martes, 1 de agosto de 2017

VENEZUELA RESISTE EL GOLPE GLOBAL





El bombardeo mediático incesante intenta confundirnos y persuadirnos de que en Venezuela no hay democracia. Ayer, mientras esperaba en la sala de un dentista, la tele sin sonido estaba puesta en TN, las imágenes y títulos hablaban de Venezuela violentada por una dictadura. Todo está armado para la mentira global en consonancia a las órdenes del imperio...







El gobierno y el pueblo de Venezuela son, en este duro tiempo de avance imperial en Nuestra América, la muralla que se levanta en medio de una guerra contrainsurgente de baja intensidad y de cuarta generación, de extrema violencia. Es precisamente de cuarta generación la más brutal guerra mediática que estamos viviendo en nuestra región, en el golpismo del Siglo XXI y en el diseño de la potencia imperial Estados Unidos, de llevar adelante su plan geoestratégico de recolonización de nuestra América. Se equivocan los que piensan que este es sólo un retorno conservador o neoliberal. Es un avance colonizador, porque la decisión de Estados Unidos es tomar el control total de su llamado “patio trasero”, a partir de la aparición de nuevas potencias que han cortado de un solo tajo el unilateralismo con que avanzaba sobre el mundo.

Paul Wolfowit, el gran consejero de los presidentes norteamericanos, había establecido ya en 1992, después de la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética, que era el momento de avanzar en una expansión global, sin límites y sin fronteras. Para eso sirvió el nunca aclarado “atentado” contra las Torres Gemelas y su extraña implosión en septiembre de 2001. Acto seguido, EE.UU. declaró la guerra infinita y anuló las soberanías nacionales en todo el mundo. En Yugoslavia ya habían probado cómo usando el arma de la desinformación, que consiste en convertir la mentira en un arma de guerra a nivel global, podían tener una impunidad absoluta. A eso, le sumaron la enorme capacidad de realizar falsos atentados, para avanzar en nombre de la lucha antiterrorista o antinarcotráfico donde quisieran.

Entonces se volcaron a Afganistán, Irak, Libia y Siria, pero en este último la resistencia heroica del gobierno de Bashar Al Asad, el pueblo y el ejército se transformaron en una pesadilla para EE.UU., Israel y los países europeos que convirtieron sus gobiernos en peones del gran proyecto de la gobernanza global. Siria pidió ayuda a la Federación Rusa y la aparición de Rusia y de China en escena cambió el eje de la noche a la mañana. Entonces, la mirada regresó hacia Nuestra América, que a pesar de estar invadida por las fundaciones de diversos nombres de la CIA y el Pentágono de EE.UU., había logrado mediante elecciones imponer una serie de gobiernos progresistas, que además rompieron el aislamiento de Cuba.

En el siglo XXI comenzó la guerra contrainsurgente que se visualizó con los golpes de Estados. Los fracasados: Venezuela 2002, Bolivia 2008, Ecuador 2010. Y los concretados: Haití 2004, Honduras 2009, Paraguay 2012. En los últimos tiempos, Estados Unidos avanzó sobre el triángulo de los tres países clave en la integración: Argentina, Brasil y Venezuela. Lograron, utilizando sectores de la Justicia que han “comprado”, controlando varios medios masivos de comunicación y mediante la corrupción, dar el golpe contra Dilma Rousseff en Brasil, en agosto de 2016. Unos meses antes, consiguieron lo que bien podría llamarse la infiltración electoral en Argentina. La injerencia brutal con la distribución de millones de dólares, por la que unificaron algunos partidos políticos en decadencia; el uso de jueces cooptados y también la alineación de los medios masivos locales, decantaron el triunfo de un gobierno en el que el presidente y sus ministros pertenecen a fundaciones norteamericanas. Es decir, un gobierno de Washington en un poder local.

Logrado esto, recrudecieron al máximo el golpismo contra Venezuela, que nunca dejó de intentarse desde 2002. Los gobiernos de Estados Unidos creyeron que con la muerte del comandante Hugo Chávez Frías, en marzo de 2013, darían fácilmente el zarpazo sobre Venezuela, que se ha transformado en una gran muralla de Nuestra América. Sin embargo, se encontraron con que el presidente Nicolás Maduro y los equipos formados por Chávez, más un pueblo concientizado y la existencia de algunos medios como Telesur y Venezolana de Televisión, lograron detener los más fuertes embates golpistas, con participación de paramilitares colombianos y tropas especiales de EE.UU. acantonadas en Colombia.

A principios de 2017, iniciaron un intento de Golpe con otras modalidades, pero que esencialmente se mantiene en los últimos meses por los falsos informes de la prensa en el exterior, que en un 95 por ciento controla Washington. La guerra económica y el desabastecimiento son brutales. Millones de dólares en alimentos, medicamentos y gasolina se escurren por la amplia frontera con Colombia. Sabotajes y asesinatos en diversos lugares del país, especialmente fronterizos. En lo que va de este año se han destruido y quemado unos 300 edificios por parte de los grupos de choque, supuestos pacíficos manifestantes que llevan cascos de un material especial, máscaras antigases y actúan con cierto orden militar, arrojando bombas incendiarias que brindan espectacularidad para la transmisión mediática. Su criminalidad quedó evidenciada en el asesinato de posibles “chavistas”, siete de los cuales fueron rociados con gasolina y quemados. La imagen de las víctimas corriendo desesperados, es mostrada, por supuesto, como si fueran crímenes de los organismos de policía y seguridad. Sin embargo, de las 109 víctimas, la mayoría era chavista y no participaba en estas acciones, y una minoría era opositora. Pero esto no es lo que se informa.

