Carta publicada en el semanario Brecha, Montevideo,
el 23 de diciembre de 1998
el 23 de diciembre de 1998
Esta carta había sido escrita por Juan Gelman en abril de 1995, cuando todavía no sabía que su nieto había podido nacer en Uruguay. Se enteró de esa posibilidad a finales de 1998 y empezó sus trámites con el presidente uruguay Julio María Sanguinetti en 1999.
« Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado "el Jardín".
» Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.
» Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras "papá" a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de como se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.
» También pensé todos estos años en que hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.
» Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.
» Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.»
12 de abril de 1995
«P.D.: Automotores Orletti, como es notorio ya, fue centro de la Operación Cóndor en la Argentina. Allí hubo tráfico de embarazadas y de niños secuestrados entre las fuerzas de seguridad de las dictaduras militares del cono sur. Allí operaron represores uruguayos. Mi nieta o nieto, ¿nació en algún centro clandestino de detención del Uruguay?»
5 de diciembre de 1998
CARTA ABIERTA DE JUAN GELMAN
AL PRESIDENTE DE LA REP. ORIENTAL DEL URUGUAY,
JULIO MARÍA SANGUINETTI (10/10/99)
AL PRESIDENTE DE LA REP. ORIENTAL DEL URUGUAY,
JULIO MARÍA SANGUINETTI (10/10/99)
« Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay.
» El viernes 7 de mayo último a las 19.30 horas, el doctor Elías Bluth, secretario de la Presidencia de la República, tuvo a bien recibirnos a mi esposa, Mara La Madrid y a mí en su despacho del 7º piso del Edificio Libertad. Deseábamos entrevistarnos con usted, pero se nos explicó que eso no era posible en razón de una agenda muy cerrada por su inminente viaje a Washington.
» Expusimos al doctor Bluth, entonces, el caso que motivaba la audiencia: nuestra solicitud de ayuda para conocer la verdad acerca del destino de mi nuera, María Claudia García Irureta Goyena de Gelman, y de su bebé nacido en cautiverio.
» Es que una minuciosa investigación que mi esposa y yo llevamos a cabo, al margen de cualquier organismo o institución, nos permitió saber que María Claudia, secuestrada el 24 de agosto de 1976 por un grupo de tareas argentino y llevada al campo clandestino de detención Automotores Orletti, fue trasladada por militares uruguayos en la segunda semana de octubre de ese año --junto con los niños Anatole Julien Grisonas de 4 años y su hermana Victoria de 18 meses, hijos de uruguayos desaparecidos en la Argentina-- al local que la División III del Servicio de Información de Defensa (SID) ocupaba en bulevar Artigas y Palmar, Montevideo. Fue un operativo típico del Plan Cóndor. Mi nuera estaba embarazada de 8 meses cuando el traslado se produjo. Estuvo prisionera en la planta baja de ese local, fue llevada al Hospital Militar de Montevideo para dar a luz, la devolvieron al SID y de allí salió a fines de diciembre de 1976 con su bebé en un moisés y rumbo desconocido. Los escoltaban dos miembros conspicuos del SID: el entonces teniente coronel Juan Antonio Rodríguez Buratti, jefe del Departamento III y el ex capitán José Arab, que prestó servicios varios meses en Orletti. Intercambiaron ante la tropa esta frase terrible: "A veces hay que hacer cosas embromadas".
» Pero usted conoce los hechos que ahora expongo ante el noble pueblo uruguayo. Constan en un memorándum elevado a su consideración que el doctor Bluth pidió que redactáramos y que se comprometió a entregarle. No alimento dudas de que así lo hizo: el 3 de junio a las 20.00 horas llamó a mi casa en México, D.F. y comunicó: "Hablé con el Presidente y le pido que crea cada una de las palabras que le voy a decir. El Presidente siente un rechazo visceral por las denuncias de costumbre, pero nunca lo vi tan sensibilizado por la situación específica. De manera muy sincera dijo: "Acá (el memorándum) no sobra ni falta una palabra. Voy a hacer todo lo posible para saber y averiguar esto. De este caso me ocupo yo. Me da la impresión de que va a hacer todo lo posible". El doctor Bluth finalizó la conversación con esta promesa: "No deseo crearle expectativas, pero todo lo que podamos averiguar, o no averiguar, o lo poco que podamos averiguar, se lo comunicaré enseguida". Han pasado más de cuatro meses y no tengo noticias de lo que resultó de ese interés declarado.
