LA CALESITA

Tres caballos iguales, pero de distinto color, corren a un enorme león que no asusta a nadie. Los jinetes entusiasmados, suben y bajan, azuzan insistentes, pero no lo alcanzan. El león tiene un avioncito delante que no lo deja pasar. El avión no avanza ni levanta vuelo porque un cisne y un chancho le tapan la delantera para que el bambi persiga al helicóptero verde claro con las hélices cansadas. Dos autitos antiguos, uno negro y otro azul, no corren ni tocan bocina, se quedan en su lugar para evitar el pozo que está cerquita. Es una vieja herida en la madera gastada, que tantos saltaron para subirse a los tres caballos iguales pero de distinto color. A veces, una sortija o algunas moneditas amarillas se caen por el agujero y miran desde abajo como pasa el alborozo, todo se pone negro, entusiasmo a todo volumen, todo negro, regocijo irrestricto, todo negro y así... el agujero da vueltas también.

Entre canción y canción, todos están quietitos, los motores apagados y los rugidos contenidos, esperando pasajeros, para empezar a girar incansables, miles de vueltas y algunas rayaduras, compartiendo sonrisas mudas y alegrías balbuceantes. Cantan las mismas canciones que suenan desde hace mucho, cuando empezaron a pasear, dando vueltas y vueltas, volviendo al mismo lugar.

Y el sol que no calienta nada porque vino el invierno se sube a cantar con los pibes hasta que pasa una nube y lo hace bajar. De pronto se cuela el viento que despeina a unos cuantos y se baja y se sube sin avisar. Y se lleva a volar una canción de las más viejas para que alguien la escuche y la nostalgia lo invite a dejar lo que está haciendo, para que traiga a sus hijos a la felicidad.