Raúl Scalabrini Ortiz, además de ser el nombre de una avenida de la C.A.B.A., era un correntino que nació el 14 de febrero de 1898, y se vino a Buenos Aires con su familia, cuando era muy pequeño. El tiempo lo transformó en uno de los más lúcidos pensadores de la Argentina.
Murió hace 50 años, pero está más presente que nunca con sus palabras y su pensamiento en defensa de los intereses nacionales y populares.
RSO no tenía demasiada simpatía por el caudillo popular Hipólito Yrigoyen, pero luego del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, encabezado por el general José Evaristo Uriburu, revisó su posición, al ver el carácter reaccionario de las fuerzas que se habían confabulado contra el líder radical. Renunció a la redacción del diario La Nación y comenzó a criticar con dureza a la dictadura desde Noticias Gráficas.
Empezó a trabajar en su libro “El Hombre que está sólo y espera” donde reflexionó sobre el comportamiento del porteño. Este fue un intento de investigar el alma argentina.
Con respecto a esta obra dijo:
“Yo realzaba en mi libro las virtudes de la muchedumbre criolla y demostraba que su valoración no debía emprenderse de acuerdo a las reglas y cánones europeos: daba una base realista a la tesis esencial de la argentinidad y sentaba la tesis de que nuestra política no es más que la lucha entre el espíritu de la tierra, amplio, generoso, henchido de aspiraciones aún inconcretas y el capital extranjero que intenta constantemente someterla y juzgarla”.
Con la denominada “Década Infame”, Scalabrini Ortiz ingresó resueltamente en el análisis y la crítica de la realidad nacional. En el año 1932 comenzó el estudio de los problemas económicos del país, cuando más los conoció más se le hizo evidente la mentira de la oligarquía, instaurada a través del control del aparato educacional y cultural.
Luego de urgar en documentos y en libros llegó a percibir lo que nadie había visto a pesar de encontrarse frente a las narices de todos, Argentina era una colonia inglesa, los principales resortes económicos estaban en sus manos.
RSO realizó un estudio detallado del pacto Roca – Runciman por el cual la oligarquía argentina se sometió vergonzosamente a los dictados ingleses, para poder seguir vendiendo la carne a Inglaterra entregando todos los recursos nacionales a los deseos británicos.
En sus estudios llegó a desentrañar con claridad la red de dominación británica que comenzaba con los ferrocarriles, continuaba con los frigoríficos y terminaba con los seguros y barcos británicos para concluir una ruta de la carne argentina en un sistema que sólo beneficiaba a unos pocos argentinos y a muchos británicos. Todo este sistema se completaba con el regreso de los barcos cargados de manufacturas inglesas que ahogaban e impedían el desarrollo de una industria nacional.
Pero no sólo se limitó al estudio, también participó en el levantamiento radical de 1933 que le valió su detención, fue conducido detenido a la Isla Martín García, luego debió optar por el obligado exilio, la otra opción que le ofrecía el gobierno era la prisión de Ushuaia.
El primer destino de su exilio fue Italia donde permaneció por corto tiempo, para luego dirigirse a Alemania. En este país publicó una serie de artículos, que luego aparecieron en Argentina en La Gaceta del Sur y luego conformaron el libro “Política británica en el Río de la Plata”.
En las primera hojas de este libro había escrito:
“El imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsa las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de estas falsías”
Recién hacia fines de 1934 Scalabrini y su esposa pudieron regresar al país, no pierde tiempo y se vuelve a zambullir en la investigación. En 1935 comenzó a colaborar con el semanario Señales, desde este medio cuestionó el sistema entreguista que dominaba el país y empobrecía a la mayoría del pueblo argentino. En ese semanario conoció a Arturo Jauretche, un joven radical yrigoyenista, con quién estableció una amistad que perduró hasta su muerte.
A poco de fundarse comenzó la colaboración de Sacalabrini Ortiz con FORJA, de su participación en esa agrupación dijo Arturo Jauretche:
“Nosotros llevamos el terreno económico y social lo que la revisión histórica iba descubriendo y percibimos el hilo conductor de los acontecimientos y la política que los dirigía. Esta fue sustancialmente la obra de Raúl Scalabrini Ortiz, cuyo talento de investigador y de escritor y su voluntad sacrificada de servir al país, le costó la pérdida de todos los triunfos materiales que tenía a su disposición, pero lo premió con el título que ya nadie podrá discutirle de ‘descubridor de la realidad argentina’”
En 1936 se alejó del periódico Señales y estableció un contacto más fluido con FORJA, participando de conferencias y redactando los famosos Cuadernos de FORJA, donde abordaba los temas centrales de la dependencia argentina: los ferrocarriles, el endeudamiento financiero y el petróleo.
