Hola, soy Mario Llambías y quiero contarte que soy agrimensor, hacendado con tierras en los partidos de General Belgrano y General Villegas de la Provincia de Buenos Aires, y dirigente de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP).
En 2005, fui elegido presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).
Fui uno de los líderes del paro agropecuario de 2008, que con más de 120 días de duración es el cierre patronal general (lockout) más extenso de la historia argentina.
No voy a ser candidato a legislador nacional en las elecciones del octubre 2011. Primero están los intereses corporativos de mis amigos empresarios Agrogarcas, y después lo otro.
No voy a ser candidato a diputado, por lo menos en este momento. Yo me debo a mi entidad, y como tal, voy a actuar de acuerdo a mi entidad.
Sí, sí, es verdad, los ofrecimientos de la Coalición Cívica, del PRO, del Menemismo Federal , y hasta de Pino Solanas (via Vilma Ripoll) están y son bienvenidos pero seguiré al frente de CRA, Magnetto me necesita acá...
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La arenga de Mario Llambías el pasado 19 de marzo en un acto de la derechista Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), en la ciudad bonaerense de Junín, marca un preocupante giro ascendente en la intolerancia que caracteriza a esa agrupación y a su entidad madre, las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).
Porque no se trata sólo de frases con peso propio y que retrotraen al momento en que CRA y Carbap estaban conspirando contra el gobierno democrático de Isabel Martínez de Perón, sino que, además, el momento y el lugar son datos destacados de la intención política de Llambías.
En la víspera de la conmemoración nacional por los 35 años del golpe militar de 1976, Llambías apeló a aseveraciones tales como que “hay muchos –en clara alusión al gobierno– que quieren remplazar nuestra bandera nacional por un sucio trapo rojo”, a la vez que pidió trabajar para cambiar el gobierno nacional “en estos próximos seis o siete meses, ya que muchas oportunidades no nos quedan para hacerle entender a la gente”.
Junín fue la sede del XXV Congreso de Carbap, en el que su entonces presidente, Jorge Aguado (luego fue secretario de Agricultura de Roberto Viola y gobernador de la provincia de Buenos Aires con Leopoldo Galtieri) hizo un discurso netamente golpista.
CRA representa, junto a la SRA, lo más conservador de las asociaciones del agro, y coinciden en su ideología pro libre mercado sin intervención estatal. De hecho, fue la Sociedad Rural la que el 24 de marzo de 1977 (al cumplirse el primer aniversario del golpe), apoyó al gobierno de facto con una solicitada titulada “La Sociedad Rural al País”, que fue publicada en los principales diarios nacionales de la época.
Ante la atenta mirada del párroco de la ciudad y de diferentes dirigentes que contribuyeron a los cuatro lockout patronales del agro a lo largo de 1975 y luego participaron del lockout de toda la gran patronal argentina, en febrero de 1976, Llambías manifestó que “acá nos quieren destruir, para poner un proyecto que va en contra de lo que todos nosotros defendemos”.
Además, y en pleno avance de la justicia sobre distintos casos de trabajo esclavo en el agro en todo el país, el titular de CRA embistió contra los magistrados al pedirles que “no se siga perjudicando a la gente con la justicia, y que no se pongan más trabas a la producción”. Además apuntó que “si se hubiera aprobado la 125, estaríamos todos mucho más complicados” en el sector.
Además, y mostrando sus prejuicios contra la intervención popular en la actividad política, el ruralista Llambías espetó que para cambiar el modelo, “hay que trabajar mucho. Pero no pido militancia, porque la militancia es que nos pongan una idea en la cabeza para luego ir para adelante sin pensar”.
Mario Llambías, CRA y Carbap sostienen desde hace tiempo una posición desestabilizante, filogolpista, que ya comenzó a cosechar el repudio democrático de la población.
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"LA SOCIEDAD RURAL ARGENTINA AL PAIS"
En el primer aniversario del Gobierno de las Fuerzas Armadas
Hoy hace un año que el país se debatía en la más profunda de las crisis por la que ha atravesado en su historia. La corrupción, la falta de autoridad, el desgobierno, el crimen como medio político, eran caràcteres dominantes de la situación. En lo económico, la inflación descontrolada y el desorden fiscal eran insostenibles. Se estaba al borde de la cesación de pgos; en suma, el país se desintegraba.
