sábado, 9 de agosto de 2008

MAHMUD DARWISH





LA NIÑA / EL GRITO

En la playa hay una niña, la niña tiene familia
Y la familia una casa.

La casa tiene dos ventanas y una puerta...
En el mar, un acorazado se divierte cazando a los que caminan
Por la playa: cuatro, cinco, siete
Caen sobre la arena. La niña se salva por poco,
Gracias a una mano de niebla,
Una mano no divina que la ayuda. Grita: ¡Padre!
¡Padre! Levántate, regresemos: el mar no es como nosotros.

El padre, amortajado sobre su sombra, a merced de lo invisible,
No responde.

Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva en volandas la voz más alta y más lejana de
La playa. Grita en la noche desierta.
No hay eco en el eco.

Convierte el grito eterno en noticia
Rápida que deja de ser noticia cuando
Los aviones regresan para bombardear una casa
Con dos ventanas y una puerta.
Ramala, agosto del 2006.




NOCHE QUE SE DESBORDA DEL CUERPO

Jazmín sobre las noches de julio. Canción
para dos extraños que se encuentran en
una calle que no lleva a ninguna parte.

¿Quién soy yo, después de estos ojos almendrados?
Dice el desconocido.

¿Quién soy yo, después de tu exilio en mí?
Dice la desconocida
Guardémonos de remover la sal
de los mares antiguos
en un cuerpo que recuerda...

Ella le devuelve su cuerpo cálido
y él le devuelve su cuerpo cálido.

Así, los dos amantes extraños dejan su
amor desordenado,
como abandonan su ropa interior
entre las flores de las sábanas.

- Si de verdad eres mi amado, compón
un Cantar de los cantares para mí
y graba mi nombre en la rama de un
granado, en los jardines de Babilonia.

- Si me quieres de verdad, posa mi sueño
entre mis manos y dile
al hijo de María: Nos has hecho sufrir
la misma suerte que Tú has elegido.

Señor, ¿somos lo bastante justos para
la existencia del mañana?

- ¿Cómo me curaré del jazmín mañana?
- ¿Cómo me curaré del jazmín mañana?

Ellos permanecen juntos, en las sombras
que se extienden por el techo de su alcoba.

Ella le dice: No serás sombrío después de mis
pechos.

Él responde: Tus pechos son noches que iluminan lo
esencial,
noches que me cubren de besos. El lugar y yo
estamos repletos de noches que se desbordan de la
copa.

Ella se ríe de su descripción. Y vuelve a reír
ocultando la pendiente de la noche en su mano.

- Amor mío, si pudiera ser un
chico, sería tú.

- Y si yo pudiera ser una chica,
sería tú.

Ella llora, como siempre,
al regresar de un cielo color vino.

Llévame, extranjero, a un país donde
no posea un pájaro azul sobre un sauce.

Ella llora, para cruzar sus bosques en
el largo camino hacia sí misma.

¿Quién soy yo? ¿Quién soy, después de
tu exilio de mi cuerpo?

¡Ay de mí, de ti y de mí país!
¿Quién soy, después de estos ojos almendrados?

Muéstrame mi mañana.
Así, los dos amantes dejan su despedida en
desorden,
cual perfume de jazmín sobre las noches de
julio.

Cuando llega julio,
el jazmín me lleva a una calle que no conduce
a ninguna parte,
pero yo sigo cantando:
jazmín
sobre las noches
de julio.



A MI MADRE

Añoro el pan de mi madre,
El café de mi madre,
Las caricias de mi madre...
Día a día,
La infancia crece en mí
Y deseo vivir porque
Si muero, sentiré
Vergüenza de las lágrimas de mi madre.


Si algún día regreso, tórname en
Adorno de tus pestañas,
Cubre mis huesos con hierba
Purificada con el agua bendita de tus tobillos
Y átame con un mechón de tu cabello
O con un hilo del borde de tu vestido...
Tal vez me convierta en un dios,
Sí, en un dios,
Si logro tocar el fondo de tu corazón.


Si regreso. Tórname en
Leña de tu fuego encendido
O en cuerda de tender en la azotea de tu casa
Porque no puedo sostenerme
Sin tu oración cotidiana.
He envejecido. Devuélveme las estrellas de la infancia
Para que pueda emprender
Con los pájaros pequeños
El camino de regreso
Al nido donde tú aguardas.