» El 14 de julio a las 17.30 horas llamé al doctor Bluth a su despacho y me atendió una de sus secretarias. Me dijo que el doctor Bluth no estaba y que lo llamara más tarde. Lo hice una hora después y la respuesta de la secretaria entonces fue: "Justo en este momento el doctor recibió un llamado. Deje su teléfono para que él lo llame al terminar". Han transcurrido tres meses y aún espero ese llamado, señor Presidente: el 28 de setiembre afirmó usted que un jefe de gobierno "no es un Buda silencioso y misterioso". Al parecer, sí en este caso.
» El doctor Bluth fue preciso en la entrevista que con él mantuvimos. Manifestó que usted y él habían decidido instalar un escudo contra toda remoción del pasado. Que él comprendía mi situación porque era un europeo que había padecido la persecución nazi. Que usted y él habían estado en la resistencia contra la dictadura uruguaya --aunque no en la armada porque consideraban que no era la vía apropiada-- y que en esa empresa se habían jugado el pellejo varias veces. Me pregunto por qué, con esos antecedentes, guarda usted silencio sobre este caso. El robo de niños en cautiverio es el más aberrante de los crímenes perpetrados por nuestras dictaduras. Ese crimen contra un ser indefenso no sólo corta su filiación: también lo desaloja de la historia.
» Señor Presidente: ¿conoce usted un crimen más ominoso que ése? Mi nieta o nieto --ni su sexo conocemos-- fue despojada o despojado de su padre, que apareció asesinado --de un tiro en la nuca a medio metro de distancia, en un tambor de 200 litros relleno de cemento y arena-- en el mismo octubre en que su madre fue trasladada de Orletti al SID. Fue despojada o despojado de su madre. Fue despojada o despojado de mí, que emprendí esta búsqueda para cumplir con el único legado que me dejó mi hijo: encontrar al suyo.
» Ojalá nunca padezca usted estas angustias, el peso de este vacío doble. Se lo considera el más culto de los presidentes de América Latina y seguramente usted recuerda esta frase de su compatriota, el gran poeta Lautréamont: "Ni con un océano lavarás una sola mancha de sangre intelectual". Especialmente cuando de por medio hay sangre de verdad. Las capas de silencio depositadas sobre el robo de bebés conforman una mancha intelectual que no cesa de extenderse, porque el silencio sobre el crimen lo prolonga. Señor Presidente: ¿ordenó usted la averiguación prometida? Y si lo hizo, ¿ninguna razón de humanidad lo mueve a comunicarme el resultado? Y si no la ordenó, ¿ninguna razón de humanidad lo mueve a hacerlo?
» Permítame señalarle que tiene usted a la mano fuentes directas de información al respecto: el personal militar uruguayo que durante 1976 se desempeñó en Orletti y el SID, y también en el Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (OCOA), el polo del Plan Cóndor en el Uruguay. Por ejemplo: el entonces mayor José Nino Gavazzo, segundo del Departamento III y jefe de los militares uruguayos que actuaban en Orletti; entre otras cosas encabezó el operativo de secuestro de la ciudadana uruguaya Sara Méndez en el que su bebé Simón, de 20 días, fue robado. El teniente coronel Rodríguez Buratti y José Arab (a) "El Turco", ya mencionados que bien deben saber adónde llevaron a mi nuera y su bebé. Otros represores notorios del SID: mayor Juan Manuel Cordero, mayor Enrique Martínez, mayor Alfredo R. Lamy, mayor Mirailles, capitán Ricardo Medina, Roberto Huert (a) "Elefante", capitán Gualberto Vázquez (a) "El Judío", capitán José Agustín Baudean, capitán Casas (a) "El Alemán", capitán Menotti Ortiz, el jefe administrativo Sasson (a), teniente primero (siempre entonces) Luis A. Maurente Mata, Nelson Sánchez de la Prefectura General Marítima, teniente Sanders, Sandes o Sandler, coronel Barrios, visto en Orletti, el oficial principal de la Policía, Zabala.
