Hay mujeres en nuestras vidas que nos articulan y nos dan sentido, siempre. Son indispensables, son necesarias, inolvidables. ¿Qué sería de nosotros sin una mujer? Un vaso vacío, un cenicero lleno, desorden y tristeza, mañanas torturantes, angustias repetidas, insomnios interminables...
Cada cual tendrá su lista, yo tengo la mía: Mi vieja; la señorita Alicia, mi maestra varias veces; Marta, un beso en la boca en sexto grado; Amalia, un lento en los carnavales de la adolescencia; Adriana, un exilio... bla, bla, bla... son tantos los nombres que no me acuerdo. Todo lejano y brumoso, embellecido por la nostalgia, aun los malos momentos se endulzan en el recuerdo. Quizás sea porque está María, un presente venturoso, un amor profundo como el acuífero guaraní.
Esto es una parte de la historia, hay otra. Las mujeres que no conocí pero me atraviesan con su presencia omnímoda, atemporal, insustituible. Están aunque no estén. No es la vida o la muerte lo que las pone o las saca, es el amor, la pasión, la mística, la constancia que perduran. Juana Azurduy, Evita, Marilyn, la negra Sosa... Qué mezcla rara, ¿No?
Daniel Mancuso
2 comentarios:
Hola
Me gustó tu post.
¿Sabés? Me llamó la atención tu frase-pregunta:
¿Qué sería de nosotros sin una mujer? (No se lee todos los días...)
Gracias por el homenaje.
El país de duelo.
Un beso.
nosotros -los hombres- sin una mujer ahí, no seriamos nada, aunque nos pasamos la vida tratando de creer otra cosa.
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