lunes, 31 de marzo de 2008

OTRA VEZ




Empezó la pelea, otra vez. Siempre es así. Desde hace 200 años, hay dos argentinas que disputan antagónicamente.

Una es gorda, robusta, abundante. Se levantó con el pie derecho, se vistió de privilegios, tuvo esclavos negros para servir el chocolate caliente o para ir a la guerra del Paraguay. Siguió la moda europea, visitó paris y londres, transvasó el viejo mundo a buenos aires. Inventó la civilización. En cada etapa se alió a los poderosos: comerciantes españoles, contrabandistas ingleses, capitales yanquis (foráneos en definitiva), para hacer sus negocios y generar sus ganancias. Con la mirada perdida allende los mares desdeñó a su hermana la cenicienta.

La otra argentina, la flaca, es más debil, nació con bajo peso, tuvo problemas de crecimiento, siempre se enfermó, se agarró todas las pestes que andaban por el aire. Intentó desde el comienzo sobrevivir a las crisis, soportó las expoliaciones, recibió palos por las quejas y palos por las dudas. Sufrió estafas, cuando pudo votó fraude, padeció privaciones, recibió despojos, resistió usurpaciones, sobrellevó los robos más insolentes. La persiguieron, la encarcelaron, la bombardearon, la fusilaron. Visto y considerando su rebeldía, la desaparecieron.

Empezó la pelea, otra vez. El gobierno subió las retenciones y los chacareros cortaron las rutas. La gente que aplaude los cortes es la misma que se quejaba cuando trabajadores con hambre, desocupados y sectores suburbanos empobrecidos por la política neoliberal (de la dictadura militar, el menemismo y de la rua a cavallo por citar solo algunos artífices) se transformaron en piqueteros para poder existir.

Los cabecitas negras fueron, son, un forúnculo en la sociedad blanca, racista solapada, con aires extranjeros y desprecios nativos. Son los hijos de la tierra, los nietos de los indios, la barbarie. Son los pibes desnutridos, los que no tiene luz ni agua potable, ni cloacas ni internet. Son los pibes que no deben trabajar en el tabaco o el algodón, ni deben ser banderilleros de aviones fumigadores de los campos que no quieren las retenciones. Son los perdedores de siempre.

Los cortes de las rutas son buenos o malos, depende de quienes lo realicen. "Ahora" son productores rurales indignados que protestan en todo el país, se sienten despojados de lo que les pertenece. Los de "antes" conculcaban el derecho constitucional a circular libremente y perjudicaban a los ciudadanos. Los de antes recibían la crítica de la prensa y el desprecio de la gente de bien. Los de ahora son aplaudidos por las clases medias urbanas, que salen a cacerolear cuando les tocan el bolsillo y gritan "abajo el gobierno". Los de antes pedían comida. Los de ahora tiran naranjas de los camiones, hacen pudrir los pollos, impiden que la carne llegue a las ciudades. Murió un viejo enfermo en la ambulancia que no pasó.

Los de antes eran incivilizados. Los de ahora tienen un reclamo justo frente a la soberbia gubernamental. Sin embargo, los de antes son producto residual del enriquecimiento de algunos de ahora: cuando miles de argentinos eran despedidos, veían cómo sus fábricas cerraban y sus talleres se fundían; algunos campesinos viajaban por el mundo, compraban chucherias electrónicas en los malls, gracias a los beneficios falaces de la convertibilidad. Los de ahora no queman cubiertas (las que tienen en las camionetas son nuevas). Comentan los cortes por celular, se convocan por mensajes de texto.¡¡¡ Qué paquetería!!!

Los de ahora no son homogéneos: son una mezcla de familias que cultiban los campos, pequeños empresarios, medianos arrendatarios y grandes terratenientes. Lo que los acerca son las ganas de subir la escalera pero no son lo mismo, lo único que los iguala es que no tienen Hambre. Eso no les pertenece, es un atributo de los miserables, los negritos, los excluídos, los marginados, los villeros, los que "no quieren trabajar" porque reciben planes sociales. Las cacerolas relucientes de barrio norte o belgrano son diferentes a las de villa albertina o budge o fiorito. Las unas alimentan, decoran y se tornan instrumentos musicales fashion. Las otras, están apiladas en un rincón, herrumbrosas, vacías.

Como cuando estaban los dinosaurios: hay quienes tienen la cueva, la comida y el fuego. Afuera, miles de miradas ateridas se cagan de frío.




daniel
mancuso



lunes, 24 de marzo de 2008

Las DICTADURAS





1

El democrático gobierno de Hipólito Yrigoyen había sido elegido por una amplia mayoría, pero los opositores se habían ocupado de hacer una campaña de desprestigio tal, que nadie reaccionó ante el levantamiento que llevó al poder al general José Félix Uriburu, el 6 de septiembre de 1930, que fue reconocido como presidente de facto por la Corte Suprema de Justicia en una Acordada (nombre que reciben las decisiones de este alto tribunal) del 10 de septiembre de 1930.

Uriburu fue el iniciador de lo que más tarde se haría una costumbre, asumir la calidad de legislador a través del dictado de decretos- leyes. Su mandato fue conocido como la “década infame” por las atrocidades cometidas, como el asalto al comité central de la UCR (Unión Cívica Radical) partido al que pertenecía el ex presidente Irigoyen, en cuyo domicilio ingresaron, y quemaron sus pertenencias.

Disolvió el Congreso nacional, intervino las provincias, implantó el estado de sitio y la ley marcial (las personas imputadas de algún hecho delictivo son juzgadas por autoridades y tribunales militares). Clausuró diarios, reprimió sindicatos y permitió la tortura a opositores.



2

Ramón S. Castillo fue interventor en la provincia de Tucumán durante cinco meses, en 1930, en el gobierno de facto del general Uriburu. Desde 1932 a 1935 fue senador nacional por su provincia, y luego ministro del Interior, cargo que renunció al aceptar la candidatura a vicepresidente. Con la renuncia del presidente Roberto M. Ortiz por razones de salud, el 27 de junio de 1942, le correspondió a su compañero de fórmula, Ramón S. Castillo, por mandato de la Constitución Nacional, finalizar el período para el que habían sido elegidos: 1938-1944.

El presidente Castillo consideraba el fraude como una parte más de la política. Si un gobierno estaba sólo apoyado por una minoría de votantes tenía que recurrir al fraude electoral para no perder el poder. En política interna, en octubre de 1941 disolvió el Concejo Deliberante de la Capital, muy desprestigiado desde 1936 por el negociado de la CHADE (Compañía Hispano-Argentina de Electricidad). Se agregaba el arreglo de los concejales, recibiendo mensualmente retribuciones por las concesiones a las líneas de colectivos. El autoritarismo de Castillo era cada vez mayor, y al declarar el estado de sitio, en diciembre de 1941, preguntándole algún periodista si el decreto había sido aprobado por la totalidad de los ministros, contestó con picardía provinciana: "Sí, por unanimidad... de uno. O sea yo, que soy quien decide".

Un nuevo golpe de Estado se produjo el 4 de junio de 1943. Diferente esta vez, lo encabezaba la Logia semisecreta GOU (Grupo de Oficiales Unidos), cuyos miembros eran oficiales de las Fuerzas Armadas para que ocupasen los principales cargos administrativos y políticos del gobierno. Juan Domingo Perón se convierte en la figura clave del GOU y de la revolución del 4 de junio 1943 cuya proclama redacta. Perón insiste que tiene que ser una revolución con grandes reformas estructurales: la batalla era contra la injusticia social.