» Y los "Oscares" de la OCOA como el mayor Ernesto Rama Pereyra, (a) "El Tordillo", (a) "Puñales", jefe operativo del organismo; capitán Pedro Antonio Mattos Narbondo (a) "El Burro", quien se jacta de haber asesinado al senador Michelini a la salida de Orletti; comisario Campos Hermida, Jorge Silveira (a) "Sierra", (a) "Siete Sierras", (a) "Chimichurri", entonces capitán y hoy coronel y asesor del comandante en jefe. Y oficiales de Inteligencia como el que se hacía llamar "teniente coronel Alfredo Bretón", a cargo de las operaciones conjuntas uruguayo-argentinas, y el teniente coronel Carlos Calcagno Gorlers, quien habría trasladado niños de Argentina al Uruguay por el delta del río Paraná.
» Los niños Julien compartieron con mi nuera y su bebé la habitación del SID en que estuvieron prisioneros más de dos meses y medio a fines de 1976. La niña Paula Eva Logares, de dos años, fue secuestrada con sus padres en el Uruguay y entregada a un subcomisario argentino en 1978.
» El 1º de marzo de este año, en el programa de televisión "Hola, gente", reiteró usted que "en el Uruguay nunca hubo casos de niños secuestrados, como en Argentina". Bueno. Pero en el caso de mi nieta o nieto: ¿qué piensa hacer, Señor Presidente? »
Juan GELMAN
Carta publicada en el diario La República, Montevideo, el 10 de octubre de 1999
II
Carta publicada en el diario La República,
Montevideo, (8/11/99)
Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay:
Le agradezco que haya tenido a bien poner en mi conocimiento, al mismo tiempo que se difundía públicamente en Uruguay, su respuesta de fecha 5 de noviembre a la carta abierta que le dirigí el 10 de octubre anterior. Ese texto no me ahorra preguntas y perplejidades.
Dice usted que ordenó una "discreta investigación" sobre la desaparición en Montevideo de mi nuera y su bebé, que tuvo lugar a fines de diciembre de 1976. Esa averiguación debe, en efecto, haber sido discreta: no habla, no dice, no contesta. Por ejemplo: señala usted que se examinaron "copiosas actuaciones" de la Comisión Investigadora del Parlamento creada en 1985 y de tribunales civiles en los que se ventilaron los casos de los ciudadanos uruguayos secuestrados en Buenos Aires, internados en el centro clandestino de detención Automotores Orletti y trasladados luego a un local del Servicio de Información de Defensa (SID) ubicado en Boulevard Artigas y Palmar, Montevideo. El mismo itinerario padeció mi nuera, encinta de más de ocho meses, en octubre de 1976. Añade usted que ese examen se realizó "sin que aparezca algún indicio adicional sobre su (mi) nuera". Supongo que ese examen es hijo de la premura: en el acta Nº 4 de la Comisión Investigadora, de fecha 9 de mayo de 1985, y en la Nº 22, de fecha 14 de agosto de 1985, así como en el juzgado de Segundo Turno a cargo del Dr. Arriague Saccone, hay testimonios sobre la presencia de una embarazada en el SID, que sus colaboradores pasaron vertiginosamente por alto.
Habla usted de un vago "más allá" que la averiguación habría visitado y menciona el escrutinio de los archivos del Hospital Militar de Montevideo, donde dio a luz mi nuera, "sin lograr ningún resultado". No me sorprende: fue un nacimiento clandestino. Tampoco en las "maternidades" instaladas en la Escuela de Mecánica de la Armada o en la guarnición militar de Campo de Mayo en la Argentina se asentaba el nacimiento de niños nacidos en cautiverio de madres inmediamente asesinadas después del parto. La inferencia, adelanta usted, es que "en principio, su (mi) nuera no fue traída al Uruguay".