Mientras el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, es casi el comando político y diplomático del golpe, Maduro logró sostener el llamado al diálogo en forma permanente y por eso su convocatoria a una Asamblea Constituyente para profundizar los avances sociales, que la oposición rechazó, fue apoyada por gran parte de la población. Sin embargo, eso no lo muestran los periódicos extranjeros, como ocurre en Argentina. Lo que pasa en Venezuela esencialmente es una guerra mediática que, como se dice, “le da letra” a la derecha mundial, que especialmente cuenta con el apoyo del ilegítimo presidente de Brasil, Michel Temer; de Mauricio Macri, quien intenta imponerse ante Washington como el líder del sur sin lograrlo; y por supuesto de los mandatarios de México, Colombia, Honduras, Guatemala y Paraguay, cuyos pueblos están viviendo en el terror.

La Constituyente de hoy, donde se eligieron a 545 constituyentes, se instituyó en una acción en favor de la paz. La convocatoria de Maduro a la oposición podría haber dado lugar a una salida pacífica inmediata, pero a esto se opone Washington, a quien le “conviene” la violencia y las muertes. Necesitan apoderarse de Venezuela, donde existen las mayores reservas de petróleo del mundo y otros recursos. La cercanía con ese país es vital, más aún cuando es complicada la situación en Medio Oriente. Debería anotarse como un “triunfo” de nuestra América el hecho de que los “amigos”, “asociados” o “títeres” de EE.UU. no lograron expulsar a Venezuela del Mercosur. El futuro de América Latina se juega en Venezuela, un país que fue y sigue siendo solidario con los pueblos de América, de África, con los invadidos y ocupados, con los pobres del mundo y al que debemos agradecer su dignidad y heroísmo en estas circunstancias.


para La Garganta Poderosa






Fracasó la estrategia de la derecha

Pocas veces se celebraron elecciones en un contexto tan signado por la violencia como las de este domingo en Venezuela. Hay pocas experiencias similares en el Líbano, Siria e Irak. Tal vez en los Balcanes durante la desintegración de la ex Yugoslavia. Por eso que algo más de ocho millones de personas hayan desafiado a la derecha terrorista con sus sicarios, pirómanos, saqueadores y francotiradores demuestra el arraigo del chavismo en las clases populares y un valor a toda prueba. 

Y cuando el CNE dice 8.089.320 es así nomás, doblemente certificado por la cédula de votación y el control de las huellas dactilares de cada uno de los votantes. Ese material está allí, sujeto a verificación por parte de la oposición o de observadores independientes, contrariamente a lo ocurrido con la pantomima electoral de la MUD el 16 de Julio que en una hilarante innovación en el arte y la ciencia de la política procedió a quemar todos los registros una vez terminado el relampagueante recuento de los 7 millones y medio de votos que mienten haber recibido. El resultado de la elección a la Asamblea Nacional Constituyente fue tildado como fraudulento tanto por la derecha internacional, gubernamental o no, como por algunas sectas delirantes de la izquierda eternamente funcionales al imperialismo.

Seguramente ignoran que el ex presidente de EE.UU. James Carter aseguró que el sistema electoral de Venezuela era más confiable y transparente que el de Estados Unidos. Los críticos señalan que el grado de participación, 42% del padrón electoral, es muy bajo y mal puede avalar las pretensiones del oficialismo. La prensa canalla, cuya misión excluyente es mentir y manipular la conciencia pública, nada dice de las condiciones bajo las cuales la gente salió de sus casas a votar. Peor aún, en su absoluta descomposición moral al diario El País, nave insignia del terrorismo mediático, se le olvidó que el 21 de Febrero del 2005 tituló “Sí rotundo a la Constitución Europea con una participación del 42 % “de los españoles, en medio de un clima de total tranquilidad, sin guarimbas ni incendiarios. Pero doce años más tarde lo que en España permitía hablar de un “sí rotundo” se transmutaba en una crítica por la “violencia y la abstención en la Constituyente de Maduro”. Nada dijo ese “house organ” del capital que su tan admirada Michelle Bachelet obtuvo la presidencia en 2013 en elecciones que contaron con la participación del 41,9% de los empadronados, y que en las municipales de Chile del año pasado la participación fue del 34,9%. O que en Colombia Juan Manuel Santos fue elegido en un ballottage con 47% de concurrencia de votantes y que en el Referendo por la Paz, de comienzos del 2016 la participación fue de sólo el 38%, o que Bill Clinton fue reelecto en 1996 en comicios en los cuales tomó parte sólo el 49% de los votantes y su sucesor, George. W. Bush, en otros en los cuales participó el 50.3 %. ¡Y eso que lo que estaba en juego era nada menos que la presidencia de Estados Unidos!

En conclusión: excelente nivel de participación dadas las circunstancias y fracaso total de la estrategia de la derecha para sabotear la ANC. Esto seguramente redoblará el accionar de la fracción terrorista de la oposición cuyo desprecio por las reglas democráticas es incurable. Y eso que hay elecciones de gobernadores pautadas para diciembre de este año, y que en el mismo mes del año próximo tendrán lugar las presidenciales.










Daniel
Mancuso




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