Deponen al presidente Castillo. El primero en asumir, el general Arturo Rawson, estuvo menos de tres días a cargo del gobierno, asumiendo el general Pedro Pablo Ramírez que gobernó durante ocho meses, siendo desplazado por su vicepresidente, el general Edelmiro Farell, el 24 de febrero de 1944.

En esta etapa comienza a surgir una figura que más tarde, descollaría en el escenario político de la Argentina: Juan Domingo Perón, que en ese momento revestía el grado de Coronel, quien ocupó la Secretaría de Trabajo, el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia de la Nación.

El presidente de facto, Farell, hizo renunciar a Perón, en su candidatura a las próximas elecciones y lo confinó a la isla Martín García. En su apoyo, las masas populares, los obreros, jornaleros, y trabajadores que veían en Perón el protector de sus derechos laborales, se levantaron el 17 de octubre de 1945
e invadieron el centro histórico de la ciudad de Buenos Aires y llenaron la Plaza de Mayo. Obtuvieron como resultado la libertad de Perón, el restablecimiento de las libertades y de los partidos políticos, y la anticipación de las elecciones generales para febrero de 1946.

 


Almirante Rojas y General Aramburu

3

El golpe de estado del 16 de septiembre de 1955, conocido como Revolución Libertadora, fue dirigido contra el segundo gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. Tres meses antes, el 16 de junio, los mismos militares bombardearon la Plaza de Mayo. El golpe fue realizado por distintos sectores. Tomó el gobierno el general Eduardo Lonardi, quien al asumir disolvió el Congreso y designó nuevos ministros en la Corte Suprema de Justicia, adictos a sus órdenes, concentrando de ese modo los tres poderes del estado. A pesar de afirmar que no habría "...ni vencedores ni vencidos", se ensañó con el peronismo tomando sus locales gremiales.

Sin embargo, dentro de los mismos militares, había discrepancias. La oposición liberal que quería ingresar al FMI (Fondo Monetario Internacional), triunfó, por lo que se relevó al militar nacionalista Lonardi, por otro militar liberal, el general Pedro Eugenio Aramburu. Éste inicio la llamada “política gorila” contra el peronismo, tratando de hacerlo desaparecer.


4

Otra dictadura surgió el 29 de marzo de 1962, y fue contra el gobierno constitucional de Arturo Frondizi, quien había asumido en 1958, por un pacto con el peronismo, por el cual se comprometía a legalizar a ese partido. Durante su gobierno, Frondizi, sufrió la presión constante de los militares, que le obligaron, entre otras cosas, a declarar el estado de sitio y a romper relaciones diplomáticas con Cuba.

Al ser depuesto por las fuerzas armadas y conducido detenido a la isla Martín García, asumió como Presidente, el Presidente del Senado, José María Guido, quien convocó a elecciones, asumiendo en 1963, Arturo Illia con sólo el 25 % de los votos. Con tan poco apoyo popular, se pudo montar una campaña de desprestigio que precipitó el golpe, que llevó a cabo el general Onganía el 28 de junio de 1966.
La intención del gobierno radical, de permitir la participación del peronismo, fue el detonante para la toma del poder por los militares golpistas.


5
 
El gobierno de Juan Carlos Onganía, la llamada Revolución Argentina, tuvo ciertas particularidades. La mayoría de los gobiernos de facto asumían para recomponer la situación y convocar nuevamente a elecciones, en este caso, Onganía llegó para quedarse. Nunca aseguró que cumpliría la Constitución ni que su gobierno fuera provisional. Las leyes supremas fueron el Acta de la Revolución Argentina y el Estatuto de la Revolución Argentina.

En 1970, Onganía fue reemplazado por un golpe interno militar, asumiendo el general Roberto Marcelo Levingston, quien a su vez fue reemplazado,

en 1971, por Alejandro Agustín Lanusse designado por la Junta de Comandantes, quien convocó a elecciones.

Se sucedieron los gobiernos constitucionales de Héctor Cámpora, representante del peronismo, ya que Perón estaba excluido, quien asumió el 25 de mayo de 1973, y que duró 49 días, dando lugar a la elección de Perón, asumiendo bajo la fórmula Perón-Perón, ya que su vicepresidente, era su segunda esposa, María Estela Martínez de Perón.







6

La dictadura militar en Argentina que comenzó el 24 de marzo de 1976 y finalizó el 10 de diciembre de 1983, se autodenominó: PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL.
 
El 24 de marzo de 1976 ocurrió lo que muchos esperaban: Se produjo el golpe de Estado que derrocó al gobierno Constitucional de Isabel Perón, quien fue detenida y trasladada a Neuquén. La Junta de Comandantes asumió el poder integrada por: el Almirante Emilio Eduardo Massera, el Teniente Gral. Jorge Rafael Videla, y el Brigadier Gral. Orlando Ramón Agosti
. Designó como presidente de facto a Jorge Rafael Videla. Dispuso que la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea compondrían el futuro gobierno con igual participación.

El régimen militar puso en marcha una represión implacable sobre la gente y todas las fuerzas democráticas: políticas, sociales y sindicales, con el objetivo de someter a la población mediante el terror de Estado para instaurar terror en la población y así imponer el "orden", sin ninguna voz disidente. Se inauguró el proceso autoritario más sangriento que registra la historia de nuestro país. Estudiantes, sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron secuestrados, torturados, asesinados y "desaparecidos". Mientras tanto, miles de argentinos se exiliaron.







En 1977, con la visita oficial de Videla a Venezuela viajaron Carlos Ovidio Lagos, José A. Romero Feris, Luis Federico Leloir, Alfredo Lanari, Juan Manuel Fangio, Roberto De Vicenzo, Bonifacio Del Carril, Rogelio Polesello, Ary Brizzi, Pedro Ignacio Calderón, Guillermo E. Alchourron, José Gogna, Enrique Eskenazy, Juan Carlos Negrini, José Federico López, Guillermo Maria Yeatts, Edmundo Rivero y Pascual Mastellone. Todos ellos viajaron como invitados especiales del gobierno militar.





José Alfredo Martínez de Hoz fue designado ministro de Economía y, el 2 de abril, anunció su plan económico. La gestión de Martínez de Hoz fue totalmente coherente con los objetivos que los militares se propusieron: arrastrar a millones de argentinos a la exclusión económico-social. en 1977 se inicia un cambio estructural orientado a transformar radicalmente la economía del país en beneficio de sectores concentrados, con base transnacional financiera.










Un mojón del nuevo modelo fue la reforma de la ley de entidades financieras, la liberalización de la cuenta capital, una política monetaria ultrarestrictiva y la tablita cambiaria que generó un profundo retraso cambiario.

Las altas tasas de interés en el marco de la estabilidad cambiaria crean un proceso de ingreso de capital financiero que facilita un boom de importaciones. Todo ello unido al creciente cortoplacismo financiero afectó profundamente a la inversión y al conjunto de los sectores productivos.

El programa incluyó además el aumento del gasto en armamentos y obras de infraestructura costosa y de baja rentabilidad social todo lo cual provocó, en el marco de la desregulación financiera, un crecimiento explosivo de la deuda externa pública y privada para financiar el creciente déficit gemelo externo y fiscal.

