miércoles, 2 de enero de 2008

IDAS y VUELTAS


¿Y si toda la historia conocida fuera una patética estafa? ¿Será posible que todo lo que existe sea una gran ficción inventada por un dios aburrido para entretenerse en su eterna soledad? Quizá un día cuadriculó el planeta: blanco, negro, blanco, negro... y cada uno a su casillero vitalicio. En este ajedrez milenario los humanos quedamos atrapados indefectiblemente. Y con el juego llegó la trampa. Dejó de ser un simple pasatiempo: ¿yo, señor? ¿peón? NO señor. Yo quiero ser Rey, o al menos torre.

Hubo quienes descubrieron que alterando las reglas para provecho propio (sin conocimiento del otro) conseguirían beneficios extraordinarios: y aparecieron los primeros golfos. Así, comenzó la corrupción del libre albedrío. El que encontró una cueva o fuego, dejó que unos cuantos se cagasen de frío o en el mejor de los casos, cobró peaje a cambio del servicio. El futuro de la humanidad se vería signado por la dicotomía: premios o castigos (a mansalva).

El paraiso existe, siempre existió. El infierno también. No son lugares bíblicos, son el destino vivencial que nos corresponde por ganar o perder. Es la vida de mierda de millones o el placer y derroche de algunos o una aleatoria gama de grises. Tal vez, el resultado de las infinitas partidas a lo largo de la vida determinen en promedio adónde nos toca ir. A veces, es un viaje sinuoso, otras es directo sin escalas.

Un juego que nunca termina, las piezas se van reemplazando indefinidamente. Se derrama en el río del tiempo y procrea otros juegos y otros y otros, y así sigue.

los diversos ajedreces a través de los milenios retratan el pulso de la historia: peones arrasados, alfiles enloquecidos, torres prepotentes, caballos desbocados, reinas corruptas y reyes sanguinarios. Toda una síntesis del paraiso terrenal.

Es posible que la vida sólo sea un recorrido incierto y tortuoso hacia no se sabe dónde, encuentro y desencuentro permanente entre los diversos personajes que vamos siendo, que hemos sido.

El espejo me muestra a un desconocido. Ese no es el que yo recuerdo que era. Miro y no encuentro al que fui o creo que fui ¿A dónde se fue ese tipo simpático con la sonrisa puesta y las ganas de conquistar el universo? ¿Habré perdido tantos partidos que como castigo me toca envejecer? Tal vez no importe el resultado, el de arriba se divierte con nosotros, le gusta que sudemos, ni el hijo se salvó.

¿En qué se parecen el joven militante revolucionario con una mirada unívoca y dogmática que ansiaba algún día ver los rostros felices de miles de olvidados compatriotas (de sufridas caras gastadas por la injusticia, tan vieja que nadie sabe cuando empezó), y el adulto padre de familia, levemente pusilánime (decepcionado por la marcha de la política nacional e internacional, que mira las noticias por televisión), preocupado por las cuentas y el costo de la vida. Uno es partisano del mundo que lucha contra el piojo global cualquiera sea su nombre. El otro, humilde conformista, cuyo universo llega a la línea municipal, donde empieza el abismo vereda.

¿El asiduo ciclista cuarentón que recorre impertinente la ciudad entre los insensibles conductores de pie inflexible y mirada desdeñosa, es distinto al adolescente barbado, fumador insaciable, que toma ginebras con amigos y trasnocha a diario y duerme muy poco para aprovechar la vida?

Y sin embargo, todos son el mismo tipo. Todos nadan en la misma cabeza, ¿en el mismo espacio tiempo? A veces sí, se superponen, regresan del pasado, desplazan al titular y toman la posta o pelean para imponer sus cualidades bien diferentes o intentan sacar la cabeza del pozo ciego pero no se animan y se van silbando bajito.

"Vivir es dormir... ¿dormir? quizá soñar..."

A veces, pareciera que la vigilia y el sueño se mezclan, y es difícil reconocer en que andarivel se está. Quizá no hiciera falta preguntárselo, porque no habría diferentes lugares sino sólo una senda plagada de infinitos nosotros atemporales que caminan encimados, empujándose como en la entrada de un recital de rock.

Aunque cueste creerlo, nunca tuve pesadillas. Siempre soñé en positivo: mujeres hermosas poblaron mi fantasía desde que me enamoré en primero superior de la señorita Alicia. A lo largo de los años, todas las tipologías acompañaron mi descanzo: gordas, rubias, viejas, flacas, petisas, tetonas, feas, tontas... y mi sueño las transforma en bellas velantes. Es mi antídoto contra la angustia existencial. De este modo puedo seguir remando entre los casilleros de la supervivencia.

Hoy me desperté sin recordar demasiado lo que había soñado (siempre me pasa) pero con ciertas certezas: yo no soy el que creo. ¿Quién soy? No sé. No sé nada. Pero Él no exíste y si existe es un hijo de puta. Hace miles de años que nadie se puede explicar toda la injusticia. Guillermo se pregunta ¿por qué tanta sinrazón? y responde: por el miedo a la muerte. Mas, ¿si esto es la muerte y soñamos que estamos vivos? ¿Estaré dormido enredado en la telaraña del todopoderoso? Tengo que salir, tengo que velar las armas, como Hamlet...



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