ESTADO DE SITIO (2002)

Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso
y las fauces del tiempo,
junto a huertos de sombras arrancadas,
hacemos lo que hacen los prisioneros,
lo que hacen los desempleados:
alimentamos la esperanza.

Un país preparado para el alba.
Nuestra obsesión por la victoria
nos ha entontecido:
no hay noche en nuestra noche
que con la artillería refulge;
el enemigo vela,
el enemigo nos alumbra
en el sótano oscuro.

Aquí, tras los versos de Job,
a nadie esperamos.
Aquí no hay yo,
aquí Adán recuerda su arcilla...

Este sitio durará
hasta que enseñemos al enemigo
algún poema de la yahiliya.
El cielo es gris plomizo a media mañana,
anaranjado por las noches.
Los corazones son neutros,
como las rosas en el seto.

Bajo sitio, la vida se torna tiempo:
memoria del principio,
olvido del final.

La vida.
La vida plena,
la vida a medias,
acoge una estrella cercana
atemporal,
y una nube emigrada
aespacial.
Y la vida aquí se pregunta:
¿Cómo resucitar a la vida?

Él dice al borde de la muerte:
No me queda un rincón que perder,
libre soy a un palmo de mi libertad,
el mañana al alcance de mi mano...
Pronto, me adentraré en mi vida,
naceré libre, sin padres,
y tomaré por nombre letras de lapislázuli...

Aquí, en los altos del humo,
en la escalera de casa,
no hay tiempo para el tiempo,
hacemos lo que hace quien se eleva hacia Dios:
olvidamos el dolor. El dolor:
que la señora de la casa no tienda la colada
por la mañana,
que se conforme con lavar esta bandera.

Nada de ecos homéricos aquí.
Los mitos llaman a la puerta cuando los necesitamos.
Nada de ecos homéricos...
Aquí un general excava un Estado
dormido bajo las ruinas de una Troya inminente.

Los soldados calculan la distancia entre el ser
y la nada
con la mirilla del tanque.
Calculamos la distancia
entre el propio cuerpo y las bombas...
con un sexto sentido.

Vosotros, los apostados en el umbral,
pasad, tomaos con nosotros un café árabe
—acaso os sintáis seres humanos como nosotros—.
Vosotros, los apostados en el umbral de las casas,
largaos de nuestras mañanas,
necesitamos creernos seres humanos como vosotros.



LA TIERRA SE ESTRECHA PARA NOSOTROS

La tierra se estrecha para nosotros. Nos hacina en el último pasaje y nos despojamos de nuestos miembros para pasar.

La tierra nos exprime. ¡Ah, si fuéramos su trigo para morir y renacer! ¡Ah, si fuera nuestra madre

para apiadarse de nosotros! ¡Ah, si fuéramos imágenes de rocas que nuestro sueño portara

cual espejos! Hemos visto los rostros de los que matará el último de nosotros en la última defensa del alma.

Hemos llorado el cumpleaños de sus hijos. Y hemos visto los rostros de los que arrojarán a nuestros hijos

por las ventanas de este último espacio. Espejos que pulirá nuestra estrella.

¿Adónde iremos después de las últimas fronteras? ¿Dónde volarán los pájaros después del último

cielo? ¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? Escribiremos nuestros nombres con vapor

teñido de carmesí, cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne.

Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o ahí... nuestra sangre plantará sus olivos

Traducción del árabe por
María Luisa Prieto




A partir de ahora eres tu otro (2007)

¿Era necesario caer desde tan alto y ver nuestras manos manchadas con nuestra propia sangre para darnos cuenta de que no somos los ángeles que creíamos ser? ¿Era necesario mostrar nuestras vergüenzas en público para que nuestra verdad dejara de ser virgen?

¡Cuánto mentíamos al decir somos una excepción! ¡Creerte a ti mismo es peor que mentir a los demás! ¡Mostrar afecto a quienes nos odian y maltratar a quienes nos aman: ésa es la bajeza del arrogante y la altanería del humilde!

Pasado, yo te invoco: no nos cambies cada vez que nos alejamos de ti. Futuro, no nos preguntes: ¿quiénes sois y qué queréis de mí? Nosotros tampoco lo sabemos. Presente: toléranos. No somos más que transeúntes incómodos.