La crisis fiscal se agravó con la reducción de los aportes patronales y el vaciamiento de la seguridad social. Ello exigió mayores ajustes, el sobre—endeudamiento de las empresas del Estado para financiar al Tesoro y la reducción del gasto social incluyendo la transferencia de hospitales y escuelas sin recursos a provincias y municipios. La inviabilidad de la tablita ante la esperable falta de convergencia de los precios internos a los externos y el nuevo contexto global de fuertes subas en las tasas de interés, condujeron a una crisis bancaria y cambiaria que llevó al default en 1982.

Durante este período, la deuda empresaria y las deudas externas pública y privada se duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó, cercenando aún más la capacidad de regulación estatal. Con ese clima económico, la Junta Militar impuso el terrorismo de Estado que, fuera de enfrentar las acciones guerrilleras, desarrolló un proyecto planificado, dirigido a destruir toda forma de participación popular.






Videla visitado por Jorge Luís Borges, y Ernesto Sábato entre otros...





El mundial de Futbol 1978
 

La realización y conquista del Mundial de fútbol 1978 fue el primero de los objetivos centrales que persiguieron los militares de la dictadura argentina en su afán por perpetuarse. Durante el Mundial, las Madres de Plaza de Mayo sufrieron mucho la indiferencia del pueblo, el ataque desde los medios adictos diciéndoles que eran antinacionales, ya que hablaban en contra del Mundial. Triunfó el equipo argentino en medio del delirio popular, y entre militares y ciertos periodistas se extrajo la conclusión de que el objetivo de mostrar una Argentina en paz había sido logrado. Sin Embargo, muchos argentinos y quienes seguían las transmisiones en Europa, sabían que no era esa la realidad, y que miles de argentinos estaban detenidos y desaparecidos en los campos de concentración clandestinos mientras la alegría del triunfo se manifestaba por las calles.








LA COORDINACIÓN REPRESIVA EN LATINOAMÉRICA


La operatividad represiva ilegal no sólo fue realizada dentro de los límites del terrorismo de Estado nacional sino que las actividades de persecución se realizaron sin limitación de fronteras geográficas, con la colaboración de los organismos de seguridad de Estados limítrofes, los que procedían a la detención de personas sin respetar orden legal alguna.

Incluso operaron dentro de nuestro territorio agentes represores extranjeros, que procedieran a la detención de ciudadanos uruguayos, paraguayos, chilenos, bolivianos y de otras nacionalidades. Estos habitantes extranjeros fueron secuestrados dentro de la mayor clandestinidad e impunidad y entregados a las autoridades de los países de origen. Algunas de las víctimas ostentaban el carácter de refugiados, algunos con su radicación legalizada, y otros bajo el amparo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. Haberlos privado de tal condición demuestra una clara transgresión de derechos internacionales reconocidos.

La metodología utilizada consistió en la interrelación de los grupos ilegales de represión que actuaron con aquella clandestinidad a la que se ha hecho referencia clara violación de la soberanía nacional.

Lamentablemente lo que ha ocurrido es demostrativo de la existencia de un aparato represivo típicamente “multinacional”. Años más tarde se conocería que esta coordinación tenía el nombre de “Operación Cóndor”. A su amparo, las fuerzas de represión extranjeras pasaron a integrar los llamados "grupos de tareas", dedicándose a secuestrar, interrogar bajo tortura, asesinar o a proceder al traslado de sus compatriotas a los centros clandestinos de detención ubicados en sus propios países.








Conflicto del Beagle





Luego del Laudo Arbitral de 1977, Argentina estuvo al borde de la guerra con Chile en 1978. Lo que estaba en juego eran tres islas del extremo sur, sobre el Canal de Beagle. Este conflicto había surgido en el siglo XIX como consecuencia de un tratado de límites firmado entre Chile y Argentina que obviaba legislar sobre la soberanía en las aguas del canal y sus islas Lennox, Picton y Nueva.







La guerra de Malvinas
Durante la dictadura militar argentina que había comenzado en el año 1976, se decidió iniciar la guerra de las Malvinas, donde se entremezclaron legítimos derechos de reivindicación, con aspiraciones políticas de un gobierno, cuyo prestigio estaba notoriamente deteriorado, y necesitaba de alguna manera, contar con el apoyo popular. 

Las tensiones en las relaciones argentino-británicas habían crecido debido a ciertos incidentes, como el de una operación naval secreta llevada a cabo por la Argentina, en una isla de las Sanwich del Sur, llamada Thule, con fines científicos, en 1976, que según los ingleses encubría otro propósito.

El Presidente de facto, general Leopoldo Fortunato Galtieri, y los marinos Jorge Isaac Anaya y Emilio Massera, comenzaron a plantear una estrategia bélica, considerando que Estados Unidos permanecería neutral. Previamente, Galtieri intentó negociar con los ingleses pero estos desestimaron el pedido.

El 28 de marzo de 1982, partió la flota hacia Malvinas, integrada por el buque Cabo San Antonio, el portaaviones 25 de Mayo, los destructores Santísima Trinidad y Hércules, las corbetas Grandville y Drumond, el submarino Santa fe y el rompehielos Irízar, recuperando las islas el 2 de abril de 1982, tras la rendición sin ninguna resistencia, de su gobernador Rex Hunt, creándose una gobernación militar argentina.

Puerto Stanley, su capital, fue denominada Puerto Argentino. El canciller argentino Nicanor Costa Méndez inició las negociaciones por vía diplomática. El Consejo de Seguridad de las naciones Unidas, dictó la resolución 502, el 3 de abril, donde de 15 votos se contaron 10 a favor de su aprobación (Estados Unidos, Francia, Guayana, Irlanda, Japón, Jordania, Togo, Uganda, Zaire y Gran Bretaña) 4 abstenciones (Unión Soviética, China, Polonia y España) votando sólo Panamá en contra de su aplicación, que favorecía al gobierno inglés. Por dicha resolución se ordenaba el retiro de las fuerzas argentinas, y buscar para el conflicto, una solución diplomática. 

El enviado norteamericano Alexander Haig, intentó una mediación, proponiendo una administración tripartita integrada por los dos países en conflicto y Estados Unidos que actuaría como garante, iniciándose una negociación directa, con consulta a los isleños. Esta propuesta fracasó, lo mismo que la del presidente del Perú, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, que mostró una posición de apoyo a la causa argentina.

El día 10 de abril, la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, reunía a una multitud enfervorizada que clamaba por la recuperación de las islas.

El día 15 de abril, se creó el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas, donde se alentó mediante campañas publicitarias el aporte en dinero y especies para la causa patriótica, que reunió muchísimos fondos, de los que no se supo su destino final.

El día 19 de abril, el Canciller Costa Méndez, solicitó la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca por el cual habían comprometido su solidaridad los países americanos ante la amenaza a un estado miembro, por parte de otro perteneciente a otro continente.

Desde Gran Bretaña, bajo la férrea y conservadora administración de la Ministro Margaret Thatcher, zarpó una flota que logró la rendición inmediata de las tropas a cargo del teniente Alfredo Astiz, recuperando las Georgias, luego de atacar Puerto Leith y Grytviken. 



