martes, 13 de noviembre de 2007

DESVENTURAS

I

o la incómoda situación de las personas con necesidades especiales o con algún tipo de discapacidad (momentánea o no, ¿qué importa?) en cotidianas circunstancias por todos conocidas...


Corrió para alcanzarlo y casi se lleva puesto el tacho plástico de residuos color azul francia que está al lado del palo de la parada. Sin darse cuenta pisó una baldosa floja y se mojó la pierna izquierda del pantalón de sarga color caqui que se acababa de poner recién planchadito. Se guardó la puteada de mala gana porque adelante tenía una viejita conocida de la verdulería y no queda bien insultar tan temprano. El colectivero aceleraba con el pie en el embrague mientras Teresita asustada por el brooomm brroooommm brrroooooooooooommmmm, se quiso apurar y pisó en falso el escalón... el tiempo se detuvo, los relojes se pararon, el fercho dejó de acelerar, todos esperaban que la gorda aterrizara en el pasillo entre el primer asiento y la maquina de los boletos, pero instintivamente manoteó un caño y zafó de la caída milagrosamente.

El 86 venía lleno, bien lleno. No se podía ir para el fondo, no se podía mantener el equilibrio, no se podía encontrar una manija salvadora. Detrás, cuatro tipos estaban en el estribo empujando para subir; adelante, una piba metía y metía las mismas monedas pero la máquina chuc chuc chuc chuc las escupía insensible; al costado, un pibito de unos ocho años más o menos le encajaba la mochila enorme, llena de cuadernos y un diccionario sopena, contra la teta derecha y eso un poco le dolía. Ella agarraba como podía su cartera previniendo un afano flagrante en una de las tantas frenadas de antología; ya le robaron el monedero la semana pasada y no tenía ganas de amargarse otra vez. El viaje se hizo largo y caluroso. Ofuscada o confundida, no se sabe, se bajó una parada antes, entre Salta y Lima, así que tenía que cruzar la 9 de julio o intentarlo, porque los tipitos blancos del semáforo se ponen colorados enseguida, apenas uno deja atrás el cordón (y el cagazo inunda al más pintado, los conductores aceleran con el pie en el ambrague, parecen tigres al acecho listos para dar el zarpazo mortal). Se apuró porque un flaquito pistero, en un ford fiesta, no quería esperar la luz verde y tenía cara de pocos amigos. Al llegar al otro lado, tuvo tan mala suerte que le pifió al cordón por poquito y casi se dobla un tobillo. Esta vez, la puteada brotó fresca y caudalosa de su boca carmín y carnosa. Un tipo bajito la tomó de un brazo para ayudarla pero Teresita, recaliente, lo miró como diciendo: Y a vos quién te conoce, boludo, soltame.

Siguió caminando pero se dio vuelta enseguida, el tipo estaba rebueno. Qué lástima. Al llegar a Tacuarí, compró el diario y dobló hacia avenida de Mayo. Caminó 20 metros más y se sintió a salvo. POR FIN. La tierra prometida, la laguna azul, la baticueva, mejor dicho: la oficina. Depósito de cadáveres móviles de 9 a 18, de lunes a viernes: atención personalizada, si usted está disconforme le devolvemos su dinero, llame ahora, si las líneas están ocupadas pruebe otra vez. Leía los chistes desganada mientras masticaba despacito y con la boca cerrada, un churro con dulce de leche. Dio vuelta la hoja y enfiló directo al horóscopo, virgo,virgo, virgo, ¿dónde estás? Acá está, a ver... hoy tendrá un día tranquilo, con sorpresas agradables. En el amor, esté atenta, un desconocido se le acercará cuando menos lo imagine, recíbalo amablemente...

daniel mancuso
mar 04

II

O LAS CALLECITAS DE BUENOS AIRES TIENEN INCÓMODAS SITUACIONES QUE DIFICULTAN EJERCER EL DERECHO DE CIRCULAR LIBREMENTE.