La identidad es lo que dejamos en herencia, no lo que heredamos. La identidad es lo que inventamos, no nuestros recuerdos. Es lo que corrompe el espejo que hay que romper cada vez que nos gusta la imagen.

Se puso una máscara, se envalentonó y mató a su madre porque era la presa más fácil, porque una mujer soldado lo paró y le mostró los pechos diciendo: ¿Los tiene así tu madre?

Si no fuera por el pudor y las tinieblas, yo visitaría Gaza, aunque desconozca el camino a la morada del nuevo Abu Sufián y el nombre del nuevo profeta. Y si no fuera porque Mahoma es el Sello de los Profetas, cada facción tendría el suyo y cada compañero de profeta su propia milicia.

Nos ha asombrado el cuarenta aniversario de la Guerra de Junio: si no encontramos quien nos vuelva a derrotar, nos derrotamos a nosotros mismos con nuestras propias manos. Para no olvidar.

Por mucho que me mires a los ojos, no hallarás en ellos mi mirada. La ha raptado un escándalo.

Mi corazón no es mío ni de nadie. Se ha independizado de mí sin ser del todo piedra.

Quien grita “¡Dios es el más grande!” sobre el cadáver de su víctima, su hermano, ¿sabe acaso que es un infiel al ver a Dios en su propia imagen? Y que es más pequeño que cualquier ser humano. El recluso, ávido de heredar la prisión, ocultó la sonrisa de la victoria ante las cámaras, pero no pudo reprimir la felicidad que irradiaba de sus ojos. Quizá el actor se vio superado por el improvisado guión. ¿Qué necesidad tenemos de narcisos si somos palestinos?

Mientras no sepamos la diferencia entre mezquita y universidad, porque lingüísticamente tienen la misma raíz, no necesitaremos un Estado… pues su destino es el mismo de los días.

Un enorme cartel a la puerta de un bar: “Bienvenidos los palestinos que regresan del combate. Entrada gratis. Y nuestro vino… no embriaga”.

Un profesor de universidad me dijo: “No puedo defender mi derecho a trabajar como limpiabotas en la calle porque mis clientes pueden considerarme un ladrón de zapatos”.

“El extranjero y yo contra mi primo. Mi primo y yo contra mi hermano. Mi maestro espiritual y yo contra mí”. Ésta es la primera lección de la nueva educación nacional, en los pasadizos de las tinieblas.

¿Quién entrará primero al paraíso? ¿El que murió por las balas del enemigo o por las balas del hermano? Algunos alfaquíes dicen: ¡Cuídate del enemigo que ha parido tu madre!

No me irritan los fundamentalistas, porque a su manera creen. Me irritan sus partidarios laicos y sus partidarios ateos, para los que sólo existe una religión: la de sus imágenes en la televisión.

Alguien me preguntó: ¿tiene un guardián hambriento que defender la casa que ha dejado su dueño para pasar sus vacaciones en la Riviera francesa o italiana… qué más da? Le contesté: No, no tiene que defenderla. Me preguntó: ¿Yo + yo = dos? Contesté: Tú y tú sois menos que uno.

No me avergüenzo de mi identidad, pues todavía se está escribiendo. Sí me avergüenzo de algunas de las cosas que dice Ibn Jaldún en los Prolegómenos.

A partir de ahora eres tu otro.

MAHMUD DARWISH
21/06/2007 El País

Mahmud Darwish, poeta palestino, es uno de los grandes escritores árabes contemporáneos. Autor, entre otros libros, de Menos rosas, El lecho de una extraña y Memorias para el olvido. Éste ha sido escrito por Darwish en su diario personal a raíz de los enfrentamientos entre palestinos en los territorios ocupados. Traducción del árabe de Gonzalo Fernández Parrilla.



Mahmud Darwish no sólo fue uno de los más grandes poetas árabes contemporáneos sino también una leyenda viva: sus libros circulan a millares por todos los países árabes y los estadios se llenaban para escuchar sus recitales poéticos, acontecimientos irrepetibles que nadie quiso perderse. Hombre laico y moderno, refinado y elegante, Darwish fue un palestino de diálogo, aunque su voluntad no se doblegó fácilmente ni estuvo dispuesto a hacer concesiones humillantes. Una de sus mayores esperanzas era revitalizar la literatura palestina, procurar a toda costa que los problemas políticos no la paralicen. Y para los palestinos, la proximidad física de su poeta era como una fiesta continua, un símbolo de la cultura palestina. No obstante, a pesar de haber alcanzado con creces las metas soñadas, el poeta, desde su residencia entre Jordania y Cisjordania, aspiraba a poder regresar algún día a su tierra natal, Galilea, donde nació el 13 de marzo de 1942.