 
El 1 de mayo los británicos atacaron por primera vez desde el aire, cuatro veces en Puerto Argentino, y con helicópteros en Puerto Darwin. Las tropas argentinas impidieron el desembarco.

El hundimiento del buque General Belgrano, el 2 de mayo, fuera de la zona de exclusión declarada por el Reino Unido, fue el comienzo del desastre argentino. Se contaron 323 personas entre muertos y desaparecidos. Los argentinos no contaban con fuerzas organizadas. Los soldados, mal alimentados y peor armados, con ropas inadecuadas para el crudo frío del sur y con sólo 18 años de edad en su mayoría, ya que se había reducido a esa edad el cumplimiento del servicio militar. Se acumularon tropas en el archipiélago sin ninguna estrategia. Los británicos eran superiores en armamentos, entrenamiento y recursos militares de todo tipo.

El 4 de mayo de 1982, nuevamente se sufrieron ataques aéreos ingleses en los puertos Argentino y Darwin. El destructor inglés Sheffield, fue hundido por la Aviación Naval argentina, equipada con misiles Exocet.

El 9 de mayo fue hundido el pesquero argentino Narwal y el 12 del mismo mes, desde Southampton partió el trasatlántico Queen Elizabeth con 3.800 soldados. Mientras las propuestas de paz fracasaban, Argentina lograba algunos triunfos, como el hundimiento de la fragata Ardent y la destrucción de tres aviones Harrier y dos helicópteros.

El 8 de junio un intento de desembarco en Fitz Roy y Bahía Agradable fue impedido por la Fuerza Aérea argentina. La fragata Plymouth y los transportes de tropas Sir Galahad y Sir Tristan fueron hundidos.

El 12 de junio, un día después de que el Papa Juan Pablo II arribara a la Argentina bregando por la paz, luego de haber estado en Londres, hubo en las islas intensos combates que permitieron a los ingleses, al mando de Jeremy Moore, avanzar sobre Puerto Argentino.

A las nueve de la mañana, del 14 de junio de 1982, los ingleses solicitaron la rendición argentina. El Presidente Galtieri se negaba a aceptar la derrota pero el general Menéndez aceptó la rendición.
La guerra dejó como saldo 649 soldados argentinos muertos, 255 ingleses y 3 isleños. La argentina perdió la posesión de las islas, y la Junta Militar, vio aniquilado el poco poder que le quedaba, sellando el camino de la restauración democrática que se concretó en 1983.











El diario Clarin, el diario La Nación, las revistas 7 días, Gente, Somos y otros medios, fueron cómplices por acción u omisión de la dictadura desde 1976 a 1983. El papel que jugaron los medios durante la represión salvaje que causó 30 mil desaparecidos contó con la anuencia, el silencio, y la complicidad de los propietarios y directores de las empresas periodísticas.













1982: GALTIERI Y EL PAPA


El 11 de junio, aterrizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza el avión que conducía a Juan Pablo II. El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Juan Carlos Aramburu y el nuncio apostólico, monseñor Ubaldo Calabresi, subieron a la aeronave a dar la bienvenida al Papa. Luego de besar el suelo argentino, el Santo Padre fue recibido por el Presidente de la Nación, General Leopoldo Fortunato Galtieri y por autoridades civiles y militares.

En la Casa Rosada, fue recibido por el Presidente y tuvo un encuentro con los miembros de la Junta Militar. Luego pasó a la capilla de la Casa de Gobierno donde oró unos momentos. Antes de retirarse el Santo Padre se asomó al balcón para saludar a la inmensa muchedumbre que colmaba la Plaza de Mayo.






FOTO DEL LIBRO "MALDITO TU ERES" de Hernán Brienza



El nuncio apostólico Pio Laghi y el entonces arzobispo de Buenos Aires, Juan Carlos Aramburu departen amablemente con los jerarcas del Proceso, Jorge Videla, Leopoldo Galtieri, Omar Graffigna y Armando Lambruschini. El silencio de la Iglesia argentina frente a las violaciones a los derechos humanos fue fundamental para que la dictadura llevara adelante su plan de exterminio de la “subversión”.



Los que no creen en el 24 de marzo






Hay gente que no cree en el valor de este feriado; que no cree en testimonios, pruebas, fallos nacionales e internacionales, confesiones de culpables, tumbas reales, ocultas o ignoradas. No cree.

No se puede hacer nada para quienes descreen de la certidumbre. Hay gente que no cree que en la Argentina militar se cometió un genocidio que concluyó en los Desaparecidos. No que no sabe, sino que no cree. Que no cree que en cautiverios del Estado se torturaba, se violaban mujeres y robaban recién nacidos a sus madres.

Hay gente que no cree que sea Justicia hacer justicia con los culpables y condenarlos. Que no cree que los Desaparecidos hubieran merecido tribunales y no exterminio. Y que no cree que los crímenes de Estado son más temibles que los cometidos por cualquier banda particular, porque el Estado que delinque se convierte en más culpable que aquello que combate.

Antes había gente que no creía que la tierra era redonda ni que giraba alrededor del sol, y también hay gente que no cree en que el hombre caminó por la Luna. Y mucho antes había gente que no creía que los nativos de la conquista de América eran humanos y gente que no cree en lo que le pasó al pueblo judío en la Alemania nazi y al pueblo armenio en la Turquía del siglo pasado.

También hay gente que no cree en la crueldad de La Inquisición cristiana y de lo que pasó con los negros en la conquista de Africa.

Hay gente en la Argentina que no cree en el significado reivindicativo de este 24 de marzo y que siente orgullo de no creer. Gente que no cree que el paso de estos 32 años sin más golpes de Estado es una conquista democrática. Es una etapa histórica. Gente incluso culta o informada que no cree ni aspira a creer nunca en eso que ha bloqueado o a echado al agujero negro.

Cree en el 25 de mayo de 1810 aunque no estuvo, pero no cree en la persecución atroz que se desató a partir del 24 de marzo de 1976, que estuvo. Estar no esclarece a aquel decidido al descreímiento. Y la otra gente- la que cree- no puede hacer nada con aquellos que no creen. Si no creen no creen.

A la verdad no le hace falta.

La presidenta y el paro del campo



discurso de Cristina Fernández de Kirchner.
jueves 27/3/08

El diez de diciembre, cuando por primera vez como Presidenta de todos los argentinos, electa en elecciones libres y democráticas, me dirigí a todos los argentinos y argentinas. Tal vez algunos lo recuerden. Les dije que por ser mujer, me iba a costar mas. Y no me equivocaba. A las mujeres siempre todo nos ha costado más. Pero también somos las que jamás abandonamos nuestro puesto y lugar de lucha. Quiero amigos y amigas, reflexionar junto a ustedes.

Siempre he creído que cuatro son las condiciones que caracterizan a la condición humana. La racionalidad, la sinceridad, la sensibilidad y la responsabilidad. Y bajo esta caracterización de lo que creo son los cuatro atributos fundamentales de todo ser humano, cualquiera sea el lugar que ocupe, puede ser presidenta del república, dirigente sectorial, dirigente social de una ONG, todos debemos actuar bajo esas cuatro premisas.

En estos días que han pasado, luego del día martes cuando hablé en el Salón Sur de la Casa Rosada, en la cual vi después en letras de molde, que por el discurso duro, según la caracterización de distintos medios, hubo una suerte de cacerolazo en Capital. Es importante poder escucharnos, poder reflexionar.

