viernes, 27 de junio de 2008

MARIANO MORENO



Mariano Moreno nació en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1778. Su padre, Manuel Moreno y Argumosa, nacido en Santander, era funcionario de la Tesorería de las Cajas Rurales. Su madre, Ana María Valle, era una de las pocas mujeres en Buenos Aires que sabía leer y escribir, y Moreno aprendió con ella sus primeras letras.

Su aspiración de seguir estudios en la Universidad de Chuquisaca se vio postergada hasta que su padre pudo reunir el dinero necesario. Finalmente, en noviembre de 1799, Moreno emprendió la travesía hacia el Norte.

Moreno tenía veintiún años cuando llegó a Chuquisaca. Allí trabó una profunda amistad con el canónigo Terrazas, hombre de gran cultura que le facilitó el acceso a su biblioteca y lo incluyó en su círculo de amigos y discípulos. Respetando la voluntad de su padre, en 1800 siguió los cursos de teología en la universidad de Chuquisaca. Un año después se doctoró e inició los cursos de derecho. De todos los autores que frecuentó en la biblioteca de Terrazas, Juan de Solórzano y Pereyra y Victorián de Villalba, le dejaron la más profunda huella. Solórzano reclamaba, en su Política Indiana, la igualdad de derechos para los criollos. Villalba, en su Discurso sobre la mita de Potosí, denunciaba la brutal esclavitud a que se sometía a los indios en las explotaciones mineras: "En los países de minas no se ve sino la opulencia de unos pocos con la miseria de infinitos".

También fue en aquella biblioteca donde Moreno tomó contacto por primera vez con los grandes pensadores del "siglo de las luces". Quedó particularmente impresionado por Rousseau y su estilo directo y contundente: "El hombre es libre, pero en todas partes se halla encadenado", decía el autor de El contrato social.

En 1804, Moreno se enamoró de una joven de Charcas, María Guadalupe Cuenca. Guadalupe estaba destinada por su madre a ser monja, pero el amor por Moreno aumentó sus argumentos para negarse a la reclusión del convento. Se casaron a poco de conocerse y un año después, nació Marianito. Volvió a Bs. As., A poco de llegar, a mediados de 1805, comenzó a ejercer su profesión de abogado y fue nombrado Relator de la Audiencia y asesor del Cabildo de Buenos Aires. Durante las invasiones inglesas escribió:

"Yo he visto llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar a 1.560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad."

Moreno estudiaba para cura y después cambió para abogado en Chuquisaca, y ya de entrada él toma contacto con la realidad en Potosí, una ciudad muy cercana. Comienza a preocuparse por la situación de los mineros, los trabajadores de las minas, y elige para su tesis doctoral el siguiente título: Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios. Estamos hablando del año 1802, faltaba mucho para la revolución y sin embargo Moreno lee este texto frente a las autoridades coloniales de Chuquisaca:

“Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir a unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en las tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas”.

Acá está claramente denunciado todo el poder español en sus diferentes partes:

Se ve continuamente sacar a estos infelices de sus hogares y patrias para venir a ser víctimas de una disimulada inmolación”.

Recordemos que el cerro de plata de Potosí se llevó en tres siglos 6 millones vidas para llenar las arcas del imperio español. Ya cuando Moreno estando en Chuquisaca toma contacto con aquellos libros maravillosos que le van a abrir la cabeza y el corazón, como le escribía en una carta a su amada Guadalupe, y estas ideas van a estar presentes en toda su vida política -corta vida política-, una vida política de apenas seis meses, de mayo a diciembre de 1810, y sin embargo sumamente intensa. Fíjense por ejemplo lo que decía Moreno el 25 de mayo cuando asumió como Secretario de Guerra y Gobierno de la Junta:

“La variación presente no debe limitarse a suplantar a los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta ahora se ha desconocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, citar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos, y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye al trabajo, si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendad en sus manos.

