el muerto me mira y lo miro, hace fuerza y sonríe, hago fuerza y no lloro. El caño detras de la nuca no lo deja apoyarse en la almohada, el de la nariz le baja el volumen, sólo la tos sale fuerte, la tos, la tos. Sus hojos tiernos me pellizcan con su dolor que no dice, con su araña que lo come por dentro. No hay nada que hacer con el bicho pero por lo menos que no duela. Todos los ojos le dicen que aguante, todas las voces repiten alientos. El viaje indefectible se burla de todos nosotros. Se duerme, despierta, se duerme... "Estoy jugando a la pelota, andando en bicicleta, comiendo un asado, me río, mucho, mucho, así, me gusta, así..." En segundos, de las profundidades del alma sube a la superficie como una burbuja... plup, la vida finita que se deshace, flota con apremio certero. Padece unos minutos y se hunde de nuevo. ¡Oh, muerte indeseable, no vengas tan rápido! ¡Dejalo un tiempito que ya sufrió bastante!
Es tarde, me tengo que ir. Ya pasó media hora, la vida me espera. El se queda, va para el otro lado, para el lado contrario, o simplemente se mude a la infinita soledad. ¿Quién sabe?. Por un instante, me sentí enormemente nada. La esperanza no sirve. A veces, no sirve.
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