Vos y yo, flaco, vivimos en mundos diferentes, aunque al lado, en la misma calle. Sentimos la vida en las antípodas, a pocos pasos de la puerta de calle. ¡¿Qué tal? Buendia!, saludamos al cruzarnos los extraños convivientes de la revolución de la alegría.
Anoche dormías como un angelito, y no te enteraste de que el agua se metía en la casa de Lili que vive enfrente, o en lo de Leandro que desesperado revolvía la mugre en la alcantarilla bajo medio metro de agua sucia. Hermoso privilegio el de vivir en planta alta. Nunca te asomaste al balcón, en tantas y tantas noches malogradas. Porque, será de dios, siempre nos agarra de noche la minitragedia recurrente. La madrugada se siente fria, y nosotros, unos cuantos locos, peleamos contra la furia de la tormenta. Rostros queridos, de tanto encontrarnos en las madrugadas, cada vez que la angustia truena y relampaguea. Quejas repetidas, ufas, puteadas, chistes, gritos, flashes, fotos, inútiles secadores... y nada más, los marineros del Titanic no usan paraguas, se tambalean en la corriente, preservando la vertical con dignidad y valentía ciudadana. ¿Por qué no despiertan todos? ¿por qué no están acá si éste también es su barrio?
No es sólo el cambio climático, es la ausencia del Estado en pensamiento palabra acción y omisión. Hacen una ciudad para pocos, donde el negocio inmobiliario es el leit motiv. En el mundo mercado, el dinero es más importante que la vida. El virrey ingeniero es empleado de los dueños del mercado global.
Cuando llueve, el agua no baja, las calles son ríos correntosos, los enormes caños saturados bajo el asfalto, escupen el excedente en nuestras veredas y zaguanes, y el agua indiscreta se mete por debajo de la puerta, espía por la rejilla del baño si estás haciendo pis, o irrumpe silenciosa en tu cocina o dormitorio para arruinarte la pausa nocturna. Vos dirás: históricamente hubo inundaciones, calles anegadas, lluvias torrenciales... pero Saavedra se inunda siempre. Siempre. Sin una gran tormenta, apenas una lluvia fuerte. Las calles traen el agua superficial desde lejanas geografías hacia el Parque Saavedra que es como una gran palangana natural, un valle de inundación que tiene el arroyo Medrano entubado en los años 40, cuando la Ciudad tenía espacios verdes en lugar de cemento, edificios, cemento, autos, metrobuses y cemento.
Si vos comés, y comés y comés, el estómago se te llena y el atracón revienta en un vómito tumultuoso. Así sucede con el barrio, que cuando tiene la panza llena de basura acuática, exuda excrementos vía solución coloidal urbana, y agarrate que te lleva la corriente. El otrora barrio bucólico se transforma en pesadilla. Los que mandan lo saben, pero no quieren gastar en chucherías, mejor invertir en redes sociales y maquillaje comunicacional.
Sí, sí, ya hablamos con los funcionarios, hicimos asambleas, marchas, cortes, petitorios, reclamos, debates, jornadas, exposiciones, amparos, presentaciones, notas periodísticas, quejas... y los grillos salmodian en Saavedra.
Anoche dormías, flaco, y hoy a la mañana llevaste a los chicos a la escuela, y dijiste, menos mal que no llovió tanto, está todo bien, y seguís en tu saludable desconocimiento. A nosotros nos duele la lluvia, el recuerdo de los muertos del 2 de abril 2013, nos duele el cuepo como si nos hubieran cagado a trompadas, y por varios días nos dura el malestar.
¿Pero cómo puede ser, si vivimos apenas detrás de una medianera?
Si no sabés lo de cerca, ni te pregunto por los otros temas. Ya sé, me contaste que no mirás noticieros, y no te interesa la política, y seguro no sabés que con la decisión de la mayoría de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia (con el voto de los ministros Elena Highton de Nolasco, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti) declararon aplicable la ley 24.390 (que sólo estuvo vigente entre los años 1994 y 2001, hoy derogada), que reduce el cómputo de la prisión, en beneficio de los genocidas de la dictadura cívico-militar de 1976-1983. Una ley que no existía al momento de cometer los aberrantes e imprescriptibles delitos de lesa humanidad que perpetraron, ni estaba vigente cuando los procesaron. Ya sé que vos sos del club de los panegiristas de la "mano dura" y de la "puerta giratoria".
Podríamos hacer una larga lista de cosas que no te importan, flaco: la inflación, los tarifazos, los despidos, la deuda externa, las importaciones, las Malvinas, la fuga de divisas, los Panamá Papers... hasta me dijiste que lo ibas a votar porque ya era rico y no tenía motivos para afanar.
Pinta tu aldea y pintarás el mundo, dijeron...
