martes, 8 de julio de 2008

HAMLET LIMA QUINTANA


Teoría de los buenos deseos

Que no te falte tiempo
para comer con los amigos
partir el pan,
reconocerse en las miradas.

Deseo que la noche
se te transforme en música
y la mesa en un largo
sonido de campanas.

Que nada te desvíe,
que nada te disturbe
que siempre tengas algo
de hoy para mañana

y que lo sepas dar
para regar las plantas
para cortar la leña,
para encender el fuego,
para ganar la lucha,
para que tengas paz.

que es la grave tarea
que me he impuesto esta noche
hermano mío.



Cielo blanco

No veo el cielo madre, sólo un pañuelo blanco
no sé si aquella noche yo te estaba pensando
o si un perfil de sombras me acunaba en sus brazos
pero entré en otra historia con el cielo cambiado.

No me duele la carne que se fue desgarrando
me duele haber perdido las alas de mi canto
las posibilidades de estar en el milagro
y recoger las flores que caen de tu llanto.

No quiero que me llores, mírame a tu costado
mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado
mi voz está en las voces de los "iluminados"
que caminan contigo por la ronda de Mayo.

No quiero que me llores ahora que te hablo
mi corazón te crece cuando extiendes las manos
y acaricias las cosas que siempre hemos amado
la libertad y el alma de todos los hermanos.

No sé si aquella noche amanecí llorando
o si alguna paloma se me murió de espanto
la vida que ha esperado tanto
es el cielo que crece sobre tu pañuelo blanco.

No quiero que me llores, mírame a tu costado
mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado
mi voz está en las voces de los "iluminados"
que caminan contigo por la ronda de Mayo.



Zamba para no morir (1965)

Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer.
Voy quedándome solo al final,
muerto de sed, harto de andar.
Pero sigo creciendo en el sol,
vivo.

Era el tiempo viejo la flor,
la madera frutal.
Luego el hacha se puso a golpear,
verse caer, sólo rodar.
Pero el árbol reverdecerá
nuevo.

Al quemarse en el cielo la luz del día
me voy.
Con el cuero asombrado me iré,
ronco al gritar que volveré
repartido en el aire a cantar,
siempre.

Mi razón no pide piedad,
se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual,
sólo dormir, verme borrar.
Una historia me recordará
siempre.

Veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer,
hoy como ayer, siempre llegar.
En el hijo se puede volver
nuevo.




Hay hombres que caminan por las calles
con un sol en la frente, un diamante de luz,
con hambre de otra vida, con aire de combate,
hay hombres que se sientan a la mesa
y reparten su pan con gusto solidario.

Hay hombres que despiertan y sonríen
mientran dicen: hoy es el día.
Dan la mano como un acto de fiesta,
saludan como cantando un himno.

Hay hombres que de noche tienen sueños justos,
destierran ángeles corruptos
y al despertar, para salvar la tribu
van presurosos a sus puestos de lucha.
Esos que son así, como usted, son los hombres libres.






Juanito Laguna remonta un barrilete
(Hamlet Lima Quintana - René Cosentino)

Si Juanito Laguna llega a la nube
es el viento que viene, lo ama y lo sube,
es el nombre Juanito en la cañada
es el nombre Laguna, casi no es nada.

Corazones de trapo sueñan la cola.
Palomita torcaza su cara sola,
si Juanito Laguna sube y se queda
es, tal vez, porque puede,
puede que pueda.

¡Ay! Juanito Laguna
Volará el barrilete con tu fortuna.

Con el viento la caña silba una huella
y la huella se pierde, Juanito en ella.
Si Juanito Laguna le presta un sueño
es el canto que sube hasta su dueño.
Es un ojo en el aire, es carta y sobre:
Barrilete Laguna, Juanito Pobre.
Si Juanito Laguna sueña conmigo
volveré en barrilete para mi amigo.




El poeta Hamlet Lima Quintana murió el 21 de febrero de 2002 por la tarde a los 78 años, víctima de un cáncer de pulmón. Y las letras argentinas, la poesía inolvidable del folklore popular incrementó aquel vacío que fueron dejando Manuel J. Castilla (1980), Jaime Dávalos (1984), Armando Tejada Gómez (1992), Gustavo “Cuchi” Leguizamón (2000).

Pero al igual que ellos, Lima Quintana no se fue del todo. Se fue con el cuerpo asombrado y la voz ronca de gritar que volverá, como prometía en aquella emblemática letra de Zamba para no morir. El se quedará en sus letras, en la voz del pueblo y los músicos que llevan su palabra imprescindible por los escenarios, del país y el mundo.

Con esa canción inolvidable, compuesta junto a Mario Arnedo Gallo, y La amanecida unos años antes, Lima Quintana fue uno de los que rompió el molde del folklore ortodoxo, habituado hasta entonces al relato costumbrista o paisajístico.

En 1953 escribió La amanecida: “Monte de soledad/nos vamos bebiendo el día/y un andar por la tierra salobre/de lágrimas perdidas”. Fue un hito de la transformación del canto folklórico latinoamericano, con la incorporación de la metáfora, la magia poética, la imagen y el sentido. Fue muy criticado por los sectores más conservadores de la música nativa, pero en cambio muy bien recibida por los intérpretes y el público. Los conjuntos y los solistas comenzaron a elegirlo, y cantar las canciones con letra suya, como la huella La cuatrereada, Triunfo de las Salinas Grandes, Juanito Laguna remonta un barrilete y Crónica de un semejante, por nombrar algunas.

Hamlet Lima Quintana nació el 15 de setiembre de 1923 en la ciudad de Morón pero aprendió a caminar en Saladillo, y en su obra plasmó los colores, los sabores, las personas, las costumbres de la pampa húmeda. Heredó de su familia la pasión por la poesía y la música: su padre escribía y su madre tocaba el piano. A partir de allí, hizo sus propias armas para consolidarse como uno de los más grandes creadores argentinos.


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