Todavía estaba fresca en la memoria la imagen de los bombarderos lloviendo muerte sobre Plaza de Mayo en 1955. Todavía corrían lagrimas que gritaban impotencia frente al golpe militar que derrocó a Perón, que fusiló al general Valle y proscribió a millones de obreros argentinos.
En la Argentina del siglo XX, donde la política fue tradicionalmente practicada por las Fuerzas Armadas y la economía conducida por gerentes de las compañías extranjeras, los jóvenes de la década del 70, identificados con los procesos de liberación en el mundo, (Argelia, Vietnam, la Revolución Cubana , Mayo 68 en Francia) encarnaron la necesidad de una profunda reparación social para con los excluidos del sistema. La necesidad de transformación social y el debate de las vías para hacerla posible atravesó a toda la sociedad.
En 1972, durante la dictadura militar del General Alejandro Agustín Lanusse, las cárceles de la República Argentina estaban repletas de presos políticos. El penal de máxima seguridad de Rawson, a 1.500 km. de la Capital Federal en la Patagonia Argentina, se había convertido en centro de confinamiento para un grupo numeroso de dirigentes de las organizaciones guerrilleras.
La población del lugar, esquiva en un primer momento al contacto con la cárcel, posteriormente se solidariza con los presos y familiares, formando Comisiones de Solidaridad de apoyo que incluyen el trato personal con los encarcelados.
El 15 de agosto de 1972, los miembros de las organizaciones guerrilleras, comienzan un intento de fuga masiva de más de 100 prisioneros. Ese 15 de agosto, veinticinco presos políticos, peronistas y de la izquierda revolucionaria, se fugaron del Campo de Concentración de Rawson.
Seis de ellos lograron llegar a Chile. Los diecinueve restantes se entregaron luego de acordar garantías para su integridad física. Los objetivos de la fuga eran muy claros: devolver los militantes a la lucha armada, y dar un golpe a la dictadura que permitiera romper los condicionamientos del llamado a elecciones para marzo de 1973. Los presos políticos entendían que la democracia no debía agotarse en este único acto –las elecciones- , sino que debía ser llevada a todos los aspectos de la vida social.
Los guerrilleros consiguen tomar el Penal, pero el apoyo externo fracasa, y sólo alcanzan a llegar al Aeropuerto de Trelew próximo al penal, los seis líderes políticos quienes secuestran un avión comercial y parten a Chile. Un segundo grupo de 19 prisioneros llega cuando el avión ya ha partido, y decide tomar el aeropuerto.
Son rodeados por el Ejército y la Marina. Tras largas y tensas negociaciones, se rinden, con la promesa de su retorno al Penal y la garantía de sus vidas. Pero, a pesar de lo pactado, son llevados a la Base Aeronaval Almirante Zar, bajo control de la Marina.
Una semana después, el 22 de agosto, son ametrallados en las puertas de sus celdas. Tres sobreviven, 16 mueren.
A partir de este hecho, el gobierno socialista del presidente de Chile, Salvador Allende, decide otorgar a los seis evadidos que habían llegado a su país, el salvoconducto para viajar a Cuba.
Capitán de Corbeta Luis Emilio Sosa
Luego de la rendición de los muchachos, el capitán de corbeta Luís Emilio Sosa se comprometió en el aeropuerto -en presencia de un juez y frente a testigos- a trasladar a los evadidos nuevamente al penal de Rawson.
Sin embargo, Sosa no cumplió su palabra: les garantizó que no los recluiría en la Base Aeronaval Almirante Zar, y se mostró ofendidísimo cuando los presos políticos le manifestaron que su negativa a quedar detenidos en una base de la Marina obedecía a experiencias personales de torturas y vejámenes por parte de personal de esa fuerza.
Ese 22 de agosto, a las 3.30 de la madrugada, se les impartió la orden de salir de sus celdas con la vista fija en el piso y detenerse ante la puerta en dos hileras de uno en fondo. Fue entonces cuando los carceleros comenzaron a disparar sus ametralladoras. Sosa había tramado la matanza.
Ese día fueron asesinados a mansalva, sin juicio previo y a traición, 16 patriotas revolucionarios. Luego siguieron al asesinato de obreros, los secuestros, los tribunales especiales, la pena de muerte aplicada en las calles durante la Dictadura.
El dictador militar Alejandro Agustín Lanusse fue el responsable de una masacre que sería el nacimiento del Terrorismo de Estado y que encontraría luego su expresión más acabada en la desaparición de 30 mil personas entre 1976 y 1983.