Por supuesto Moreno, como todos los próceres de esta línea -digamos Castelli, Monteagudo, San Martín, Belgrano- que tenían una verdadera obsesión por la educación popular, decía:

“no hay nada más digno de la función de los magistrados que promover por todos los medios la mejora de la educación pública”.

Por ejemplo promueve la impresión de manuales escolares haciendo pagar a los chicos ricos y distribuyendo gratuitamente con ese dinero los libros entre los chicos pobres. Un acto de justicia que así se hizo en las escuelas estatales de aquel momento. Es muy interesante porque también como Secretario de Guerra se ocupaba del carácter de los militares del nuevo Ejército, del Ejército revolucionario, y decía:

“El oficial de nuestro ejército, después de deslumbrar a nuestro enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos para el irresistible atractivo de su instrucción. El que se encuentre desnudo de estas cualidades, redoble sus esfuerzos para adquirirlas y no se avergüence ante una dócil resignación a la enseñanza que se le ofrece, pues en un pueblo naciente todos somos principiantes. No hay otra diferencia que la de nuestros buenos deseos. El que no sienta los estímulos de la noble ambición de saber y distinguirse de su carrera, abandónela con tiempo y no se exponga al seguro bochorno de ser arrojado con la ignominia”.

Lamentablemente, no fue escuchado Moreno. Y sobre la difusión de la obra pública, la comunicación de las acciones de gobierno, fíjense ustedes lo que escribe Mariano Moreno el 7 de junio cuando funda la Gaceta que estaba lejos de ser un house organ del gobierno sino que iba a ser evidentemente una tribuna revolucionaria, y ahí dice el primer número de la Gaceta:

“el pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, el honor de éstos interesa al que todos conozcan la exaltación con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”.

Bueno, y ahí aparece por supuesto la publicación de El Contrato Social de Rousseau; es toda una decisión política, evidentemente se elige al pensador más revolucionario porque dentro de la concepción del pactismo -arrancando con Hobbes, siguiendo con Locke- se pasa a la idea social de contrato en Rousseau que establece la necesidad de una forma escrita de vinculación entre mandantes y mandatarios. Por lo tanto la elección de la publicación de El Contrato Social de Rousseau por parte de Moreno, es toda una decisión de un rumbo que se le pretendió dar a la Junta que lamentablemente nunca se llegó a tener pero que era el que él pretendía. Y ahí publica su famoso prólogo a la obra que se hace entrega en la Gaceta, y dice:

“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada uno no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, ser tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir jamás la tiranía”.

Es interesante recordar que Moreno no era un déspota ilustrado, en el sentido que se contentaba con publicar la Gaceta para que la leyeran los cuatrocientos alfabetos de Buenos Aires, sino que por ejemplo obligaba a los curas en todas las iglesias del Virreinato a leer los domingos El Contrato Social de Rousseau. Se pueden imaginar la alegría de muchos de los prelados. Es interesante también decir que como Moreno era también un gran estratega y no quería ganarse la contra, digamos, la oposición de la Iglesia, suprime de la traducción de El Contrato Social las partes que tiene que ver con la religión, no porque no estuviera de acuerdo, sino para evitar el conflicto con la Iglesia e inclusive pone una frase muy conocida que dice “EL autor tuvo la desgracia de delirar en materia religiosa, suprimo el capítulo y principales pasajes en que se habla de ella”. Pero dice también en otra parte en otro texto:

“El culto exterior no tiene una intrínseca relación con el objeto al que se determina. Ahora es una acción de reverencia, doblar las rodillas, y mañana podría ser una señal de burla o desacato”.

Así que más o menos esta es una frase casi textual que toma de Rousseau, así que evidentemente seguía respetando a su maestro, y dice en su prólogo:

“Al más grande pensador conocido hasta el momento”.

