LETRA: Manuel J. Castilla y MÚSICA: Gustavo (Chuchi) Leguizamón
Eulogia Tapia en La Poma
al aire da su ternura
si pasa sobre la arena
y va pisando la luna.
El trigo que va cortando
madura por su cintura.
mirando flores de alfalfa
sus ojos negros se azulan.
El sauce de tu casa
está llorando
porque te roban, Eulogia
carnavaleando.
La cara se le enharina,
la sombra se le enarena
Cantando y desencantando
se le entreveran las penas.
Viene en un caballo blanco
la caja en su mano tiembla
y cuando se hunde en la noche
en una dalia morena.
Cielo arriba de jujuy
Camino a la puna me voy a cantar
Flores de los tolares
Bailan las cholitas el carnaval
En los ojos de las llamas
Se mira solita la luna de sal
Y estan los remolinos
En los arenales dele bailar
Ramito de albahaca
Niña yolanda donde estara
Atras se quedo alumbrando
Su claridad
Flores de los tolares
Bailan las cholitas el carnaval
Jujeñita quien te vio
En la puna triste te vuelve a querer
Mi pena se va al aire
Y en el aire llora su padecer
Me voy yendo volvere
Los tolares solos se han vuelto a quedar
Se quemara en tus ojos
Zamba enamorada del carnaval
Ramito de albahaca
Niña yolanda donde estara
Atras se quedo alumbrando
Su claridad
Vuelvo a las abajeñas
Ya mi caballito no puede mas
Arenosa, arenosita
mi tierra cafayateña
el que bebe de tu vino
gana sueño y pierde penas.
El agua del calchaquí
padre de toda la siembra
cuando uno se vá y no vuelve
canta llorando y lo sueña.
estribillo
Arena, arenita
arena tapa mi huella
para que en las vendimias
mi vida yo vuelva a verla.
Luna de los medanales
lunita cafayateña
luna de arena morena
en carnavales de ausencia.
Deja que beba en tu vino
la savia cafayateña
y que me pierda la cueca
cantando antes que me muera.
Esta tierra es hermosa
Esta tierra es hermosa.
Crece sobre mis ojos como una abierta claridad asombrada.
La nombro con las cosas que voy amando y que me duelen;
Montañas pensativas, lunas que se alzan sobre el chaco
Como una boca de horno de pan recién prendido,
Yuchanes de leyenda
En donde duermen indios y ríos esplendentes,
Gauchos envueltos en una gruesa cáscara de silencio
Y bejucos volcando su azulina inocencia.
Todo eso quiero.
Y hablo de contrapuntos encrespados
Y de lo que ellos para virilmente sangrientos
Cuando el vino en la muerte es un adios morado.
Esta tierra es hermosa.
Déjenme que la alabe desbordado,
Que la vaya cavando
De canto en canto turbio
Y en semilla y semilla demorado.
Ocurre que me pasa que la pienso despacio
Y que empieza a dolerme casi como un recuerdo,
Y sin embargo, triste, la festejo.
Mato los colibríes que la elogian
Como quien apagara los pétalos del aire.
Hondeo como un niño ángeles y campanas
Y cuando así, dolido, la desnudo,
Cuando así la lastimo,
Me crece, ay, una lágrima en la que apenas si me reconozco.
Digo que me le entrego.
Digo que sin saber la voy amando,
Y digo que me vaya perdonando
Y en un perdón y en otro que le pido
Digo que alegremente voy sangrando.
Dice el Cuchi de Manuel J. Castilla: "El Barbudo era un tipo maravilloso. Extraordinariamente exitoso y aún más sabio como compañero. Mire, nosotros teníamos un amigo, don Juan Riera, quien era propietario de una panadería en la calle Lerma. Manuel todas las mañanas le compraba el pan calentito, pero una vez al Barbudo lo dejaron sin trabajo en el diario El Intransigente, entonces no fue más. Pero al poco tiempo Rierita comenzó a llevarle personalmente el pan de la mañana. Manuel le dijo que no lo aceptaba porque no podía pagarlo y ¿sabe qué le contestó Rierita? ‘Antes cuando usted podía, venía y me compraba el pan, pero ahora que no puede es mi obligación llevárselo todos los días’. Mire qué filosofía."
