jueves, 15 de marzo de 2012

EL PEOR DE LOS PECADOS





El viejo Jorge Luís le arrebató el poema en una noche de borrachera y tristeza compartidas, y lo registró como propio, lo hizo famoso, lo universalizó. Pero la mente infeliz que engendró tanta desdicha, ese corazón, solitario y hueco de amor, se llama Héctor Horacio.

Ambicioso, perdido en la oscura telaraña de la perfidia, no pudo escapar a sus sino trágico y escribió una confesión arrebatada por el alcohol. De ignoto contador a jefe de la corporación. Amigo de truhanes y asesinos, copió todos los vicios y maldades.

Sagaz como Poncio Pilatos, ladino como Judas, flotó como las heces y se sobrepuso a todos los naufragios. Ciego de ira ante el sentimiento artero que afloraba sin control, la ternura, regaló el poema a otro ciego, quizás menos ciego que él, para seguir conservando la oscuridad y el anonimato, para no contradecir tanta infelicidad, y que el arte no ablandara su alma aterida. Tozudo, no quería cometer el peor de los pecados: sentir un poco de humanidad...





    He cometido el peor de los pecados
    que un hombre puede cometer. No he sido
    feliz. Que los glaciares del olvido
    me arrastren y me pierdan, despiadados.

    Mis padres me engendraron para el juego
    arriesgado y hermoso de la vida,
    para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
    Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

    no fue su joven voluntad. Mi mente
    se aplicó a las simétricas porfías
    del poder vil, que entreteje naderías.

    Me legaron valor. No fui valiente.
    No me abandona. Siempre está a mi lado
    La sombra de haber sido un desdichado.




Daniel
Mancuso



1 comentario:

  1. Ante esas vidas, me quedo con esta muerte:

    Desganas (Mario Benedetti)
    Si cuarenta mil niños sucumben diaramente
    en el purgatorio del hambre y de la sed
    si la tortura de los pobres cuerpos
    envilece una a una a las almas
    y si el poder se ufana de sus cuarentenas
    o si los pobres de solemnidad
    son cada vez menos solemnes y más pobres
    ya es bastante grave
    que un solo hombre
    o una sola mujer
    contemplen distraídos el horizonte neutro

    pero en cambio es atroz
    sencillamente atroz
    si es la humanidad la que se encoge de hombros.

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