No dudo de la buena fe con que usted repite las conclusiones de sus subordinados. Pero no encuentro en su carta ninguna alusión a los 23 militares uruguayos --del SID y del Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (OCOA), polo del plan Cóndor en su país involucrados en loe hechos. ¿Se preguntó al entonces mayor Manuel Cordero (hoy de 61 años de edad) y al ex capitán José Arab (59) acerca de cómo trasladaron a mi nuera de Orletti al SID? Hay testigos de ello. ¿Se preguntó al teniente coronel Juan A. Rodríguez Buratti (67 años) y al dicho José Arab a dónde llevaron a mi nuera y su bebé a fines de diciembre de 1976 al sacarlos del SID? Hay testigos de ello, también de la terrible frase que se dijeron: "A veces hay que hacer cosas embromadas". ¿Se preguntó al teniente coronel José Nino Gavazzo (60 de edad hoy), jefe de la dotación del Ejército uruguayo que, en el marco del Plan Cóndor, desde Orletti secuestraba, torturaba, asesinababa compatriotas suyos, qué sabe al respecto? Porque saber, sabe: entre otras cosas, estuvo al frente del operativo en que fue robado Simón Riquelo, de 20 días de edad, hijo de uruguayos y trasladado al Uruguay, donde todavía está secuestrado de su filiación por la falsa identidad que le impusieron.
Hago hincapié en la edad de esos señores y aun otros involucrados en el robo de mi nieta o nieto: coronel Jorge Silveira, 54 años; coronel Carlos Calcagno, 58; coronel Ernesto Rama, 63; coronel Alfredo Lamy, 60, porque dice usted que "quienes eventualmente podrían brindar algún dato fidedigno" son personas que "murieron o son ancianos". Los mencionados ni murieron, ni son ancianos a menos que sus colaboradores tengan un concepto de la senectud bastante diferente del que impera en el mundo moderno.
Dice usted además que la mayoría de los que podrían brindar información "ya no están sometidos a la jerarquía militar".
Supongo que no es el caso del coronel Silveira, destacadísimo represor en Orletti y en el SID, hoy miembro del Estado Mayor del comandante en jefe del Ejército uruguayo, general Amado. Entiendo, además, que tiene usted autoridad para dar órdenes de obligado cumplimiento a militares retirados, que nunca pierden su subordinación institucional. No le faltan fuentes para llevar a cabo una investigación a fondo.
En efecto: de su carta dimana la sensación de que la "averiguación discreta" se realizó con prisa y ligereza, tal vez por influjo de la ola de solidaridad espontánea que despertó mi carta abierta. A estas alturas considero mi deber manifestarle un par de cosas.
Me sobrestima usted cuando considera que alimenté "hasta el cansancio un esfuerzo para presentarme (presentarlo) como indiferente o insensible a reclamos humanitarios". La generadora de ese "esfuerzo" de otros es la única carta que le dirigí. No tengo medios para suscitar esa respuesta de más de 2000 intelectuales de 20 países. Soy un ciudadano de a pie. Usted es jefe de Estado. Por eso me llena de perplejidad lo que expresa claramente en su carta: que todo se ha debido a mi presunta intención de perjudicarlo en tiempos electorales.
