 3D de Second Life, montando un comité de campaña virtual. Ese año, dos especialistas consultados por esta revista estimaron los gastos de campaña en 10 millones de dólares.
Para organizar todas estas fuerzas, De Narváez descansa en la sabiduría de Duhalde y sus armadores, y en la Fundación Unidos del Sud, el think tank que hace varios años tiene montado en Las Cañitas, donde unos 125 cuadros técnicos elaboran “políticas de gobierno” y por el que paga 400 mil pesos mensuales.
Cualquiera que haya intentado llevar la cuenta de los gastos se habrá perdido a mitad de camino. No importa: los números más elocuentes van a venir cuando el 29 de abril próximo, oficialmente, se abra la contienda electoral. Ahí, sin olvidar su sueño de ser gobernador en 2011, De Narváez se propone no dejar en pie un ladrillo que no tenga escrito su nombre.
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