Procedente de un ambiente campesino, sus primeros años los pasó en Birwa, una pequeña aldea de Galilea, situada a unos nueve kilómetros de Acre, donde sus padres poseían unas tierras que cultivaban para poder vivir.

En 1948, tras la retirada de las tropas británicas de Palestina y la implantación del Estado de Israel, su familia –como miles de familias palestinas- se vio obligada a huir de su casa para salvar la vida. Permanecieron un año en el Líbano y al regresar a Palestina se encontraron con que Birwa había sido completamente destruida por el ejército israelí, al igual que otras muchas aldeas. Tuvieron que instalarse en Dair Al Asad aunque de forma clandestina porque durante el año que habían permanecido refugiados en El Líbano, las autoridades israelíes habían elaborado unos censos, y los que no figuraban en los mismos, no tenían derecho a vivir en el nuevo Estado de Israel.

Clandestino en su propio país y posteriormente ciudadano de segunda categoría en un Estado que le rechazaba, el adolescente se refugió en los libros y plasmó su identidad con lo único que le quedaba: el lenguaje. Se lanzó a la escritura al mismo tiempo que a la acción política en el seno del partido comunista: a los veinte años publica su primer poemario, Pájaros sin alas, extraordinariamente lírico y muy influido todavía por la poesía árabe clásica. Cuatro años después publica el segundo: Hojas de olivo, mezcla de espontaneidad, musicalidad lirismo y mensaje directo, donde está patente el sufrimiento físico y psicológico de los palestinos dentro del Estado de Israel.

En el siguiente poemario, Enamorado de Palestina, de 1966, se advierte la influencia del Mahyar y de la escuela romántica, que se dejó sentir igualmente en sus contemporáneos de todo el mundo árabe. En esta fase su estilo se vuelve más delicado, menos directo, incluso sus denuncias de las condiciones políticas y sociales en la Palestina ocupada se expresan con menos amargura y más nostalgia.

La siguiente etapa poética de Mahmud Darwish se caracteriza por la innovación. En su afán de traspasar los cánones poéticos tradicionales, la voz del poeta sirio Muhammad Al Magut resonó en el joven Darwish como la voz del presente, junto con algunos poetas occidentales como Nazim Hikmet, Louis Aragon, Pablo Neruda o García Lorca, con los que en cierto modo se identificaba; y como muchos poetas árabes se sintió fascinado por T. S. Eliot.

Fin de la noche, de 1967, es el poemario que abre esta larga y madura etapa, en la que se advierte una mayor abstracción. Sin embargo, el poeta siempre preserva la claridad de expresión y universalidad de visión de su poesía utilizando símbolos enraizados íntimamente con su lugar de origen: roca, montaña, árbol, mar... y especialmente la tierra, que para él no tiene un significado únicamente político sino también sagrado, siendo a la vez lecho y sepulcro.

El impacto de su mensaje poético, testimonio directo del sufrimiento y la humillación cotidianos en el Estado de Israel, así como su militancia comunista, no pasan inadvertidos ante las autoridades israelíes: le consideran demasiado peligroso para andar suelto y por ello le condenan a arrestos domiciliarios permanentes y numerosos encarcelamientos, lo cual le provoca un intenso deseo de libertad para dar rienda suelta a su creatividad.

Viaja con una delegación de la juventud comunista por diversos países socialistas europeos y, en lugar de regresar, decide instalarse en Egipto, proponiéndose firmemente mantener la distancia entre la práctica de la poesía y la cuestión nacional, aunque era plenamente consciente de que ponía en entredicho su mito. Sin embargo, el alejamiento físico de Palestina en lugar de apagarlo, alimentó el mito porque su voz permanecía en todos los lugares, y defendiendo su derecho a la experimentación, aún a riesgo de ruptura con sus lectores, desafió a los que pronosticaban que no escribiría un solo verso fuera de Palestina porque su vena poética dependía del contacto físico con el lugar, ignorando que la fidelidad de un poeta a los suyos no depende de una acción política directa sino de la sinceridad de la obra.