Nunca me ha movido esa intención. Si usted es abuelo, conocerá muy bien de qué densidad es el cariño que uno tiene por los nietos, cuán cargado está de preocupación y cuidado por su porvenir, del deseo de transmitirles vida y experiencia de vida. Ellos nos prolongan más allá de los hijos. En mi caso, se trata de transmitir su historia a una nieta o nieto y esa voluntad no está sujeta a tiempos electorales. Llama su atencion el hecho que a 23 --no 24-- años de lo sucedido haya buscado yo su ayuda. Sólo hace muy poco encontré la pista que me llevó a la certeza de que mi nieta o nieto nació en cautiverio en Montevideo. Soy ciudadano de a pie, como le dije. Usted es mandatario de una nación entera: los 129 días transcurridos entre su conocimiento del caso y mi carta abierta, cargados de silencio, me parecen suficientes para que quien detenta el mando superior de las Fuerzas Armadas uruguayas obtenga resultados. No publiqué mi carta abierta 20 días antes de las elecciones: lo hice cuatro meses después de que el Dr. Bluth me transmitiera la promesa de usted de ocuparse del caso y tres meses después de que el doctor Bluth se me negara por teléfono y nunca en adelante me llamara, como se había comprometido a hacer. Ni siquiera para decirme que la investigación estaba en curso y que tuviera paciencia. Me pregunto qué hubiera hecho usted frente a ese muro.
La presunción de que se trataría de una maniobra destinada a perjudicar a su partido y a su candidatura a senador subestima el espacio de humanidad que conservan ante lo deshumano de este mundo personas como José Saramago, Darío Fo, Adolfo Pérez Esquivel, Eric Hobsbawn, Chico Buarque, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Daniel Viglietti, René Favaloro, Joan Manuel Serrat, Fito Páez, Horacio Verbitsky, Carlos Monsiváis, Augusto Monterroso, Gonzalo Rojas, Manuel Vázquez Montalbán y cientos de escritores, periodistas, artistas, académicos, intelectuales y ciudadanos que se dirigieron respetuosamente a usted para pedirle una respuesta. Es un agravio a su inteligencia confinar ese reclamo en el campo electoral. A la inteligencia de ellos y a la suya propia, Señor Presidente. Al politizar mi caso e instalarlo en la arena electoral, es usted quien autolastima su humanidad y su imagen.
Me dice usted que el gobierno de facto --es decir, la dictadura-- lo proscribió políticamente, le censuró la escritura y lo obligó a ganarse la vida como pudo. Lo lamento verdaderamente. Me alegra, a la vez, que la dictadura nunca le haya asesinado un hijo, desaparecido una nuera, robado una nieta o nieto. No todos los dolores son del mismo cuño. Dice usted --y me consta-- que jamás "empuñó un arma para imponerle a alguien sus propias ideas". Puedo asegurarle que el bebé cautivo en el SID, mi nieta o nieto, tampoco.
La investigación que realizamos mi mujer Mara La Madrid y yo fue exhaustiva y minuciosa. La averiguación que usted ordenó fue discreta. Aprecio que me diga que no dejará de ayudarme "pese a todo". Quiero entender que ese "pese a todo" no se refiere a mi supuesta voluntad de lastimarlo, sino a las barreras con que sus colaboradores tal vez hayan tropezado en la averiguación de la verdad. ¿O el general Amado, jefe del Ejército, no declaró acaso el reciente miércoles 3 que para la institución castrense que dirige está cerrado el tema de los derechos humanos y de los desaparecidos en el Uruguay "sea quien sea el nuevo comandante en jefe y sea quien sea el Presidente de la República"? ¿O no fue acaso el general Amado quien organizó una comida "de desagravio" --dice "El Observador" de Montevideo, diario no precisamente comunista-- para 40 oficiales del arma acusados de violar los derechos humanos? Esa comida tuvo lugar el 29 de octubre, dos días antes de las elecciones. Ya ve usted que el juego electoral no pasa por mi carta, ni por el extraordinario calor humano que la abriga, como si mi caso sin saberlo yo, sin proponérmelo, simbolizara tantos silencios impuestos al dolor, tantas angustias que castigan a los familiares de los desaparecidos por esa apropiación ajena y autoritaria de un saber que en realidad a ellos les corresponde. Sería decente no mezquinar ese valor.
Ante su manifestación de que espera ayudarme "pese a todo", me atrevo a sugerirle: ordene que la investigación se profundice, rompa una lanza, usted es quien ejerce el mando superior de las Fuerzas Armadas del Uruguay. No permita que le impidan un acto de grandeza. Se lo agradecerán sus hijos y sus nietos, que seguramente quieren que yo encuentre al mío.