En 1938 asumió la presidencia de la Nación el doctor Roberto Ortiz, abogado de las compañías inglesas, quién había sido proclamado en la Cámara de Comercio Británica.
RSO perteneció a una generación que dilucidó cómo la historia oficial que se enseñaba en las escuelas, contenía una importante cuota de distorsión, producto de que la misma había sido escrita por los hombres de la oligarquía liberal. Decía:
“La historia oficial argentina es una obra de imaginación en que los hechos han sido consciente y deliberadamente deformados, falseados y encadenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este continente” ... “La reconstrucción de la historia argentina es, por eso, urgencia ineludible e impostergable. Esta nueva historia nos mostrará que los llamados “capitales invertidos” no son más que el producto de la riqueza y del trabajo argentinos contabilizados a favor de Gran Bretaña”
Realizó estudios históricos a los efectos de mostrar el efecto nefasto del endeudamiento externo, para eso investigó los resultados del préstamo tomado por Rivadavia con la casa inglesa Baring Brothers: “Vamos a demostrar fehacientemente que el primer empréstito argentino no fue más que un empréstito de desbloqueo, un modo de transportar en forma permanente las ganancias logradas por los comerciantes ingleses en las orillas del Río de la Plata. Es decir, que ese primer empréstito representa una riqueza que se llevó de la Argentina a Inglaterra, no una riqueza inglesa que se trajo a la Argentina”.
Cuando las potencias mundiales se aprestaban a enfrentarse en una guerra para el reparto del mundo, Scalabrini Ortiz redactó un documento oponiéndose a que Argentina tomara partido por alguna de las potencias en pugna, haciendo de la neutralidad una bandera en defensa de la soberanía nacional.
Con respecto a la Guerra Mundial pensaba que:
“Ir a la guerra sería consumar la completa servidumbre de nuestro pueblo y de todos los hermanos de América. Todos los focos de resistencia quedarían de hecho suprimidos. Todos los rebeldes a la voluntad inglesa serían aniquilados: Todos los hombres de la generación que, por primera vez, ha enfrentado los problemas esenciales de la nacionalidad, serían exterminados en los puestos de mayor peligro. Las pocas fortunas que aún quedan en manos de argentinos, serían liquidadas por los inmensos impuestos de guerra”
Había comprendido, al igual que Arturo Jauretche el papel de la prensa en un país semicolonial como el nuestro:
“La prensa argentina es actualmente el arma más eficaz de la dominación británica. Es un arma traidora como el estilete, que hiere sin dejar huella. Un libro permanece, está en su anaquel para que lo confrontemos y ratifiquemos o denunciemos sus afirmaciones. El diario pasa. Tienen una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el testimonio desparece”
“ El silencio es un arma tan eficaz como la ley, cuando se maneja con habilidad. El silencio es mortífero para las ideas. El silencio abate toda pretensión de autonomía, coarta la inventiva, impide el análisis, sofoca la crítica, detiene el mutuo intercambio de pensamientos, en que un pensamiento colectivo puede llegar a concretarse”
En 1940 apareció su libro Política británica en el Río de la Plata, ningún diario realizó crítica alguna. Al poco tiempo apareció el primer tomo de su Historia de los ferrocarriles argentinos.
RSO era un espíritu crítico, libre e independiente, al que le era difícil encuadrarse en cualquier organización política por eso se alejó de la actividad política diaria de FORJA en febrero de 1943, dedicándose con exclusividad a la investigación y a su labor de escritor.
Sobre el 17 de octubre de 1945 escribió: ”Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción de terremoto. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo”.
Con Juan Domingo Perón en el gobierno, Scalabrini Ortiz trabajó por la nacionalización de los ferrocarriles, en manos inglesas, hasta que el 13 de febrero de 1947, el gobierno nacional implementó esa histórica medida que había contado con Scalabrini como su más entusiasta propulsor.
La política del gobierno peronista además de recuperar la soberanía sobre la riqueza nacional también provocó una notoria mejoría de la situación de los más necesitados, por primera vez eran escuchados y sus problemas más acuciantes solucionados.
Scalabrini Ortiz apoyó al gobierno popular pero con su inamovible espíritu crítico, alertando que aún importantes sectores económicos continuaban en manos extranjeras y que la oligarquía ganadera se encontraba agazapada esperando el momento para reaccionar.
El gobierno de Perón no encontró ningún lugar adecuado para pensadores de la talla de Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, a tal punto que en septiembre de 1955, cuando cayó el gobierno, estaban casi retirados de la actividad política, porque preferían no realizar ninguna crítica que pudiera perjudicar al gobierno, pero una vez producida la derrota, cuando muchos burócratas que ocuparon cargos de importancia huyeron o se llamaron a silencio, Jauretche y Scalabrini efectuaron su reaparición para hacer sentir su voz contra la oligarquía, de nuevo en el poder.
