¿De qué murió? Del corazón, dejó de bombear. Siempre se muere del corazón, todos morimos del corazón. ¿Cuándo? cuando nos toque, eso si, nadie lo sabe. Pero morir, se muere del cuore, ni de cáncer, ni de un choque, ni del faso, ni de Alzheimer, esas son circunstancias particulares ─somos tantos, tan distintos─ cada cual se muere como puede... de paro cardio respiratorio.
Mi viejo primero, y mi vieja después, se fueron con el corazón flojito, bum bum, despacito, casi sin hacer ruido. El viejo había fumado toda la vida y el cáncer le pateó un pulmón. La vieja no fumaba pero se tomaba todo a pecho, le agarró un cáncer de mama. ¿Y vos no tenés miedo?, me preguntan. No, para nada, quién sabe cómo terminaré. Una vez, volviendo de Chile, cruzando la cordillera, pensé que iba camino a la segunda parte de "Viven", antropofagia mediante, pero no pasó nada, fue sólo un susto que duró varios minutos con el avión a la deriva, y aquí estoy.
Algunos temen a las palabras. No quieren ni nombrarla. Esa enfermedad. Se murió de una enfermedad incurable, decían en el barrio. ¿No sería mejor un replanteo metodológico del curso de acción que vienen llevando, y hacer borrón y resto nuevo? ¿O están muertos, ya se murieron, le temen a la vida, aunque respiren, como en los versos de Eladia Blaquez?
El asunto es qué se hace con la vida, porque el final ya lo tenemos. Algunos se piensan inmortales, y creen que tienen todo el tiempo del mundo, por eso lo malgastan, inútilmente, en banales acciones, búsquedas de tesoros, zanahorias modernas, pero zanahorias al fin, y ellos atrás, embobados, perdiéndose las cosas importantes de la vida, haciéndo números. En la vorágine que ellos mismos eligieron. A esos, sí, los mata la matemática financiera, o el ego, o ambos, los matará indefectiblemente, y será tarde para arrepentimientos.
Otros privilegiamos las emociones, que están ligadas a las sorpresas. Las sorpresas no necesariamente se producen al azar. En la búsqueda de los posibles que ofrenda nuestro destino humano, las sorpresas son producto de nuestros anhelos, de nuestra construcción cotidiana. Son el resultado de la mampostería emocional que se retroalimenta en la interacción social, familiar, laboral, estudiantil, artística, y aparecen como resultado de nuestra labor vital.
¡¡¡Oh, sorpresas venid a mí!!! Mi sorpresa y la tuya y la otra y la otra se suman a la gran sorpresa nacional que no deja de sorprendernos. Cuando ya no estemos podrán decir: Algo habrán hecho, y será verdad, algo bueno, como lo que nos pasa ahora mismo, con ella presidiendo la patria a pesar de los escollos y la salud machucada, hacemos historia, prodigamos amor entre resentimientos, manipulaciones y mala leche, soñamos nuevas sorpresas porque las que tuvimos nos empujan a proyectar, a procrear sorpresitas, y así, pariendo sorpresas, llenaremos de vida y justicias el amplio territorio de nuestros sueños.
Nunca menos.
Salud compañeros.
Mi viejo primero, y mi vieja después, se fueron con el corazón flojito, bum bum, despacito, casi sin hacer ruido. El viejo había fumado toda la vida y el cáncer le pateó un pulmón. La vieja no fumaba pero se tomaba todo a pecho, le agarró un cáncer de mama. ¿Y vos no tenés miedo?, me preguntan. No, para nada, quién sabe cómo terminaré. Una vez, volviendo de Chile, cruzando la cordillera, pensé que iba camino a la segunda parte de "Viven", antropofagia mediante, pero no pasó nada, fue sólo un susto que duró varios minutos con el avión a la deriva, y aquí estoy.
Algunos temen a las palabras. No quieren ni nombrarla. Esa enfermedad. Se murió de una enfermedad incurable, decían en el barrio. ¿No sería mejor un replanteo metodológico del curso de acción que vienen llevando, y hacer borrón y resto nuevo? ¿O están muertos, ya se murieron, le temen a la vida, aunque respiren, como en los versos de Eladia Blaquez?
El asunto es qué se hace con la vida, porque el final ya lo tenemos. Algunos se piensan inmortales, y creen que tienen todo el tiempo del mundo, por eso lo malgastan, inútilmente, en banales acciones, búsquedas de tesoros, zanahorias modernas, pero zanahorias al fin, y ellos atrás, embobados, perdiéndose las cosas importantes de la vida, haciéndo números. En la vorágine que ellos mismos eligieron. A esos, sí, los mata la matemática financiera, o el ego, o ambos, los matará indefectiblemente, y será tarde para arrepentimientos.
Otros privilegiamos las emociones, que están ligadas a las sorpresas. Las sorpresas no necesariamente se producen al azar. En la búsqueda de los posibles que ofrenda nuestro destino humano, las sorpresas son producto de nuestros anhelos, de nuestra construcción cotidiana. Son el resultado de la mampostería emocional que se retroalimenta en la interacción social, familiar, laboral, estudiantil, artística, y aparecen como resultado de nuestra labor vital.
¡¡¡Oh, sorpresas venid a mí!!! Mi sorpresa y la tuya y la otra y la otra se suman a la gran sorpresa nacional que no deja de sorprendernos. Cuando ya no estemos podrán decir: Algo habrán hecho, y será verdad, algo bueno, como lo que nos pasa ahora mismo, con ella presidiendo la patria a pesar de los escollos y la salud machucada, hacemos historia, prodigamos amor entre resentimientos, manipulaciones y mala leche, soñamos nuevas sorpresas porque las que tuvimos nos empujan a proyectar, a procrear sorpresitas, y así, pariendo sorpresas, llenaremos de vida y justicias el amplio territorio de nuestros sueños.
Nunca menos.
Salud compañeros.
2 comentarios:
Muy bueno, Mancu.
Genial cumpa.
Abrazo.
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