Juan Gelman
8/11/99
III
Respuesta de Juan Gelman al presidente Sanguinetti
El pasado 27 de febrero, el Departamento de Estado de EEUU censuró al gobierno encabezado por el doctor Sanguinetti. "El gobierno -señaló- continúa sin obedecer una norma de 1992 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, reafirmada en octubre de 1997, que concluye que la Ley de Amnistía de 1986 (la llamada Ley de Caducidad) era incompatible con la Convención Americana de Derechos Humanos y que recomienda investigar las desapariciones y compensar a las familias de las víctimas.
Aunque la Ley de Aministía obliga a investigar el caso de los detenidos-desaparecidos, las tres administraciones desde el retorno de la democracia se han rehusado a abrir investigaciones oficiales. La única excepción fue una consulta no pública conducida por un fiscal militar que no reveló nada. En la entrevista que acordó a radio 'El Espectador' el mismo día, el señor Presidente declaró que la Ley de Caducidad 'fue una sabia ley, benefactora, que históricamente es reconocida desde ya en todo el mundo como un paso clave, que ha sido una contribución fundamental a la paz del país'. ¿Por qué critica el Departamento de Estado? ¿Por cuarta vez consecutiva? ¿Tendrá un pasado comunista, montonero y maoísta? Porque el doctor Julio María Sanguinetti es 'un luchador de la democracia', dijo de él mismo en la entrevista.
El hoy senador Eleuterio Fernández Huidobro recordó no hace mucho en LA REPUBLICA que 'nuestro actual Presidente fue denunciado nada menos que por el principal líder del Partido Demócrata Cristiano del Uruguay, el hoy fallecido Juan Pablo Terra, y todo eso fue publicado como íntimamente vinculado a la acción criminal (desapariciones, asesinatos, atentados, torturas, etcétera) del Escuadrón de la Muerte que, entre otras atrocidades, había perpetrado antes de 1973, la desaparición forzada de los jóvenes antes citados (Abel Ayala y Héctor Castagnetto) y los asesinatos de Ibero Gutiérrez y Ramos Filipini (dos trágicos comienzos de lo que fuera una larga serie en el Río de la Plata). Interpelado Sanguinetti por Terra, en ese entonces, se comprometió a suavizar la acción de dichos Escuadrones. Increíblemente cumplió por unas semanas la promesa, corroborando que estaba en condiciones de ordenarlo. Terra lo denunció y su grito sigue clamando'.
¿El fallecido líder democristiano no tendría acaso antecedentes comunistas, montoneros y maoístas? Porque el señor presidente, doctor Julio María Sanguinetti, es un luchador de la democracia.
En la entrevista mencionada, el señor Presidente dijo que yo sostuve 'fervorosamente, de modo rotundo y absoluto, en abril del año pasado, que su nuera embarazada había desaparecido en Buenos Aires, y acusó al general Cabanillas de ser el responsable de ese hecho. Un mes después dio otra versión y dijo que en realidad había ocurrido en Uruguay'. En efecto, en una carta abierta al teniente general Martín Balza -y también mucho antes- afirmé que mi hijo y mi nuera embarazada habían sido secuestrados en Buenos Aires el 24 de agosto de 1976 y fueron llevados al centro clandestino de detención 'Automotores Orletti', y probé que la responsabilidad mediata de ese hecho recaía en el entonces capitán Cabanillas, segundo jefe de la cadena militar de mandos de Orletti, así como en todo el personal que operaba en dicho centro. También les cabe responsabilidad por los hechos subsiguientes: la entrega de mi nuera embarazada a los efectivos de las fuerzas de seguridad uruguayas que operaban en Orletti, que la trasladaron clandestinamente a Montevideo y la internaron en el local del SID de Bulevar Artigas y Palmar, que la llevaron al Hospital Militar de Montevideo para el parto y que a fines de diciembre de 1976 la retiraron de ese local con su bebé en un canasto y rumbo desconocido. Y no hay dos versiones diferentes: se trata de la misma persona, mi nuera, desaparecida dos veces, una en Buenos Aires, posteriormente en Montevideo, con el agregado en el último caso de un bebé.