Su estancia fuera de Palestina supone un gran progreso en el campo de la creatividad: su poesía gana en complejidad y participa plenamente en la aventura de la modernidad poética, aunque nunca abandona su ternura inicial ni su capacidad de transmitir la experiencia palestina. Las imágenes siguen siendo ricas y luminosas, íntimamente ligadas a las experiencias vitales y con gran originalidad metafórica, como demuestra el poemario que abre esta tercera etapa: Amarte o no amarte, de 1972, del que destacan los conmovedores “Salmos” y el poema "Sirhán toma café en la cafetería", que sintetiza a la perfección el estado psicológico del poeta dirigiéndose desde fuera de Palestina a los árabes que permanecen en la tierra ocupada.

A comienzos del los años setenta se instala en Beirut, convirtiéndose en parte activa del movimiento literario libanés. Beirut se rinde ante el genio creador del poeta y desde entonces será su “segunda Haifa”, el ambiente idóneo para estimular su proyecto de renovación cultural. Allí dirige el centro de investigación de estudios palestinos y dos de las más importantes revistas árabes: Shuún filistiniyya y Al Karmel. Durante estos años, Darwish se convierte en la gran voz de su pueblo y se consagra como uno de los más grandes poetas árabes vivos, siendo también testigo de la guerra civil libanesa, tragedia que le inspira numerosos poemas desesperados.

En 1982, tras la invasión israelí del Líbano, Mahmud Darwish se ve obligado a abandonar aquel país para permanecer exiliado en Europa, principalmente en París, junto con estancias en Túnez. Es ésta una etapa de gran madurez artística -según sus palabras, al salir de Beirut se aproxima a la ribera de la poesía- en la que escribe poemas largos, teatrales, con un movimiento especial, numerosas imágenes poéticas y voces variadas. A veces el ritmo se acerca a las canciones con poemas sonoros que son puro canto, especialmente en el poemario Elogio de la alta sombra, de 1983, y el poeta parece que quisiera engañar a la realidad que le rodea, siendo su gran temor que el sueño que sustenta a él y a su pueblo se desvanezca como consecuencia de la interminable tragedia.

Firmemente decidido a ocupar el sitio que le corresponde en el panorama poético universal, el poeta trasciende la cuestión nacional para ensalzar su humanidad, aunque liberando a los poemas de un realismo excesivo.

Resulta sobrecogedora la absoluta soledad en la que el poeta se encuentra, convertido en palabra-idea, planteándose cuestiones esenciales que constituyen las preocupaciones más íntimas del ser humano, en un espacio luminoso y libre de barreras. En otra dimensión, es pura esencia fuera del cuerpo; no hay destino geográfico ni mapas sino extrañeza en un mundo extraño. El destierro y la lejanía están en su interior, y la vuelta a la que el poeta aspira es una vuelta al lenguaje, no al país, a los amigos ni a la amada.

Pero, contrariamente a lo que se pudiera pensar, la muerte no es algo terrorífico para el poeta sino un ser vivo, sometido a las normas que rigen a los seres vivos: se ríe, llora, teme, ama, añora y muere, estableciéndose entre ella y el poeta una relación extraña y contradictoria, mezcla de miedo y placer, desesperación y paz.

Hablando en su propio nombre y recreando sus propias experiencias, Darwish muestra una de las visiones más agudas de la creatividad poética árabe actual, ensalzando algo tan aparentemente sencillo y natural como es el amor a la vida y el goce del placer.

Desde 1996 vivió en Ramalla, donde dirigía la prestigiosa revista literaria Al-Karmel cuyos archivos fueron destruidos por el ejército israelí durante el asedio de la ciudad en el año 2002, aunque constantemente era requerido para dar recitales poéticos por todo el mundo árabe.

Su fama se extendió también a Occidente, donde goza de gran prestigio, como demuestran los diversos premios literarios obtenidos, entre ellos el Lannan Cultural Freedom Price, en el año 2001, y el premio Príncipe Claus de Holanda, en el 2004. Murió el 9 de agosto de 2008, en un hospital de Houston, tras una operación de corazón.


MARÍA LUISA PRIETO
www.poesiaarabe.com










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