En esos momentos todos estàbamos dispuestos a dar cualquier cosa por tener garantías mínimas de vida, y de bienes, por volver a respirar aire puro.
Fue en tan graves circunstancias que las Fuerzas Armadas tomaron las riendas del país con patriotico empeño, para evitar su desarticulación total. Su advenimiento al gobierno fue apoyado por todos. En aquel momento nadie medianamente informado creyó en la posibilidad de revertir la situación en un plazo breve.
Un año despues, luego de una ardua labor, varios e importantes son los logros materializados. Quizá mayores aún de lo que nos puedan parecer sin la suficiente perspectiva.
La guerrilla apatrida y brutal, amparada en buena medida por las anteriores autoridades, ha sufrido rudos golpes y está en franca retirada. Ahora se dedica desde el exterior a atacar al país a través de la prensa izquierdista, cinicamente, abusando de la calificación de derechos humanos, que ellos jamás quisieron respetar.
Sin embargo queda mucho por hacer. Es indispensable reforzar el proceso dándole otro ritmo, lograr definiciones y tomar decisiones que hacen al fondo del mismo y que son necesarias para proyectar a la Nación hacia su modernización, conforme el plan económico incialmente enunciado.
En efecto, debemos desarmar el andamiaje creado por casi 35 años de una lenta pero sistemática estatización socializante, que en definitiva ha demostrado su fracaso al emprobrecernos a todos y al no haber dado los frutos que algunos sectores ansiosos, confundidos o equivocados, esperaban de su aplicación.
Este proceso requiere el apoyo y sacrificio de todos los sectores, sacrificio que deben hacer no sólo los empresarios y los obreros, sino especialmente el Estado, dando el ejemplo a través del reordenamiento presupuestario que ya ha comenzado, la liquidación de las empresas estatales y el redimensionamiento de la burocracia.
Ahora no debe dominarnos la impaciencia. Volvamos nuestra memoria al 24 de marzo de 1976 y comparemos la actual situación con aquella, recordemos etapas similares y veremos que las experiencias pasadas nos indican la inconveniencia de actitudes demagogicas de aperturas políticas prematuras, que puedan entornpecer o demorar una efectiva recuperación del país en todos los órdenes.
La Sociedad Rural Argentina reitera frente a los productores y la ciudadanía en general su apoyo a toda acción que signifique compeltar el proceso iniciado el 24 de marzo de 1976, para poder lograr así los fines propuestos, que en definitiva son los grandes objetivos nacionales.
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977
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La antinomia
pueblo vs oligarquía.
La actitud virulenta de la Sociedad Rural Argentina y sus aliados en discursos y hechos que tuvieron lugar en la inauguración de la exposición de Palermo no hacen más que reflejar una histórica actitud de la tradicional oligarquía terrateniente argentina. Para comprobarlo sólo debemos recorrer nuestra historia.
La Argentina se incorporó, durante el siglo XIX, a la división internacional del trabajo como productor de materias primas, y con ello se conformó una oligarquía terrateniente que controló los destinos de nuestro país. Tras más de 50 años de guerras civiles que le permitieron derrotar militarmente los proyectos alternativos encarnados en las montoneras federales conducidas por caudillos de la talla del Chacho Peñaloza y Facundo Quiroga, entre otros.
Después de haber alcanzado este “orden” necesario para sus negocios, la oligarquía terrateniente al mando del poder económico –por ser poseedora de la principal fuente de riquezas del país, la tierra, y del poder político al controlar todos los cargos mediante elecciones restringidas y fraudulentas– fue diseñando un país a imagen y semejanza suya, y a la de su principal organización corporativa: la Sociedad Rural.
A su vez, se fue construyendo una ideología acorde con sus intereses a través de escuelas, universidades y órganos de prensa, cuyo principal exponente es aún hoy el diario La Nación, fundado por la familia Mitre, y de un aparato estatal acorde con sus requerimientos.
Todo el país estaba subordinado al poder terrateniente. Y este, a su vez, subordinado a los negocios primero con Inglaterra, más tarde con los EE UU, como una rama de la industria extranjera.
Pero a comienzos del siglo XX, con el corazón de la economía mundial, Europa, en guerra, llegó la crisis de este modelo agroexportador, impulsándose un proceso de sustitución de importaciones que dio como resultado una alianza social entre una naciente industria y amplios sectores de la clase obrera, cuya expresión política fue el Peronismo.
