Una vez más, lo superficial oculta lo importante. Lo banal encandila lo esencial, y en la vidriera irrespetuosa, el rating eructa globos de colores para la fiesta de los idiotas frente al televisor.
Memoriosos, abrazados a Discepolo vemos llorar la Biblia contra un calefón...
Hoy, la hija del Secretario de Agricultura y Ganadería de la dictadura genocida devino en reina de cartón.
(Patéticos aplausos patrioteros)
Esposa de un príncipe pequeño de los países bajos (ahora rey parásito gracias al voto democrático de la claudicante Beatriz cansada de no hacer nada) parió 3 princesitas. Ni lerda ni perezosa, renunció a la ciudadanía argentina para rescatar a su marido de la cerveza y las putas. Hizo buena letra y se ganó el corazón de los holandeses.
(Viveza criolla)
Sin embargo, al viejo abuelo agrogarca no lo invitaron al ágape de Abdicación por impresentable, y se quedó acá con el control remoto y la ñata contra el vidrio. No importa, son una familia occidental y cristiana feliz: todos rubios, todos blanquitos, para beneplácito de la gran comunidad cacerolera argentina que agotará la revista Caras.
Tanto lujo grosero pareciera ensombrecer la memoria de las 14 viejas que iluminaron la noche interminablemente muerta a puro coraje y amor desmedido, allá en 1977. Resucitaron en sus vientres las batallas de la independencia, las montoneras federales, los obreros de la patagonia, los bombardeados del 55, los fusilados del 56, y cada compañero extraviado en la masacre continua de los vendepatria.
Cuando los gritos de gol festejaban el mundial 78, y a pocas cuadras, en la ESMA, torturaban y asesinaban prisioneros indefensos adentro de una capucha, robaban bebes de madres desaparecidas, volaban hacia la muerte sobre el mar dulce de Juan Díaz de Solís, ellas salieron a caminar entre los escombros con las piernas cortadas, el corazón partido, el alma en carne muerta, a desafiar falcon verdes.
Cuando nadie asomaba la cabeza detrás del silencio aterrorizado, escondidos en las trincheras del algo habrán hecho, unas mujeres desesperadas parieron fervorosa lucha resistiendo la ignominia a punta de pañuelo blanco y llanto dolorido.
No nos alcanzará la vida para agradecerles este tiempo que nos engendraron, esta democracia que le arrancaron a las patotas y el miedo, para cantarnos verdades y amamantarnos en heroica libertad.
Memoriosos, abrazados a Discepolo vemos llorar la Biblia contra un calefón...
Hoy, la hija del Secretario de Agricultura y Ganadería de la dictadura genocida devino en reina de cartón.
(Patéticos aplausos patrioteros)
Esposa de un príncipe pequeño de los países bajos (ahora rey parásito gracias al voto democrático de la claudicante Beatriz cansada de no hacer nada) parió 3 princesitas. Ni lerda ni perezosa, renunció a la ciudadanía argentina para rescatar a su marido de la cerveza y las putas. Hizo buena letra y se ganó el corazón de los holandeses.
(Viveza criolla)
Sin embargo, al viejo abuelo agrogarca no lo invitaron al ágape de Abdicación por impresentable, y se quedó acá con el control remoto y la ñata contra el vidrio. No importa, son una familia occidental y cristiana feliz: todos rubios, todos blanquitos, para beneplácito de la gran comunidad cacerolera argentina que agotará la revista Caras.
Tanto lujo grosero pareciera ensombrecer la memoria de las 14 viejas que iluminaron la noche interminablemente muerta a puro coraje y amor desmedido, allá en 1977. Resucitaron en sus vientres las batallas de la independencia, las montoneras federales, los obreros de la patagonia, los bombardeados del 55, los fusilados del 56, y cada compañero extraviado en la masacre continua de los vendepatria.
Cuando los gritos de gol festejaban el mundial 78, y a pocas cuadras, en la ESMA, torturaban y asesinaban prisioneros indefensos adentro de una capucha, robaban bebes de madres desaparecidas, volaban hacia la muerte sobre el mar dulce de Juan Díaz de Solís, ellas salieron a caminar entre los escombros con las piernas cortadas, el corazón partido, el alma en carne muerta, a desafiar falcon verdes.
Cuando nadie asomaba la cabeza detrás del silencio aterrorizado, escondidos en las trincheras del algo habrán hecho, unas mujeres desesperadas parieron fervorosa lucha resistiendo la ignominia a punta de pañuelo blanco y llanto dolorido.
No nos alcanzará la vida para agradecerles este tiempo que nos engendraron, esta democracia que le arrancaron a las patotas y el miedo, para cantarnos verdades y amamantarnos en heroica libertad.
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