sábado, 11 de enero de 2014

DIOS, SHARON Y EL RAYO










Siempre surge la misma pregunta: ¿por qué los genocidas son tan longevos?

Frente a la muerte inexplicable (o no tanto) de jóvenes inocentes bajo el rayo feroz que sacudió las carpas de una playa de Villa Gessel, indigna la tenacidad del carnicero israelita Ariel Sharon, uno de los responsables de la Masacre de Sabra y Chatila, que estuvo 8 años en coma antes de partir a no se sabe dónde, por cuyo mantenimiento hubo un gasto por atención médica (según una estimación del Parlamento israelí, de 2010) de 1,6 millones de shékels al año (¡335.000 euros anuales!). El Gobierno israelí le siguió pagando a su chófer oficial el complemento de conducir para el primer ministro hasta noviembre del año pasado.

Frente a la angustia de un padre destrozado: "No sé por qué Dios le hizo esto, no logro entenderlo", surge la respuesta urgente: quizás porque no existe, dios no existe.


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Dijo el Presidente de Israel, Shimon Peres:

"Arik fue un soldado valiente y un líder osado que amaba a su nación y era amado por ella. Fue uno de los más grandes protectores de Israel y uno de sus más importantes arquitectos, un líder que no sabía de temor"... "sabía cómo tomar decisiones difíciles e implementarlas"... Mi querido amigo, Ariel Sharon, ha perdido hoy su batalla final".


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Decía el sociólogo Heinz Dieterich, en 2003:

«Todas las medidas de la política de Sharon contra la población Palestina son violatorias del derecho internacional.

»El núcleo ideológico del sionismo que representa Sharon y que es compartido por amplios sectores del Partido Laborista israelí, se fundamenta en la noción del "pueblo elegido" y del Eretz Yisrael (Gran Israel) bíblico. Esos son equivalentes teológicos de los ideologemas de la "raza aria superior" y del Lebensraum de los nazis.

»De la misma manera, en que las potencias occidentales, excepto los daneses, no hicieron ningún esfuerzo serio para impedir el exterminio histórico de los judíos, la política sionista cuenta hoy día con el apoyo explícito de Washington, de la Unión Europea y de la prensa mundial. Sin ese apoyo, su criminal política en Palestina no sería posible...»


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Decía yo en 2008...

Me duele la sangre. La mía y la ajena. La mía hierbe en un caldo de impotencia indignada ante el río caudaloso que sube. El torrente rojo y frenético se acrecienta con cientos de afluentes de todos los rincones planetarios. Río que es mar, es océano, y no se sabe dónde termina. Es ahora y siempre. No lo detiene ni el tiempo ni el olvido. Río de hombres matando, de hombres muriendo. Río de ruinas y talento para la muerte de los que piden, los que reclaman, los que de todas maneras morirán y es mejor no hacerlos esperar.

Río de sangre ajena que fluye y que fluye y no para. Río que baña las playas del hombre, tan ancho como la historia, desde los dinosaurios hasta los viajes espaciales. Río que no quiere morir, solo matar, matar a los que sobran, los que molestan, los que se oponen al río.

Zig zag visitante de sitios sin fama, que toca y fulmina, y dibuja en el mapa un puntito de horror. Abramos la memoria en una hoja cualquiera: un día del siglo xix, pasó por África, y se llevó 10 millones de congoleños mientras el rey Leopoldo II y sus belgas tiraban cadáveres negros en el corinto que viene y se va. Antes, había arrasado América, bañando despojos en las selvas tropicales. Continuamente, llevó las naves guerreras a las costas de la conquista dondequiera que fuese, no importa el lugar. Navíos del norte lo llenaron de oprobio para saquear bondades extranjeras. Carabelas españolas, buques franceses, bergantines portugueses, galeones ingleses, fragatas norteamericanas, surcaron las aguas teñidas de aniquilación.

Cauce multicolor de dolores y pesares gastados de tanto sufrir. Llantos y lágrimas destiñen su flujo que respira pena vieja, que suspira nuevas torturas: rojo explosión, bermellón metralla, granate gangrena, carmesí NN, escarlata picana, colorado secuestro, púrpura basura, rubí mutilación, según el talento de los pintores genocidas. Belleza horrenda de las olas asesinas interminables, furiosas, mezquinas.

Frecuencias bajas de la luz abyecta que hunde la vida a la innoble desaparición del aliento asfixiado. Resplandor maligno de Inquisición, hambre de campaña del desierto, olor a guerra de la triple alianza, polvo radiactivo de Hiroshima y Nagasaki, gases de Auschwitz, balas de Sabra y Chatila, cuchillos de Ruanda, gritos desaparecidos del Proceso. Hoy es Río de la Franja de Gaza, Río de Bagdad, Río de Kabul, que desembocará en la próxima masacre.


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El peor enemigo de los palestinos



Daniel
Mancuso






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