OBLIGADOS A SER GIGANTES...

¡Soy una canción desesperada...!
¡Hoja enloquecida en el turbión...!
Por tu amor, mi fe desorientada
se hundió, destrozando mi corazón.
Dentro de mí mismo me he perdido,
ciego de llorar una ilusión...
¡Soy una pregunta empecinada,
que grita su dolor y tu traición...!





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¿Habrá imaginado Discepolín su dolorosa Canción Desesperada pensando en una mujer esquiva? Ese corazón, esa conciencia... Enrique tan sensible, tan sufriente, latía otras preocupaciones, más enormes, más numerosas, más altas. numinoso y terrenal a la vez. Chiquito y brutal, Enrique jugaba con su poesía y decía más cosas que las que decía, ambiguo y polisémico, como todo poeta que se precie de tal, y ama a su pueblo, para trascender la historia. Y el pequeño cuerpo desgarbado se hizo gigante, a pesar del desprecio, la enfermedad y la muerte...



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Ese señor barbado que cabalga los tiempos... ¿Escuchará los ruegos del pueblo venezolano? ¿pedirá a su hijo, sentado a la diestra, que interceda ante las injusticias del mundo para que la balanza se equilibre sólo un poco, sólo un poco?

¿Rescatará al amado poeta Comandante que tiene muchas cosa que hacer todavía, o le dejará naufragar en la borrasca del ?

¡Dale Flaco, mandanos una buena señal!, como con Lula, como con Cristina...



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No sé si escuchará, si anda por ahí durmiendo la siesta con , o estará distraído en otra galaxia, pero acá estamos obligados a ser gigantes, a reponernos de los dolores más crueles, a salvar a los náufragos de las tempestades climáticas y humanas (que son las peores), porque somos amor, por que somos solidarios, porque somos peronistas, latinoamericanos y patriotas, a pesar del constante silencio de arriba...

Daniel
Mancuso