Scalabrini se encontró en una esquina del centro con su amigo Leopoldo Marechal, luego del golpe y le dijo: “Hay que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez...”
Desde el diario El líder, de la CGT, Scalabrini desplegó sus primeras críticas contra el Plan Prebisch, el plan económico de la Revolución Libertadora, tanto él como Jauretche denunciaron la nueva etapa de sometimiento y el retorno de los privilegios.
El 13 de noviembre se produjo un golpe dentro del golpe, el general Pedro Eugenio Aramburu reemplazó a Lonardi, profundizando el revanchismo contra la clase trabajadora. El diario El Lider fue cerrado por la dictadura, Scalabrini publicó un nuevo periódico que tuvo una corta vida, El Federalista. Arturo Jauretche, en tanto, se ve obligado a exiliarse.
En enero de 1956 se quedó sin ningún medio donde expresarse, todas las publicaciones nacionales y populares fueron cerradas, los liberales lograban su objetivo cerrar la boca de cualquiera que pensara distinto.
Uno de los aportes más importante que realizó Scalabrini Ortiz fue el de esclarecer el papel del capital extranjero operando en los países coloniales y semicoloniales:
“Hoy es ya de conocimiento público:
1°) Que el capital extranjero no ha sido promotor del progreso, sino en la estricta medida en que convenía a los países matrices.
2°) Que el capital extranjero es el mayor enemigo de un progreso auténticamente argentino, porque todo fortalecimiento, sea material, intelectual, moral o espiritual, disminuye por simple inercia la presión de la sujeción extranjera.
3°) Que el capital no es una auténtica riqueza-producto del trabajo de otros pueblos- que se agrega al cuerpo nacional. El capital original de todas las inversiones extranjeras es mínimo hasta el desprecio. Lo fundamental de su aporte es la organización de la parte de la economía argentina que cae bajo su control de tal manera que el trabajo y la riqueza produzcan, no salud, fortaleza y bienestar interior, sino más capital extranjero.
4°) Que la influencia del capital extranjero trasciende los límites de su actividad e inficiona con su mefítica influencia todas las jerarquías de la sociedad de tal manera que transforma en enemigos del pueblo a quienes debían ser celosos defensores de sus derechos.
Estos acontecimientos adquiridos en el transcurso de los últimos 25 años son los que han acrecentado el sentimiento de resistencia hacia el capital extranjero hasta convertirlo en voluntad de lucha defensiva”
El fracaso del levantamiento del Gral Juan Jose Valle y su posterior fusilamiento, causaron una terrible impresión en el espíritu y el físico de Scalabrini Ortiz.
Retornó a la política activa en julio de 1956, cuando se entrevistó con Rogelio Frigerio que le ofreció las páginas de la revista Que para difundir su ideal, desde esa tribuna siguió cuestionando la política colonial de la Revolución Libertadora.
Junto a Juaretche comenzaron a trabajar por la candidatura de quién consideraban la opción más progresista de las permitidas por la dictadura, el radicalismo intransigente que lideraba Arturo Frondizi. En las elecciones a convencionales constituyentes, Scalabrini confrontó con el peronismo, mientras él proponía votar a los candidatos de la UCRI, el peronismo convocó al voto en blanco que fue la opción que obtuvo mayor cantidad de votos.
Pero a principios de 1958, el General Perón le envía un ejemplar de su nuevo libro: Los Vendepatrias, donde se transcriben artículos de Scalabrini publicados en la revista Qué. El libro iba acompañado por una carta que decía:
“A usted le cabe el honor de ser el precursor, el formador de una promoción que alimentó la Revolución Nacional...Pienso que nadie como usted sería más eficaz, para propiciar y encabezar un movimiento que tienda a aunar las inquietudes de liberación de los intelectuales que no desertan del hombre y de la tierra argentina”
Frondizi triunfó con los votos peronistas luego de un pacto con Perón, pero al poco tiempo decidió no dar cumplimiento a su compromiso y comenzó una política no muy diferente a la de la revolución libertadora, además tampoco cumplió su compromiso de legalizar al proscripto peronismo.
Cuando se conocieron las cláusulas de los Contratos Petroleros firmados por Frondizi con participación del capital extranjero, en su último artículo en la revista Que, RSO propuso aplicar al petróleo las mismas políticas que la desarrollada por Perón con los ferrocarriles.
RSO se recluyó en su biblioteca, y al poco tiempo supo que tenía cáncer: el 30 de mayo de 1959 se apagó la vida de un gran patriota al que su Patria aún no ha agradecido y reconocido suficientemente...
Scalabrini Ortiz dijo:
“Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido, Pero no es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir: Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre.”
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