Las encuestas y los encuestadores son un producto moderno de la penetración del Marketing en la política mundial. Las elecciones son un terreno fértil para las cosechas de las encuestadoras y agencias de publicidad que venden candidatos como gaseosas o galletitas. Miles y miles de dólares engrosan las cuentas bancarias de publicistas, creativos, analistas y sociólogos.
¿Quién puede comprar así a un candidato? Muchos, muchísimos. Los potenciales clientes superan las expectativas de los comitentes, atravesando capas sociales y niveles educativos.
Desde los medios de difusión se irradian millones de mensajes que van intoxicando la conciencia de las poblaciones víctimas del bombardeo comunicacional. Las clases de los pisos altos de la pirámide consumen la vida política por televisión o con el Clarín y La Nación en la mano. Desde las usinas de poder, los diseñadores de cerebros intentan que las cosas sigan como decía mi abuela: siempre hubo pobres y ricos, nada va a cambiar.
El caso más cercano es el de Francisco De Narváez. Millonario desconocido, compra cargo de diputado que no ejerce, compra espacios de publicidad en tele, radio, diarios, revistas y carteles callejeros. Compra periodistas y entrevistas. Compra miles de celulares para que no le intercepten sus llamadas y no da explicaciones sobre su fortuna o sus nexos con la efedrina.
Quizás, la dicotomía actual sea: "DINERO O POLITICA". Pero es sólo una expresión remozada de la vieja pero inclaudicable: LIBERACION O DEPENDENCIA.
Por un lado: millones de pesos o dólares posicionando a un candidato; por el otro: acciones de gobierno construyendo inclusión y trabajo, desandando la herida neoliberal heredada.
Lamentablemente, muchísimos compatriotas, todavía compran carne podrida en el mercado de ilusiones globalizado...
Daniel Mancuso
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