Tal vez el señor Presidente no recuerda el memorándum que le elevé a solicitud del doctor Elías Bluth en el que todo eso se relata, y del que dijo que 'no sobraba ni faltaba una palabra', según el doctor Bluth. Tal vez reverbera en esa afirmación del señor Presidente, y en otra aún más confusa en la misma entrevista, la especie difundida por el diario 'El Observador' acerca de que di dos versiones diferentes acerca del lugar de nacimiento de mi nieta o nieto: el 4 de abril habría dicho Orletti en la carta al general Balza, el 7 de mayo en el Hospital Militar de Montevideo en la entrevista con el doctor Bluth. Dejando a un lado el hecho obvio de que un mes después se puede saber más que un mes antes, supongo que los asesores del señor Presidente no leyeron bien la carta abierta que le dirigí al general Balza, entonces jefe del Ejército argentino. En ninguna parte de esa carta, ni en ninguna otra parte, dije que mi nieta o nieto había desaparecido en Buenos Aires. En cambio, al pie de una "Carta abierta a mi nieta o nieto" que el semanario "Brecha" publicó, se puede leer la siguiente posdata: "Automotores Orletti, como es notorio ya, fue centro de la Operación Cóndor en la Argentina. Allí hubo un tráfico de embarazadas y de niños secuestrados entre las fuerzas de seguridad de las dictaduras militares del Cono Sur. Allí operaron represores uruguayos. Mi nieta o nieto ¿nació en algún centro clandestino de detención del Uruguay?". La carta y la postdata se publicaron en Uruguay el 5 de diciembre de 1998. ¿Será posible que los asesores del señor Presidente lo hayan inducido a error? ¿Habrá entre ellos alguno con antecedentes comunistas, montoneros y maoístas? Porque el doctor Julio María Sanguinetti es un luchador de la democracia.
Las referencias del señor Presidente a mis antecedentes políticos me recuerdan al tero, ave previsora que para defender a su progenie pone el huevo en un lado y grita en otro. El grito, en este caso, ya se sabe. En el huevo se apelmazan los humores del ocultamiento de dos crímenes aberrantes: la desaparición de mi nuera, probablemente ejecutada -¿por militares uruguayos?- en el Uruguay para arracarle su bebé; la entrega a manos extrañas a mi familia del bebé nacido en cautiverio, a quien además de la madre se le arrebató la filiación. ¿Ese bebé habrá nacido con antecedentes comunistas, montoneros y maoístas? Porque el señor Presidente es un luchador de la democracia.
A riesgo de fatigar al lector, no debo pasar por alto las inconsistencias manifiestas de las eventuales investigaciones sucesivas ordenadas por el señor Presidente -"discreta', dice en su respuesta a mi primera carta abierta, 'minuciosa', en carta al Premio Nobel Günter Grass fechada dos meses después- destinadas a revisar los antecedentes judiciales y de la Comisión Investigadora del Parlamento acerca del caso.
Aunque la presencia de una embarazada cautiva en el SID figura en actas de la Comisión (No. 4 de 9-5-85, No. 22 de 14-8-85), en expedientes del Juzgado de 2º. Turno a cargo del doctor Arriague Saccone, así como en reiteradas declaraciones de ciudadanas y ciudadanos uruguayos trasladados clandestinamente de Orletti al local del SID, los averiguadores del doctor Julio María Sanguinetti no encontraron elementos que sustentaran mi denuncia. Es verdad que el señor Presidente ha declarado repetidas veces que en Uruguay nunca se produjo el nacimiento de un niño en cautiverio. Y el señor Presidente es un luchador de la democracia.
Juan Gelman
Publicado en La República (28.02.00)
Publicado en La República (28.02.00)
un poco de poesía...
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