Vi escenas, vi carteles, escuche voces, discursos, vi caras, que poco tienen que ver con una conflictividad sectorial. Escuché también invocaciones, por no decir insultos, a mi condición de mujer. Siempre nos pasa a todas las mujeres. Si quieren criticarte, lo hacen porque sos mujer. No si sos buena o mala presidenta, o buena o mala jardinera. Es una cuestión de genero.

No dolió. Vi también escrito y fotografiado en un diario un cartel que decía “Kirchner montonero”. No fue sólo eso lo que me preocupó. Debajo decía “Videla volvé”. Pregunté y me pregunto todavía quién será el que pudo escribir eso. Una mujer, un hombre, un viejo. Quién puede en Argentina querer que Videla vuelva. ¿Quién?

Vi también caras de conocidos defensores y defensoras de los genocidas. Vi también en esa Plaza de Mayo, que después supimos no fue espontánea la cadena de mails. La cadena de mails había empezado por la mañana, mucho antes de que la Presidenta hablara. También fue antes el paro indeterminado.

Sin embargo se tituló que la reacción fue por el discurso duro de la Presidenta. Quiero que reflexionemos estas cosas por las responsabilidades que nos caben a todos. Dirigentes, institucionales, mediáticos, en la reconstrucción de una Argentina pacífica y con inclusión social.

La inclusión social es la verdadera garantía de la pacificación nacional.

En esta Argentina que vimos transmitida por los medios, también hubo otra en Semana Santa. Dos millones y medio de argentinos salieron de vacaciones. Fue el cinco por ciento más que el año pasado.

No es la Argentina que nos quieren plantear, en la que todo va mal. Hay otra Argentina. Porque los argentinos que han recuperado el trabajo, la esperanza, las ilusiones viven en la Argentina.

Quiero analizar qué fue exactamente lo que disparó esto que presentan como un conflicto económico. Por lo que yo vi en esta capital parece algo más que eso. Parece un conflicto político, fundamentalmente de los sectores que condenan nuestra política de derechos humanos y aquellos que han perdido las elecciones.

También vimos a dirigentes de partidos autodenominados revolucionarios y que piden la reforma agraria. Estaban allí, compartiendo el reclamo de lo que parece ser un despojo que este Gobierno le esta haciendo a un sector económico.

Por lo que dicen, parece que las causas de este conflicto fueron las retenciones que se fijaron.
Las retenciones no empezaron con este Gobierno. Este gobierno ha tomado la decisión estratégica de rebajar, por primera vez, las retenciones del trigo y del maíz y aumentar las de la soja de acuerdo al precio internacional. Fue porque necesitamos, como decisión estratégica, que no se sojice todo nuestro campo. Necesitamos más productores de trigo, más productores de maíz, más productores de leche, más productores de carne.

Entonces no solamente por una cuestión de diversidad, sino fundamentalmente hace a la calidad de vida de los argentinos. Necesitamos que los precios de los alimentos que comemos todos los días no valgan a precio internacional. Que los argentinos puedan acceder a los bienes que producen.

Uno de los problemas de política agropecuaria es que con la altísima rentabilidad de la soja, de la cual se exporta el 95 por ciento, cada vez hay menos producción de trigo, maíz y carne.

Hay otras industrias que también necesitan del maíz para mantener a sus vacas, a sus cerdos. La cadena de valor.

Desde el boom sojero en la República Argentina, el crecimiento ocupacional en el campo creció sólo un 1,5. Mientras que el resto de la industria, servicio, comercio pudo hacer crecer la tasa de ocupación en un 17 por ciento. Por eso hoy tenemos un 7,5 por ciento de desocupación.

No es una política anti soja. Es una política esencialmente pro argentina, pro pueblo, pro campo también. No es una cuestión, como alguien quiere hacerlo aparecer campo contra industria. Una parte importante de la planta industrial es la agro industria. Todos son necesarios. Servicios, comercios, el campo. Pero todos tenemos que entender que tenemos que participar armónicamente de ese crecimiento. Porque es la única manera de erradicar el hambre y la miseria de la Argentina, como lo estamos haciendo.

Tampoco es una cuestión de peronistas o anti peronistas. Acá me acompañan muchas personas que nunca fueron peronistas, ni lo van a ser. Yo siempre lo voy a ser y lo fui toda mi vida. Los peronistas hemos hecho un duro aprendizaje. Alguna vez creímos que éramos el todo, que nosotros solos podíamos transformar el país y que los demás no importaban. Nos equivocamos y pagamos caro nuestras equivocaciones. Hoy comprendemos que no son sólo los peronistas, quienes quieren un país más justo y equitativo. Los hay también de otros partidos políticos y organizaciones sociales. Lo aprendimos duramente.

En 1987 el peronismo estuvo junto al gobierno constitucional de entonces. Algo que nadie había hecho con él durante los golpes de Estado. Eso es aprendizaje. También lo han hecho los demás partidos, quienes pensaban que los peronistas éramos el problema del país. Todos hemos aprendido.

Con ésta decisión, con la cual bajamos la retención para el trigo y el maíz, logramos además la reducción de los alquileres de los campos. Hoy casi el 60 por ciento del campo está arrendado en valores de soja. Esa es la medida de cotización. Por eso a un productor de carne, de trigo y maíz, de leche, le cuesta tanto. Por eso la medida del Gobierno es una medida racional.

Entonces, si esto es así, por qué un paro empresarial, un lock out patronal por tiempo indeterminado para privar de alimentos a los argentinos.

Y acá vienen el segundo atributo. La sinceridad.

Este gobierno no está en contra de los pequeños productores que trabajan el campo con sus manos. Les quieren hacer creer a los pequeños productores que vamos por ellos. Pero no piden por ellos, piden por la totalidad de las retenciones. Lo que los grandes sojeros y grandes productores también reclaman.

El primer ejercicio que debemos hacer todos, la presidenta y los dirigentes sectoriales, es decir la verdad. Este Gobierno otorga compensaciones a tamberos, productores trigueros, a invernadores, para sostener los precios de la carne, de la leche. Basta con ingresar a ORA, organismo que integra la secretaria de Agricultura de la nación.

Atrás de los pequeños productores se esconden otros intereses. Los de los grandes pooles, que están diciendo que el Estado se quiere llevar toda la ganancia. No estoy en contra tampoco de que alguien armen un pool, un fideicomiso y trabaje. Esto es el capitalismo y la rentabilidad. La transparencia es la manera en la cual nos vamos a entender.

Quiero rendir un homenaje al Grito de Alcorta. Muchos jóvenes quizá no sepan quien fue. Sus abuelos Kirchner, seguro que llegaron a esperanza, en Santa Fe, corridos por el hambre desde Europa para hacerse chacareros. Pero los alquileres de las tierras no los dejaban vivir. Así surgió el grito el Grito de Alcorta.

También quiero homenajear a Francisco Netri, el abogado napolitano que representaba los intereses de los chacareros y fue asesinado en 1916 por un sicario. Dicen que fue la aristocracia del campo.

Cuando se recuerdan las historias, hay que recordarlas completas. Este gobierno popular, del que me enorgullezco de encabezar, siempre va a contemplar los intereses de los pequeños productores. Que no le quepa duda nadie.

Lo que se está discutiendo en la República Argentina es la distribución del ingreso y un modelo de país.