Finalmente hay una cuestión vinculada a una calumnia que proviene de una enorme ignorancia y a la falta de la lectura de Moreno, por aquellos que siempre están buscando padre. Son todos partos muy difíciles, y está el padre del unitarismo que vendría a ser Moreno. Bueno, bien lejos de la realidad; se dice que Moreno era el padre del unitarismo y Saavedra el padre del federalismo. La verdad que Saavedra jamás escribió una letra que tuviera que ver con la federación ni jamás escribió un texto que hable de federación, y sí lo hizo entusiasta Mariano Moreno que es el primero que habla -aun antes de Artigas- de federación en el Río de La Plata. En el famoso texto llamado Sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse, dice Mariano Moreno a mediados de 1810:

“El gran principio de la federación se halla en que los estados individuales, reteniendo la parte de soberanía que necesitan para sus negocios internos, ceden a una autoridad suprema y nacional la parte de soberanía que llamaremos eminente, para los negocios generales, en otros términos, para todos aquellos puntos en que deben obrar como nación. De que resulta, que si en actos particulares, y dentro de su territorio, un miembro de la federación obra independientemente como legislador de sí mismo, en los asuntos generales obedece en clase de súbdito a las leyes y decretos de la autoridad nacional que todos han formado. En esta forma de gobierno, por más que se haya dicho en contrario, debe reconocerse la gran ventaja del influjo de la opinión del contento general: se parece a las armonías de la naturaleza, que están compuestas de fuerzas y acciones diferentes, que todas concurren a un fin, para equilibrio y contrapeso, no para oposición; y desde que se practica felizmente aun por sociedades incultas no puede ser calificada de difícil. Este sistema es el mejor quizá, que se ha discurrido entre los hombres”

Este es el “unitario” Mariano Moreno. Estamos esperando que aparezca un texto de Saavedra hablando de federación. Y es así como Moreno termina expulsado del poder por una tramposa operación política llevada adelante por Saavedra y por Funes. Moreno no se opone que los diputados se incorporen al Congreso pero sí a la Junta porque entiende que es una maniobra del saavedrismo. A partir de entonces, cuando él denuncia esto y renuncia, corre riesgo su vida, parte en una misión a Londres donde va a encontrar la muerte envenenado como dice el juicio de residencia a Saavedra, el dictamen de la Asamblea de 1813 exactamente el día 9 de marzo de 1813, donde se dictamina que dice “El Dr. Moreno fue muerto de intento por disposición de sus enemigos”. Este es un dictamen judicial de la Asamblea de 1813, sabemos que en la Argentina la justicia es un poco lenta.

“Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios. Aprendamos de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses que la dominaron:

"Libre, feliz, España independiente
Se abrió el cartaginés incautamente:
Viéronse estos traidores
Fingirse amigos, para ser señores;
Entrar vendiendo para salir mandando”

El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno, secretarios. Quedó así formado el primer gobierno patrio, que no tardó en desconocer la autoridad del Consejo de Regencia español.

“En vano publicaría esta Junta principios liberales, que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuación de aquellos prestigios, que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos de la naturaleza. Privada la multitud de luces necesarias, para dar su verdadero valor á todas las cosas; reducida por la condición de sus tareas á no extender sus meditaciones mas allá de sus primeras necesidades; acostumbrada á ver los magistrados y jefes envueltos en un brillo, que deslumbra á los demás, y los separa de su inmediación; confunde los inciensos y homenajes con la autoridad de los que los disfrutan; y jamás se detiene en buscar á el jefe por los títulos que lo constituyen, sino por el voto y condecoraciones con que siempre lo ha visto distinguido. De aquí es, que el usurpador, el déspota, el asesino de su patria arrastra por una calle pública la veneración y respeto de un gentío inmenso, al paso que carga la execración de los filósofos, y las maldiciones de los buenos ciudadanos; y de aquí es, que á presencia de ese aparato exterior, precursor seguro de castigos y todo género de violencias, tiemblan los hombres oprimidos, y se asustan de sí mismos, si alguna vez el exceso de opresión les había hecho pensar en secreto algún remedio”.

por Felipe Pigna


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