Acá sigue lloviendo, mientras, una parte de nuestros congéneres se perdió en la niebla, se quedó solo, sola, con el celular inteligente, mirándose el ombligo en una autofoto...
Anoche dormías como un angelito, y no te enteraste de que el agua se metía en la casa de Lili que vive enfrente, o en lo de Leandro que desesperado revolvía la mugre en la alcantarilla bajo medio metro de agua sucia. Hermoso privilegio el de vivir en planta alta. Nunca te asomaste al balcón, en tantas y tantas noches malogradas. Porque, será de dios, siempre nos agarra de noche la minitragedia recurrente. La madrugada se siente fria, y nosotros, unos cuantos locos, peleamos contra la furia de la tormenta. Rostros queridos, de tanto encontrarnos en las madrugadas, cada vez que la angustia truena y relampaguea. Quejas repetidas, ufas, puteadas, chistes, gritos, flashes, fotos, inútiles secadores... y nada más, los marineros del Titanic no usan paraguas, se tambalean en la corriente, preservando la vertical con dignidad y valentía ciudadana. ¿Por qué no despiertan todos? ¿por qué no están acá si éste también es su barrio?
No es sólo el cambio climático, es la ausencia del Estado en pensamiento palabra acción y omisión. Hacen una ciudad para pocos, donde el negocio inmobiliario es el leit motiv. En el mundo mercado, el dinero es más importante que la vida. El virrey ingeniero es empleado de los dueños del mercado global.
Cuando llueve, el agua no baja, las calles son ríos correntosos, los enormes caños saturados bajo el asfalto, escupen el excedente en nuestras veredas y zaguanes, y el agua indiscreta se mete por debajo de la puerta, espía por la rejilla del baño si estás haciendo pis, o irrumpe silenciosa en tu cocina o dormitorio para arruinarte la pausa nocturna. Vos dirás: históricamente hubo inundaciones, calles anegadas, lluvias torrenciales... pero Saavedra se inunda siempre. Siempre. Sin una gran tormenta, apenas una lluvia fuerte. Las calles traen el agua superficial desde lejanas geografías hacia el Parque Saavedra que es como una gran palangana natural, un valle de inundación que tiene el arroyo Medrano entubado en los años 40, cuando la Ciudad tenía espacios verdes en lugar de cemento, edificios, cemento, autos, metrobuses y cemento.
Si vos comés, y comés y comés, el estómago se te llena y el atracón revienta en un vómito tumultuoso. Así sucede con el barrio, que cuando tiene la panza llena de basura acuática, exuda excrementos vía solución coloidal urbana, y agarrate que te lleva la corriente. El otrora barrio bucólico se transforma en pesadilla. Los que mandan lo saben, pero no quieren gastar en chucherías, mejor invertir en redes sociales y maquillaje comunicacional.
Sí, sí, ya hablamos con los funcionarios, hicimos asambleas, marchas, cortes, petitorios, reclamos, debates, jornadas, exposiciones, amparos, presentaciones, notas periodísticas, quejas... y los grillos salmodian en Saavedra.
Anoche dormías, flaco, y hoy a la mañana llevaste a los chicos a la escuela, y dijiste, menos mal que no llovió tanto, está todo bien, y seguís en tu saludable desconocimiento. A nosotros nos duele la lluvia, el recuerdo de los muertos del 2 de abril 2013, nos duele el cuepo como si nos hubieran cagado a trompadas, y por varios días nos dura el malestar.
¿Pero cómo puede ser, si vivimos apenas detrás de una medianera?
Si no sabés lo de cerca, ni te pregunto por los otros temas. Ya sé, me contaste que no mirás noticieros, y no te interesa la política, y seguro no sabés que con la decisión de la mayoría de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia (con el voto de los ministros Elena Highton de Nolasco, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti) declararon aplicable la ley 24.390 (que sólo estuvo vigente entre los años 1994 y 2001, hoy derogada), que reduce el cómputo de la prisión, en beneficio de los genocidas de la dictadura cívico-militar de 1976-1983. Una ley que no existía al momento de cometer los aberrantes e imprescriptibles delitos de lesa humanidad que perpetraron, ni estaba vigente cuando los procesaron. Ya sé que vos sos del club de los panegiristas de la "mano dura" y de la "puerta giratoria".
Podríamos hacer una larga lista de cosas que no te importan, flaco: la inflación, los tarifazos, los despidos, la deuda externa, las importaciones, las Malvinas, la fuga de divisas, los Panamá Papers... hasta me dijiste que lo ibas a votar porque ya era rico y no tenía motivos para afanar.
Pinta tu aldea y pintarás el mundo, dijeron...
Acá sigue lloviendo, mientras, una parte de nuestros congéneres se perdió en la niebla, se quedó solo, sola, con el celular inteligente, mirándose el ombligo en una autofoto...
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