Muchos dirigentes políticos hablan de la distribución del ingreso. También es letra de molde que está pendiente una mejor distribución del ingreso. Esto tiene que ver con el modelo de país. Hay que preguntarse también del ingreso de quien se habla.

Escribir sobre la distribución del ingreso es muy fácil, hacerlo cuesta un poco más. Y si no miren lo que está pasando.

La distribución del ingreso tiene que ver con un modelo de país. Las retenciones no son solamente una medida anti inflacionario para todos, sino que también tienen un impacto distributivo. Porque lo hacen los sectores de más alta rentabilidad, que exportan todo. Todo lo que gastan es costo argentino, pero recaudan todo en euro, en dólar.

No tiene que molestarnos que haya gente que gane mucha plata. El peronismo nunca planteó la lucha de clases, ni la guerra pobres contra ricos. Al contrario, somos los creadores de la articulación entre capital y trabajo.

Durante mi campaña y mis días de gestión, todos los titulares se preguntaban que iba a pasar con la presión gremial con salarios. Parecía que los malos de la película en Argentina iban a ser los trabajadores, que iban a pedir salarios para que se derrumbara el crecimiento.

En un extraordinario aprendizaje histórico, los dirigentes y trabajadores han aprendido que el país está primero por sobre todas las cosas.

Si los que son asalariados tienen este nivel de comprensión, cómo nos podemos obtener la sensibilidad de los que más ganan. Aquí viene la tercera cuestión.

No se puede criticar a alguien por querer ganar toda la plata. Lo importante es que entendamos cómo funciona un país. Junto a la sensibilidad que tenemos que tener para entenderlo, está la viabilidad como sociedad y cómo nación.

Los argentinos desde el 1800 hemos probado de todo. La fórmula argentina del centenario. Agro exportadora solamente, con la riqueza concentrada en pocos y el resto con la ñata contra el vidrio. Duró poco. Con el voto popular, sube el gobierno de Yrigoyen. Luego, a partir de 1930, probaron con los golpes militares. Luego vinieron los gobiernos de signo popular que traicionaron el mandato y se convirtieron en los gobiernos más liberales y más alineados al consenso de Washington. Luego, probaron con un partido popular centenario y democrático con un sector del progresismo. Y casi nos vamos al tacho.

Solamente ahora, en cien años, llevamos cinco años de crecimiento sostenido. Y este año, si crecemos va a ser el crecimiento más importante de los últimos doscientos años.

¿No es un buen motivo para discutir, para dialogar, para debatir? Pero el diálogo tiene que ver con la responsabilidad. Y dialogar con una pistola en la cabeza, es muy difícil. Sobre todo en democracia.

No se dialoga decretando un paro tres horas antes de que hable la Presidenta. Un paro, un lock out patronal, que no es contra el Gobierno en definitiva, sino contra el pueblo.

En los diarios también hay cosas interesantes en los diarios, cuando los periodistas escriben lo que creen y no los que les dicen los dueños:

Leí un artículo del periodista Fayat. Se preguntaba que pasaría si un día los concesionarios de peajes, por ejemplo, dicen “o aumentan las tarifas o no pasa ningún auto más”. Qué pasaría si el día de mañana, los empresarios de los distribuidores de gas dicen que "si no les aumentan las tarifas, no hay gas para nadie". O que pasaría si los distribuidores de electricidad dicen “o aumentan las tarifas eléctricas o no hay energía para nadie”.

¿Esta es la forma de dialogar en Argentina? No creo.

Creo sinceramente que la forma de dialogar, al que siempre estamos dispuesto. Puede dar testigo de ello nuestro ministro de Economía y nuestro jefe de Gabinete, que en dos oportunidades llamaron a los dirigentes del campo. Y no vinieron a dialogar.

Es necesario que vengan a dialogar por una cuestión de responsabilidad institucional. Una Presidenta de una república no puede negociar sin que hayan levantado la medida de fuerza que extorsiona a los argentinos. Es una cuestión de respeto a la democracia y a sus reglas. Sobre todo a gobiernos que hemos sido elegidos con el voto popular.

Mucho se ha hablado de la calidad institucional en la Argentina, que parece ser que sólo se demanda a ciertos sectores. O la diferenciación que de un piquete, que esta bien o no según el color de piel. Así no se construye sociedad. Ni democracia, ni libertad de prensa.

Se construye libertad de prensa cuando se trata a todos por igual, independientemente del color de la piel o del apellido.

Yo también entiendo a los dirigentes de todos los sectores. Me toque hablar con un sector sindical o empresarial. Unos representan los sectores populares, los otros al capital. Son todos necesarios a la hora de construir país y nación.

Pero sepan que yo no represento sólo a los intereses de los que me votaron, que fueron muchos, sino también de los que no me votaron. Y también represento lo que prometí en campaña. Si hoy un dirigente rural representa a su sector, yo también tengo la representación de lo que dije que iba a hacer como Presidenta. Eso es un caminar institucional.

Yo dije en la campaña que el eje era la inclusión social. Que íbamos a trabajar por la distribución del ingreso. Me preguntaron sobre las retenciones. Y dije: No se van a modificar. No solamente porque eran redistributivas, sino porque también ayudaba a sostener los precios de los principales alimentos argentinos.

Sin embargo, hubo otra fuerza política que criticó estos días y que ganó una importante elección en la ciudad de Buenos Aires con el 60 por ciento de los votos; absoluta legitimidad política y social. Sin embargo, cuando en la campaña le preguntaban si iban a aumentar los impuestos lo negaron completamente. Luego, aumentaron los impuestos inmobiliarios de los sectores más pudientes.

Estoy de acuerdo que cuando uno vive en un barrio, con servicios, y en lugares que denotan un altor poder adquisitivo, pague más impuestos. Lo que no se entienden es cuando uno ve algunas paquetas señoras, vecinas de donde yo vivo, gritar con tanto entusiasmo contra las retenciones que distribuyen en el pueblo y aplaudir tanto a los que les suben los impuestos. Con la misma lógica.

Hubo dirigentes de nuestro sector que no estuvieron de acuerdo. Y entonces de que naturaleza es el conflicto para algunos sectores?. De una naturaleza política. No como partido, sino como modelo de país.

Soy conciente de que parte de esas cacerolas que estaban el otro día en la calle son parte de nuestra política de derechos humanos.

Bastaba ver las caras, donde se veía a defensores de genocidas junto a otros dirigentes autodenominados revolucionarios que proclaman la reforma agraria.

Lamento que Enrique Santos Discépolo no estuviera vivo. Hubiese superado Cambalache Siglo XX si hubiera visto algunas escenas. Como en la puerta de Olivos, cuando gritaban “no queremos a cuba, no queremos a Evo Morales, no queremos a Chávez.”. ¿Qué tiene que ver eso con los intereses de los pequeños productores rurales?. Nada.

Esta cuestión de modelo de País es, en definitiva, lo que uno propone cada cuatro años cuando va a elecciones. Entonces los argentinos deciden quien es su presidente o presidenta. Cada uno de nosotros se presenta y dice que es lo que quiere hacer por el país.

Yo quería continuar la obra y la gestión de ese hombre que esta sentado allí, que llevó a la Argentina desde el infierno, como a él le gustaba decir, a esto que no se si será el purgatorio o la entrada al cielo, pero que es una Argentina diferente.

