TENER CULO y BRECHT

La sociedad argentina está hiper politizada. Ya no alcanza con la sola forma, la presentación exterior, para lograr aceptación o éxito, también es necesario completar la oferta con el fondo de las cosas, para lograr el equilibrio perfecto.

Por supuesto, siempre puede haber alguna excepción, sin dudas.

Con la revitalización de la política, de la mano de Néstor y Cristina, ya nada esta bajo la alfombra, o escondido en un envoltorio bonito con moños de colores. Lo viejo, oculto y olvidado está sobre la mesa; lo fatuo e insustancial, también. Al pan, pan, y al vino, vino. No podemos llamarnos a engaños, no podemos decir que no sabíamos, tenemos una responsabilidad a la hora de elegir. Elegir es ejercer nuestra libertad, dijo un filósofo.

En los 90, la forma desterró al contenido, la imagen asesinó a los textos, los clips a las palabras. Todo era efímero y visual. El neoliberalismo venía a enterrar el pensamiento crítico, la idea, para enaltecer los espejitos de colores. Nadie lee, nadie escribe, dejémonos de joder y a gozar la vida, decían los epígonos de la estupidez globalizada...

Ahora, hasta en la simple elección del mejor culo de Mar del Plata se aplica el axioma de marras. No alcanza con mostrar gluteos tersos y consistentes, nada más. Eso es una parte muy pequeña (a veces) de la persona entera. ¿Pero qué tiene adentro? ¿Qué puede ofrecernos la poseedora de tan enormes depósitos de tejido adiposo, para que le demos una distinción?

Ahora la cosa cambió. Hay feas que son exitosas y lindas que no llegan a ninguna parte. Eso es bueno y malo, depende: quizá la linda hubiese merecido otro destino, y la fea esté usufructuando una fuerte dosis de suerte, o sea que posee un gran culo. Pero antes, esto no hubiera pasado, la fea estaba condenada a ser marginada. Esto es bueno, aunque esa fea además sea una turra. Es el costo de la democracia participativa.

Aun así, es preferible que no triunfe la belleza directamente, en forma dictatorial.

Hace falta mostrar cualidades humanas que representen la lucha de una persona para sobreponerse a la adversidad, por ejemplo; eso hace más meritorio un premio. Tomemos el caso de alguien que lucha contra la obesidad, la enfermedad del siglo XXI; alguien que además lucha contra el tabaquismo, una pandemia urbana a escala planetaria. Esa persona merece un premio. Porque un culo lindo lo tiene cualquiera, pero estar en boca de todos sin ser linda, eso es milagroso.


Hay culos enormes, culos que se prolongan en el tiempo inexplicablemente. Si su dueña es alguien que aparece en todos los canales, en todos los programas políticos, en todos los noticieros, opinando de todos los temas, criticando todas las medidas de gobierno... eso es tener culo.

Agreguemos a ese culo inicial que no ha demostrado simpatía ninguna, ni talento, unas cuantas miserias: exceso de soberbia, envidia explícita, odio manifiesto y exaltación de la violencia. Agreguemos que no posee faceta exitosa en la gestión de gobierno, ni en lo legislativo, ni siquiera en lo judicial (peor, ha sido partícipe del aparato judicial de la dictadura), y sin embargo, todos la conocen, la mentan, la soportan, la padecen.

En Mar del Plata, se eligió el culo de la temporada de verano 2011, ayer en Playa Grande. La ganadora se llama Victoria Álvarez de 19 años oriunda de Capital Federal.

¿Qué hará Viqui con ese culo? Tal vez nada, o sólo lo use en tareas básicas (caca, sexo, fotos) y punto; tal vez ni eso, y llene pantalones ajustados o use biquinis mientras la fuerza de gravedad se lo permita, y escuche piropos diez años más. Para muchas, eso es la gloria.

En cambio, otro culo menos bello, más ampuloso, que ni siquiera se presentó al concurso, está activo pergeñando candidaturas y alianzas de derecha, soñando triunfos improbables, anunciando catástrofes de cartón, haciendo actos en Mar del Plata, defendiendo a genocidas.

“Desconfíen del gesto más trivial y en apariencia sencillo. Y sobre todo examinen lo habitual. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante los hechos cotidianos, no digan: «Es natural». En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada...nunca digan «Es natural». Para que todo pueda ser cambiado...reconozcan la regla como abuso. Y donde aparezca el abuso, pónganle remedio”.

Bertolt Brecht
en su obra “La excepción y la regla”

Como diría el amigo y compañero Beltolt Brecht, el espectador se encuentra frente a un dilema fundamental: el de aceptar la realidad tal como es, y así reconocer su pasividad ante la miseria ajena o rechazar concientemente el sistema y las instancias que lo legitiman...

Daniel Mancuso