Venía tranquila por la avenida vacía y extraña en esa mañana primaveral. Estaba contenta, por el sol, por el cielo celeste clarito y despejado. Por el aire puro y fresco como de domingo, o feriado nacional o año nuevo. ¿Qué raro, no? Tenía ganas de silbar o de cantar y no sabía por qué... ¡Claro! El paro de choferes. “Huelga de hambre mecánica”. Eso le daba un respiro a los sentidos. ¿No sería posible vivir así, sin gamexane diesel pudriéndonos los pulmones ni bocinas imbéciles partiéndonos la cabeza? penso. La ciudad sin bondis ni taxis ni remises ni camiones, nada. Parece que el Honorable Legislativo va a aprobar el impuesto al “volante lucrante” (vehículo que gana guita, paga para financiar un emprendimiento bilateral: El entubamiento de las Cataratas del Iguazú). Ahora se nota la diferencia: se respira bien, la contaminación nos mata día a día, lentamente.

–¿Qué hacen los funcionarios?– pensó en voz alta. Como están en campaña, y hay que achicar el gasto publico y superfluo, tuvieron que elegir: carteles o inspectores. Ganó el garquet... digo el marketing –le respondió un cieguito que estaba por cruzar la calle al lado suyo, gozoso como zorro en gallinero.

Los autos particulares tampoco molestaban porque los jubilados se encargaron de cortarles el paso en el Congreso. Armaron un locro popular con algunas donaciones y se juntaron los viejos con los docentes, los linyeras, los pibes de la calle, los mendigos, los desocupados, los despedidos, los recién recibidos que no consiguen porque no tienen experiencia, los que tienen experiencia pero no consiguen porque son mayores de veintisiete y las embarazadas de futuros desocupados.

Hacia el oeste, como a diez cuadras, cientos de jóvenes estaban escrachando la casa del coronel Cañones, parece que no es el tío de Isidoro (que se apropió de él cuando era bebé) y el mismo Isidoro, indignado encabezaba la marcha, aerosol en mano.

Desde el norte venía una nutrida columna de indios dirigiendose a casa de desgobierno en reclamo de sus tierras ocupadas por un futuro y enorme yoping mol y un cantri pipí cucú cerca de la cordillera.
Una rubia desprevenida, en una brillosa 4x4, se quejaba sacando la testa por la ventanilla, apurada porque perdía el turno en el solarium y estaban todas las calles cortadas.

Al llegar a la otra cuadra, Teresita se encontró con una colorida sentada de secundarios, con zancos, lanzallamas y malabaristas rodeando a una descolorida pero alegre murga, y todos recordaban felices a la madre de la ministra por la falta de presupuesto educativo. De repente, sintió un fuerte tirón desde atrás, se dio vuelta y vio un uniforme azul que le escupe: ¡Documentos! Uuuy, me los olvidé. Me va tener que acompañar. Pero si yo iba al pedicuro... pensó y se caía adentro del celular (con ruedas) junto a una piba con la cabeza abierta por un policial machetazo. Fue todo rapidísimo. Los dedos entintados, los moretones en los brazos, el vestido manchado. La espera tensa, Interminable... La largaron al anochecer. Flashes. Gritos. Llantos. Aplausos. Corridas. Un micrófono indiscreto casi le rompe los dientes, debido a la ansiedad informativa: ¿Es verdad que llevabas bombas molotov debajo de la bombacha para agredir a las fuerzas del orden? dijo uno, con cara de preguntador sagaz. Instantáneamente los dedos cortos y fuertes de la mano derecha de Teresita se aferraron a esa masa informe debajo del pubis del cronista. El comunicador lanzó un gemido sordo, largó todo y se llevó las manos a su zona pudenda. El tipo sufría en cuclillas silencioso y la gorda le manda: ¿vos no creés, como yo, que este país está yeno de boludos?

daniel mancuso 04

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