Por eso, quiero convocar a todos los argentinos al diálogo. Pero fundamentalmente al sector que todavía corta caminos y algunos que todavía no levantaron la medida de fuerza. Les pido humildemente como Presidenta de todos los argentinos y en nombre de todos los argentinos que levanten el paro para entonces si dialogar.

Humildemente, levanten el paro y vamos a dialogar.

Creo profundamente en el diálogo. Pero en el diálogo democrático, donde cada uno exponga sus propios posiciones e intereses.

Es imposible, muchas veces como gobierno, tomar una medida que deje contento al 100 por 100. El que dice eso es porque nunca gobernó o que no sabe lo que es la distribución del ingreso. Alguien que hable de la distribución del ingreso y diga que se pueden tomar medidas que dejen satisfechos a todo el mundo está haciendo un discurso electoral.

Por eso con la legitimidad que en este país a partir de 1983 tenemos los que hemos sido elegido por el voto popular. Por la legitimidad que nos da haber llevado una política que va a ingresar en su quinto año de crecimiento consecutivo en el mejor ciclo económico que recuerda la historia. Con la legitimidad que nos da que en este proyecto económico, social, político y cultural han crecido todos. El campo, la industria. Los trabajadores han recuperado el trabajo perdido, el salario.

Argentinos, estamos recuperando un lugar en la tierra, nuestro lugar en el mundo, nuestro lugar, la República Argentina.

En nombre de estas legitimidades, la del pueblo, la del resultado económico, y fundamentalmente para que todos los argentinos y argentinas podamos vivir mejor los convoco al diálogo. En serio. Las puertas de la casa de Gobierno están abiertas. Pero por favor, levanten la medida contra el pueblo.

jueves 27/3/08


martes, 4 de marzo de 2008

DE CÓMO CONOCÍ AL PAPA


Empiecé a trabajar desde muy chico. Mi viejo se fue de casa cuando yo tenía seis años. Con un gallego que vivía al lado de casa, me fui a laburar de lustrabotas en la estación Lanús. Pronto, superé a mi maestro y me gané la simpatía de los clientes. Tuve que abandonar el colegio en segundo grado. Mi vieja cosía para afuera, hacía camisas, y no se levantaba de la máquina de coser ni para ir al baño. Fue una infancia desprovista de juguetes y de ternura. Me agarraba a piñas en el potrero con todos los pibes porque me decían: " tu vieja es una p..." y yo no lo podía soportar (quizás porque sospechaba que fuera cierto, las camisas no daban para todos los gastos de la casa, mis hermanitos, la abuela, el gato y el loro) saltaba enseguida y me enceguecía la ira. Yo no estaba en casa en todo el día, así que nunca supe o no quise saber la verdad, era mejor un final abierto como en las buenas películas.

Mi tío Ruben me llevaba a trabajar con él a la verdulería de la calle San Salvador. Ibamos al mercado muy temprano, en Avellaneda, con una Rastrojero verde muy ruidosa, pero muy simpática. Si la mirabas de frente parecía que te estaba sonriendo, semejaba tener cara de pato feliz. Dos veces por semana, mi excursión al mercado era una aventura fascinante que llenaba de olores y colores las madrugadas de mi niñez.

Me gustaba acomodar las frutas, haciendo figuras geométricas en las estanterias inclinadas para exhibir la mercadería (en eso el tío es un maestro): una gran flor con manzanas verdes y rojas; rombos con naranjas y pomelos; un payaso con cara de zapallitos, ojos de berenjenas, nariz de zanahoria, labios de tomates perita. Lustraba las manzanas verdes, lavaba las papas negras porque venían con mucha tierra, acomodaba las bolsas y los cajones vacíos. Hasta que sucedió algo que me impresionó sobremanera y cambió mi destino.

Tío tenía una perra que se llamaba Perla, una "ratonera", especializada en oler, buscar, detectar y exterminar a los horribles roedores (que según algunos estudiosos, pueblan la tierra en una proporción de 10 a 1 con respecto a los humanos). "Bushca, bushca, Perla" la azuzaba y se encendía la máquina asesina. Idolatrada y amada por mis tíos, por el barrio y todos sus vecinos (casi una diosa profana), a menudo, venían a solicitar sus servicios y el tío horgulloso iba de cacería con la Perla, que nunca fallaba. Encontraba sus presas dentro de un armario o en un gallinero, detrás de un mueble o en un ático intransitable. A la perra, según tío Ruben, solo le faltaba hablar. Se ganó su reputación luego de haber exterminado incontables invasiones de lauchas y ratones indeseables a los lugares más difíciles de acceder para una persona.

Inesperadamente, la Perla se puso como loca, ladraba, olfateaba, resoplaba, iba y venía cerca de unas bolsas de papas que estaban estivadas al fondo del galpón, contiguo a la verdulería. Tío corrío las bolsas para que la perra pudiera buscar detrás, y de pronto, apareció un oscuro hocico y se escuchó un quejido canino (después supimos que había recibido una terrible mordida del asqueroso mamífero) . Yo estaba escondido entre unos cajones de lechuga, tomando coraje, me adelanté y me aferré a las piernas de tío Ruben, espiando temeroso. Perla no se asustó, al contrario redoblaba los ladridos y decidida se zambullía a la feroz batalla que duró eternos quince minutos. Sonidos aterradores salían desde aquel rincón pero no se veía nada, la pelea se desarrollaba furiosa entre papas y cebollas que rodaban asustadas escapando de la trifulca.

Al final, nuestra heroína apareció maltrecha pero triunfante, con su enemiga muerta entre sus dientes: con dificultad arrastraba una enorme masa parda, inerte, de cincuenta centímetros de largo. Nunca más pude entrar al galpón solo. Cuando tió me mandaba a buscar una bolsa de zanahorias o un cajón de acelga, yo ruborizado encuentraba alguna excusa para no ir. Luego de unos días, esgrimí una razón estúpida y renuncié, muy a mi pesar, a las tareas agrocomerciales.

Al tiempo, me fui a Italia en el Giulio Cesare. El viaje de casi un mes en ese trasatlántico de lujo no fue tarea fácil. Resultó poco placentero pasar tantos días entre la pileta de natación y el solarium llenos de parásitos, los restaurantes obscenos, los shows decadentes y los casinos enfermos de codicia. Era una fastuosa lata flotante con una cantidad de idiotas engreídos que se sentían libres, privilegiados (sin embargo estaban atados a sus necios deseos de consumo compulsivos). Había joda todas la noches: al cruzar el ecuador se pusieron todos en pedo, jadeaban y vomitaban sobre los manteles de lino, se reían ridículamente, saltaban y sudaban sin ton ni son, espasmódicamente.

Me aburría. Pasaba las horas apoyado en las barandas de babor, mirando el horizonte, el agua, el cielo. A veces, tirado en una reposera, observaba los hombres foca chapaleando con las señoras ballena en pos de un tiburón inflable que no se dejaba atrapar. Al costado de la piscina, las viejas lagarto se achicharraban felices embadurnadas con cremas importadas de París. El pasaje era en su mayoría un conjunto patético de dibujos animados: vejestorios solitarios con las operaciones necesarias para parecer más jóvenes que ellos mismos medio siglo antes, matrimonios aburridos por años de rutinaria convivencia, patéticos recién casados con sonrisas empalagosas en viaje de bodas.


