El Guernica argento es un cuadro doloroso, sintetiza la patética reunión del aceite requemado con la mala leche. Al ver el cuadro, lo primero que nos impresiona es su tamaño, es inmenso y ante esa amalgama de figuras, la falta de color, el protagonismo del negro, nos sentimos un poco perdidos y buscamos la única referencia que tenemos del cuadro, “Diputados”, pero por más que buscamos no hay nada, ningún elemento identificativo que haga referencia a ese pueblo concreto, al trabajador, al pobre, al jubilado, a la Argentina… Pueden ser de cualquier país o ciudad de cualquier parte del mundo pero no representan nada, o mejor dicho no representan al conjunto sino al individuo solo e intoxicado de egoismo.
Pero en ese deambular de nuestra mirada por la imagen hemos ido descubriendo un orden en la composición, esta concebido como un gran conjunto de círculos concéntricos o como una espiral desde afuera hacia adentro, en el centro está el secreto, hacia afuera la espectativa, además en la parte central hay un a estructura confusa: hay pero no hay, ¿qué hay?: nada, no hay nada, sólo aire e intriga.
La luz viene desde arriba pero ellos estan oscuros, dramáticos. Dentro de esas líneas sinuosas que lo estructuran cual vívora virtual que atraviesa la escena, hay una serie de centros de interés totalmente conectados: La mujer rubia Símbolo de la perfidia, con su mirada torva que emerge por encima del hombro del señor de espaldas, de espaldas al espectador, de espaldas al pueblo. Muchedumbre silenciosa, heterogenea, coloidal, símbolos de la no mixtura, de lo desagregado, de la irracionalidad de lo junto y desvinculado a la vez.
La compartimentación, las deformaciones en manos, cuellos, rostros… no hacen más que acentuar la expresión de terror y caos contenidos. Las piernas, pies, no se ven pero se adivinan tensos, nerviosos.
En el extremo derecho, un viejito barbado, a quien las nieves del tiempo platearon su sien, otrora guerrillero que devino gorila consutudinario, mira con expresión triste, perdida, ausente...
En medio de todo el caos, en ese vacio espacial hay también un vacio conceptual: los vacíos se atraen. Alguien se lleva un dedo a la boca: ¿expresa sorpresa? ¿todavía queda la esperanza? ¿Sólo se chupa el dedo porque está aburrido? Todos rodean al muerto que no está pero permanece, rodean un ataud invisible y sus rasgos están compungidos, ¿A quién están velando? ¿A la democracia? ¿A los votantes traicionados por una izquierda hipócrita? ¿A los desilusionados caceroleros que no se sienten representados por unos tibios arlequines mediáticos? De la muerte surge la vida, la flor es pequeña, pero nace casi de la espada, es como si nos dijese que esas armas rotas deberían convertirse en arados
Hay otro elemento que despierta la esperanza: la ausencia de muchos que no están en el cuadro pero batallan en la luz del candil de las ideas populares, fuera del cuadro, el mundo tradicional traído por una mujer que rompe el ámbito tenebroso del cuadro, es la luz peronista tradicional frente a la luz agro sojera neoliberal. La otra mujer (otra rubia) no ha visto la luz y se la comieron las sombras de la envidia.
El Guernica argento no es sólo un testimonio del bombardeo, ni de la guerra política argentina, es algo más, es un alegato contra la barbarie, contra cualquier guerra. La ausencia de color, el negro subraya la muerte y la destrucción de los seres vivos, incluso de la civilización.
El autor de este cuadro, el responsable de retratar esta tremenda coalición cínica es un alienado pintor, flaco y desgarbado, llamado Nestor Van Gogh, quien trasunta pasión y amor por los pobres...
Federico Mancuso Klemm
curador
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2 comentarios:
Yo pienso que Néstor se metió en la boca de un lobo (desdentado pero lobo al fin). Está en otra etapa política, apuesta demasiado su imagen en este espacio. Me gusta la referencia al color negro visualizado en la ropa de los políticos y su interpretación.
excelente comparacion,faltan las meninas donda y merchan
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