sábado, 17 de abril de 2010

LA JUSTIFICACIÓN



La justificación es una costumbre nacional, una prueba de la calidad o la veracidad de algo o de la bondad o la inocencia de alguien. Hoy por hoy, se puso de moda.

Generalmente se expresan justificaciones a través de los medios masivos de formación de opinión pública, una intricada cadena nacional confundidora que no necesita justificar sus justificaciones (valga la paradoja) porque sus justificaciones son inapelables. Y como buenos católicos, los "misterios de la santísima justificación" no se discuten.

Justificar, también es el ajuste de la alineación y de la longitud de las líneas de un texto, o sea, tratar de que algo entre donde queremos que entre y quede prolijito. Por ejemplo, hay talentosos encargados de justificar una serie de injusticias para queden pipí cucú con moño y todo, en caja.

La justificación ayuda a decir grandes mentiras, barbaridades inimaginables para un corazón sano, una mente limpia, pero a diario, un torbellino de argumentos perversos de un sinnúmero de canalladas acompañan nuestro viaje vital. Usted no sabe que lo que está escuchando o leyendo o viendo es una justificación. Usted piensa, cree y está convencido que esa es la verdad.

La manipulada identificación tácita entre una justificación y un concepto de verdad, va formando en la sociedad una fusión inextricable entre infamia y percepción de la realidad. Si este proceso se da en forma sostenida y controlada, genera una metástasis abyecta de consecuencias fatales para la convivencia democrática.

La justificación trastoca todos los valores, y por ende la vida misma. Así, la traición de un vicepresidente es vista como un acto de respeto a las Instituciones. La apropiación de hijos de desaparecidos es un hecho encauzado en la oscura noche del Derecho que los jueces sabrán interpretar, a su debido tiempo. Las trabas y zancadillas a la Ley de Medios votada por mayoría abrumadora en ambas cámaras, es una defensa lícita de la "libertad de prensa". Las constantes interpretaciones falaces de la Constitución Nacional y las leyes son actos que refrendan la legalidad republicana.

Si el ciudadano medio tiene alguna duda, ésta se evapora al escuchar el coro enmohecido de eximios constitucionalistas justificadores de los intereses monopólicos, privilegiados, impunes. Basta con encender el televisor y posar la mirada sobre la ficcional Argentina que supimos consumir.

La justificación aquieta las conciencias, expulsa las culpas, nos redime, nos hace buenos frente al espejo. Con ella, no hace falta ser solidario ni pensar en el otro. Nos fabrica una burbuja plácida de autorreferencialidad y bienestar. Y nos salva del infierno sartreano que habita en la mirada ajena...


Daniel Mancuso


1 comentario:

Anónimo dijo...

es cierto, tengo amigos que justifican sus propias miserias, las dejan pasar, no sé, hay cosas que no se negocian, y no se justifican, saludos, Mauro.

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