El viaje no lo pagué, me invitaron. Fue Camilo Tabolaro, un ingeniero mecánico que representaba a una fábrica de tornos, fresadoras y todo tipo de máquinas herramienta con central en Milano. La primera vez que lo vi, salía de la oficina del dueño después de una reunión importante. Me preguntó curioso por lo que tenía en la mano, le expliqué que el mate es una infusión característica de sudamérica y muy difundida en el Río de la Plata. Le dio cierta impresión mezclada con asco, no entendía que todos chuparan de la misma bombilla, sin embargo, lo probó y le gustó, al punto de venir a tomar largas mateadas conmigo cada vez que volvía al taller, en las semanas siguientes.

Hablabamos mucho, me daba buenos consejos, alguno de ellos muy beneficiosos para mí, que inusualmente estaba receptivo y podía escucharlo. Me contaba sobre su familia, sobre su hijo muerto en un accidente de moto, casualmente a mi edad, charlamos sobre un montón de cosas de mi vida y mis problemas. El tipo me adoptó como hijo postizo, se encariño mucho conmigo. Me dijo que le gustaría que lo acompañara a su país, me pagó el viaje y me fui, sin dudarlo, a conocer la península.

Estuve en su casa un año y medio. Vivía cerca del Coliseo. Su mujer, Aida, también me quería y me mimaba tanto que yo llegue a sentirme Vittorio Emanuele II. Dormía en la habitación del finado. Me puse a estudiar, quería terminar la primaria. Conseguí laburo en una lavadería. No pude entrar en la Fiat, porque me bocharon en uno de los test de ingreso. No importaba, estaba en la cuna de la civilización occidental. Después de eso, alquilé una casita vieja en las afueras, con una novia muy intranquila que me volvió loco, se llamaba Renata.

Después, trabajé como lavacopas y ayudante de cocina cerca de lungotevere, en una fonda de unos sicilianos muy agradables y hospitalarios, a cuatro cuadras del castel Sant`Angelo. Allí, iban a almorzar unos curas gordos y borrachines. Entre ellos, estaba uno que siempre charlaba conmigo de calcio, era fanático del Milan y yo hinchaba por la Lazio, entre gritos y bromas nos mofamos uno del otro. Nos hicímos amigos o algo parecido, lo suficiente para que me recomiendara para poder entrar a trabajar en el vaticano en el Corpo della Guardia Svizzera Pontificia. Era ayudante de cocina para mas o menos ciento veinte suizos. Me cansé de pelar papas, kilos de papas, quintales de papas. A veces (muy pocas) cuando no había nada que hacer, si me dejaban, jugaba con ellos al tute. Una tarde, a uno con quien tenía cierta confianza le pedí que me prestara su uniforme, me vestí con él y nos sacamos unas fotos.

El diablo metió la cola justo en ese momento: el Papa quería un té con leche con pan y manteca. No habíamos escuchado el timbre porque estábamos de gran jolgorio en la cocina. Luego de diez minutos de apretar el botón, mandó a un asistente que entró inesperadamente: yo estoba disfrazado, y el tipo me urgía que le llevara la colación a pesar de mis pretextos. Empezé a transpirar de un modo frenético. Sentía que me iba a desvanecer, pero hice un esfuerzo supremo para no tirar la bandeja de plata con todo el servicio.

Entré a la estancia papal en penumbras, temblando de miedo y angustia. A la derecha , en un grupo de sillones estaban sentados algunos señores. Uno de ellos, de uniforme militar, tenía innumerables condecoraciones entre las que se destacaba una cruz gamada dorada, a la altura del corazón, que brillaba como una luciérnaga adentro de un ropero. Un silencio impecable llenaba el momento. De la nada, apareció un obispo que de modo hostil me pidió que dejara las cosas sobre una mesa y me fuera pronto. "El santo padre está bañándose", me dijo secamente.

Entre el mareo y el susto, traté de cumplir el pedido pero me tropezé con una alfombra bizantina del siglo VII, perdí el equilibrio, me tomé desesperado del hombro izquierdo del obispo, voló todo por los aires y, si bien algunas tacitas y cucharitas cayeron en forma aleatoria por distintos sitios de la suntuosa habitación, la manteca y la jalea de membrillo impactaron con precisión de misil estadounidense sobre la blanca salida de baño del representante divino. En el vano de la puerta, entre nubes de vapor y a contraluz, aparecía fantasmagórico el jefe de la cristiandad. Hubiera podido ser una puesta en escena de un music hall rutilante mas es la patética realidad. El de las medallas, sacó una pistola y me apuntó presuroso. Levanté las manos y congelé aterrado cada músculo de mi humanidad. Los demás corrían a refugiarse detrás de los cortinados de terciopelo carmesí. Yo no entiendo polaco pero creo que los insultos fueron para mí, la férrea intencionalidad y las inflexiones severas denotaron cierto enojo manifiesto y extemporáneo en tan emblemática personalidad. Un paparazzi vestido de cardenal, disparaba a mansalva una lluvia de clics, pero coima mediante las fotos no fueron publicadas en el Corriere della sera.

Ipso facto
sentí que estaba en el aire, flotando cual pompa de jabón. Cuatro manos poderosas me sacaban en vilo y recorría los pasillos del Vaticano como en una alfombra mágica. Me depositaron violentamente en una gran habitación con cámara de gesell y un fuerte olor a incienso. Un oscuro sacerdote con cara de sicario desalmado me miraba silencioso sentado en una silla del otro lado de la mesa de chapa. Fumaba y me miraba sin compasión. Llegó otro con un aspecto más despiadado que el primero. Al fondo, custodiando los acontecimientos estaba un gran crucifijo de tres metros de alto. Descolgaron al cristo de barro y me colgaron a mí en su lugar. Un cura enano, camara en mano, filmaba toda la secuencia. Dos monaguillos me alumbraban con sendas linternas para que no se perdiera ningún plano interesante. Comenzó la interpelación: me bombardearon con preguntas y repreguntas durante cuatro horas. Un enorme grabador de cinta abierta giraba lentamente capturando sus gritos y mis súplicas. Supongo que del otro lado del vidrio habría varios siervos de dios observando el interrogatorio. Se sentían risas y aplausos esporádicos. Yo lloraba desconsoladamente y me contradecía conforme me aceleraban las preguntas. Ya no sabía ni cómo me llamaba: sí, no, no sé, respondía sin sincro a los gritos hostiles de los sacerdotes inquisidores que pisaban mis respuestas y no querían escucharme. El enano subido a una escalera de pintor intentaba hacer un primer plano pero la lente se metía en mi boca, quizá para retratar mis alaridos.

Al final, me sacaron de ahí desmayado, no me acuerdo nada. Cuando levanté la cabeza, estaba tirado en una escalinata de mármol. Era de noche, muy tarde o muy temprano, depende de cómo se mire. Al salir hacia la plaza San Pedro, vi a Camilo que me esperaba bajo la columnata de Bernini con el termo y el mate de palosanto que le regalé para su cumpleaños. Su sonrisa tierna me rescató del desconsuelo. Nos fuimos caminando a braccetto cruzando la plaza. Dani...

Dani... dani... dani... levantate, --la voz de papá perfora mis tinieblas, desde el baño mientras se afeita bajo la ducha-- son las siete.



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