Desde su origen histórico, fracciones enteras del capital en la Argentina, vinculadas a la producción industrial (y al comercio que surge de ella), dependen de que el Estado disponga de una porción de la renta agraria para poder financiarse, en calidad de subsidios, precios diferenciales en sus costos de producción, proteccionismos comerciales, etcétera. Hete aquí una de las madres de todas las batallas nacionales. Esta es la cuestión nacional, el problema de la independencia económica y de la soberanía política.
Esta alianza, constituida en una fuerza capaz de disputarle a la alianza social dirigida por la Sociedad Rural la conducción política y económica del país, triunfa en las elecciones y lleva a la presidencia a Juan Perón, pasando a disputar el control del aparato estatal hasta entonces plenamente servil a los intereses terratenientes.
Esto le permitió, a través del control del comercio exterior mediante una institución como el IAPI, trasladar ingresos de la exportación de materias primas al desarrollo de industrias no competitivas en el mercado mundial, y desarrollar el mercado interno a través del consumo generado por salarios altos y pleno empleo.
Pero en 1955, este “modelo industrialista distributivo” fue desestabilizado a través de un golpe de Estado orquestado por la Sociedad Rural, en el cual confluyeron sectores altos y medios urbanos y rurales, logrando articular también a prácticamente todas las expresiones políticas opositoras, de derecha y de izquierda.
Como esta es la “cuestión nacional”, es decir, el principal problema para resolver, no puede desaparecer sin ser, precisamente, resuelto. Y así es como surge una y otra vez a través de nuestra historia, de diferentes formas, con diferentes colores.
En 1976, este conflicto estaba más abierto que nunca, y la Sociedad Rural nuevamente orquestó un golpe de Estado mediante las Fuerzas Armadas, y se encargó personalmente, por medio de uno de sus mayores cuadros económicos y políticos, José Alfredo Martínez de Hoz, de llevar adelante el proyecto económico propio. Mientras las Fuerzas Armadas se encargaban de la faz represiva de este plan, atacando fundamentalmente el corazón de la organización del movimiento obrero.
Hasta aquí, el plan de la Sociedad Rural, a pesar de haber logrado articular el país desde sus orígenes a mediados del siglo XIX, nunca había logrado ser aplicado plenamente en democracia. Lo hizo por primera vez durante la década de 1990, paradójicamente, a través de un presidente que provenía del peronismo, Carlos Saúl Menem. La plataforma política que votó la mayoría de la población nada decía de la aplicación de este plan, que profundizó el aplicado en 1976, incluyendo la privatización en masa de las empresas públicas y el desguace del aparato productivo y de defensa desarrollado en base a la confiscación histórica de una porción de la renta agraria.
En el presente, de 2003 en adelante, encarnado en las figuras presidenciales de Néstor Kirchner primero, y de Cristina Fernández después, se vuelve a conformar una alianza social. Ahora conducida por sectores de capital concentrado vinculados a la industria y al comercio, sectores medianos y pequeños de industria y comercio, y el apoyo de un sector mayoritario del movimiento obrero y de organizaciones sociales, que nuevamente disputan una porción de la renta diferencial para el desarrollo a través del subsidio de otras ramas de industria y comercio, así como para la redistribución del ingreso en amplios sectores de la población. Uno de los principales mecanismos es el conocido como “retenciones”.
A comienzos de 2008, la capacidad de aplicar este mecanismo estuvo fuertemente en disputa, en el denominado “conflicto por la 125”, logrando la fuerza terrateniente, por un lado, frenar el avance de la alianza social en el gobierno en el terreno económico, en lo que –a su juicio– es una injusta confiscación de una parte de la renta agraria para transferirla hacia otros sectores. Y por el otro, minar fuertemente la credibilidad social en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, preparando así el clima social y el terreno político para remplazar su programa de gobierno por otro a la medida de la nueva burguesía agroindustrial.
Por lo tanto, para la Sociedad Rural y sus aliados, atacar el sistema de retenciones no tiene un significado sólo económico, sino fundamentalmente político e ideológico, por ser el pilar en que se sostiene el proyecto de país contrario a sus intereses, expresado históricamente en el peronismo.
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Mario Llambías y sus ruegos por una patria en Paz, en Libertad, y con Justicia...
Daniel Mancuso
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