Manuel J. Castilla nació en la casa ferroviaria de la Estación de Cerrillos (Salta), el día 14 de agosto de 1918. Realizó estudios primarios en la Escuela Zorrilla para luego estudiar el secundario en el Colegio Nacional de su provincia natal.
Se dedicó al periodismo y las letras. Es uno de los escritores fundadores del grupo "La Carpa". Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales, publicó los siguientes poemarios:
Agua de lluvia (1941), Luna Muerta (1944), La niebla y el árbol (1946), Copajira (1949,1964, 1974), La tierra de uno (1951, 1964), Norte adentro (1954), El cielo lejos (1959), Bajo las lentas nubes (1963), Amantes bajo la lluvia (1963), Posesión entre pájaros (1966), Andenes al ocaso (1967), Tres veranos (1970), El verde vuelve (1970) y Cantos del gozante (1972), Triste de la lluvia (1977), Cuatro Carnavales (1979). También publicó un texto en prosa: De solo estar (dos ediciones en 1957) y el libro Coplas de Salta (1972, con prólogo y recopilación de Castilla).
En 1957 obtuvo el Premio Regional de Poesía del Norte (trienio 1954-56, Dirección General de Cultura de la Nación), por su libro Norte adentro fue galardonado con el Premio "Juan Carlos Dávalos" para obras de imaginación en la producción literaria (trienio 1958-60, Gobierno de Salta) por el poemario El cielo lejos, y con el Premio del Fondo Nacional de las Artes (Mendoza, Trienio 1962-64) por su libro Bajo las lentas nubes. En 1967, recibió el Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más importantes distinciones se incluyen el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1973-75). Falleció en Salta, el 19 de julio 1980 por razones de diabetes.
En la escritura de Manuel J. Castilla convergen narración, poesía y mito. En el libro De sólo estar, la estructura prosaica y la intensidad lírica condensan la presencia de los mitos del tiempo y del carnaval. La línea de conciencia social trazada por Castilla en su producción lírica y narrativa es fundante en la literatura del NOA y posteriormente otros escritores retomarán esa problemática, como Héctor Tizón, Daniel Moyano, Francisco Zamora o Carlos Hugo Aparicio.
LETRA: Manuel J. Castilla y MÚSICA: Gustavo (Chuchi) Leguizamón
A orillitas del canal
Cuando llega la mañana
Sale cantando la noche
Desde lo de balderrama
Adentro puro temblor
El bombo con la baguala
Y se alborota quemando
Dele chispear la guitarra
Lucero, solito
Brote del alba
Donde iremos a parar
Si se apaga balderrama
Si uno se pone a cantar
Un cochero lo acompaña
Y en cada vaso de vino
Tiembla el lucero del alba
Zamba del amanecer
Arrullo de balderrama
Canta por la medianoche
Llora por la madrugada.
al aire da su ternura
si pasa sobre la arena
y va pisando la luna.
Antonio Balderrama y Remigia Zurita tenían una picantería donde se podían degustar los mejores platos regionales. El local era uno de los preferidos por los artistas salteños. En 1954, sus hijos: Daría, Celestino y Juan, decidieron independizarse y fundaron el famoso boliche que se encuentra desde siempre en el mismo lugar.
Nunca imaginaron, quizás, que este local ubicado en calles San Martín y el Canal del Esteco de la capital Salteña, llegaría a ser el "templo del folclore argentino".
La casona fue musa inspiradora de una zamba que cantada por Mercedes Sosa hizo conocido y popular a este local de comidas y folclore. El autor de la letra de la zamba Balderrama fue el poeta Manuel José Castilla y la música inconfundible es de Gustavo "Cuchi" Leguizamón.
Era un simple bodegón, con pisos de ladrillo y techos de zinc. Siempre fue el punto de encuentro de los artistas Salteños, que se juntaban allí hasta la madrugada y después de sus actuaciones se quedaban guitarreando hasta que el Sol les decía basta
A orillitas del canal, entre medio de bailantas, suenan las guitarras y el bombo, mientras se canta Balderrama. En el boliche nacieron zambas y entuertos, amoríos y poemas. El sol encegueció trasnochados y bohemios, mientras poetas pedían el almanaque, para reconocer la fecha que se levantaban de la mesa.
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