A tal punto llegó el ensañamiento que la policía, días después, irrumpió con tanquetas en la Sede Nacional del Partido Justicialista donde se velaban los cadáveres de tres de los compañeros asesinados.
Y en la campaña del "Luche y vuelve" por el retorno de Perón y las elecciones de 1973, los mártires de Trelew constituyeron una de las banderas centrales del PJ.
El fusilamiento se incorporó al inconsciente colectivo como "la matanza de Trelew" y en ella, los detenidos políticos indefensos fueron las primeras víctimas de la violencia institucionalizada que se instalaría en la Argentina desde 1976.
El régimen oligárquico decidió perfeccionar su metodología represiva instaurando el terrorismo sistematizado como herramienta para acallar las voces de la disidencia.
Una de las consignas de los 70 era: "la sangre derramada no será negociada", y se hizo justicia:
35 años depués de los fusilamientos se produjo la detención del capitan Sosa responsable directo de los asesinatos de los 16 militantes presos.
Los mártires de Trelew fueron: Mariano Pujadas, Alfredo Kohon, Susana Lesgart, María Angélica Sebrelli, Carlos Astudillo, Clarisa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Alberto del Rey, Mario Emilio Delfino, José Ricardo Mena, Miguel Angel Polti, Humberto Suárez, Humberto Toschi y Alejandro Ulla. Tres sobrevivieron: Ricardo René Haidar, María Antonia Berger y Alberto Miguel Camps
Los testimonios de los hechos que brindaron los sobrevivientes desmintieron la versión oficial del intento de fuga.
En 1976, María Antonia Berger y el "Turco" Haidar desaparecieron para siempre y Alberto Camps fue abatido en su casa, combatiendo a los que venían a secuestrarlo.
La masacre de Trelew fue, sin duda, el hito inicial del luctuoso camino que conduciría a uno de los mayores genocidios en la historia de América Latina...
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde 1973
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Trelew, la película
por Mariana Arruti, Directora.
¿Por qué trabajar sobre un tema difícil, silenciado por años? ¿Por qué meterse en cuestiones que el tiempo convirtió en un tema maldito? Estas eran preguntas que nos formulaban una y otra vez, cuando el equipo que hizo Trelew, se obstinó en saber más y más. ¿Por qué Trelew? Porque sí.
O en todo caso otra pregunta: ¿Por qué, no? Y ahí la respuesta es fácil: Trelew nos explica el presente, Trelew nos cuenta de una generación que tomó la decisión de enfrentar un proyecto de país y construir otro. Y no pudo, o mejor dicho, no la dejaron. Los resultados son hoy la miseria, los miles de jóvenes sin trabajo y sin futuro. Trelew nos explica. Si leemos entre líneas, Trelew nos aclara lo que vino después. Pero Trelew porque sí, esencialmente, porque no pude correrme cuando supe un poco, y después fue tarde, me enamoré.
Sí, me enamoré de Trelew, de esa historia no de héroes intocables, sino de cuento pequeñito, de cuento de la solidaridad de aquellos habitantes de la extensa patagonia, que decidieron entrar a un penal de máxima seguridad a llevarle cigarrillos, queso y pan, a esos jóvenes presos que además de enfrentar a una dictadura militar y hacer la revolución, también reían y jugaban al fútbol y cantaban chacareras y zambas de pabellón a pabellón...
Trelew porque no podía entender y quería explicarme, la fortaleza de aquellos que lo perdieron todo -sus hijos-, y que sin embargo se pararon firmes en sus dos piernas, para pelear contra aquella dictadura del Gral. Lanusse, y gritarle en la cara que aquéllo, a pesar de las versiones oficiales, había sido un asesinato, un fusilamiento cobarde.
Trelew porque me conmovía el gesto de la mamá de Eduardo Capello, que perdió a sus dos hijos... y la mirada de Tito, un poblador que se obstinó en ser solidario con aquellos jóvenes y terminó preso en el mismo penal.
Y Trelew también, porque, cuando leí en una vieja publicación los recuerdos del padre de María Angélica Sabelli (una de las jóvenes acribilladas que solo tenía 23 años) que no recordaba dónde había besado a su hija por última vez, si en la frente o en la mejilla, ya no pude dejar de contar la historia.
- El corto audiovisual que acá presentamos recupera imágenes relacionadas con la denominada Masacre de Trelew y forma parte de la muestra "imágenes para la memoria"...
- Ni olvido ni perdon. La masacre de Trelew - Raymundo Gleyzer y Cine de la Base...
1 comentario:
Gracias por traer el recuerdo.
Nunca dejemos de tener presente llamar a las cosas por su nombre: compañero al compañero, y asesino al asesino.
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