martes, 14 de mayo de 2013

NADA BUENO







Salí a pasear con Luli, mi perrita, y me encontré con mi vecina de enfrente y su perra, en el parque. Hacía rato que no la veía, anduvo por San Francisco, Estados Unidos, en viaje de placer que duró casi un mes. ¿Qué tal? Por supuesto, salió el tema del dólar, y las novedades que encontró a su vuelta en el país tan discutido que supimos construir. Es un mercado reducido el del dólar blu, le dije. ¿Para qué? ¿no sabés cómo se puso? Salió todo su bronca hacia la Presidenta y que vamos camino a Venezuela. ¿No será mucho?, le dije. Ella conoce personas que viven en Venezuela, y algunas que "pudieron escapar de esa dictadura". Cundieron ejemplos de acá y de allá. Conoce gente que sabe que este gobierno es muy corrupto, y conoce gente que sabe cosas terribles, y me dio ejemplos varios de un presente decadente. ¿No estarás leyendo mucho Clarín?, pregunté. No, leo de todo, también La Nación y Página 12. Ah, menos mal, pensé.

Ella es de esas personas que te caen bien, buena gente. Pero sólo hay que evitar temas complejos. Reconozco que hice un gran esfuerzo por no reírme. Hace mucho que no me enojo ante estas conversaciones malogradas. Pero mi entusiamo me traicionó. La charla duró largos veinte minutos o más, y no hubo un solo punto de acuerdo. Todo va mal y estaremos peor, dijo. Yo quiero hacer con mi plata lo que quiero, y tuve que tarjetear a lo loco en el exterior porque me impiden usar dólares, evocó.

Tras un gran volantazo discursivo, logré un hasta mañana que nos liberó del crispado desencuentro. ¿Viste que dicen que los perros se parecen a sus dueños? Es así, mi perrita estaba impaciente. Creo que Luli estaba enojada, no paró de ladrarle a la perra de mi vecina para que se alejara, con cara de pocos amigos, como diciendo: estás en la vereda de enfrente, rajá, turrita, rajá...





P.D.:  Quizás suene cotidiano, pero dentro de algunas décadas este breve relato será una aguafuerte de este momento inolvidable, punto de inflexión de la historia del siglo XXI en que se dirime el combate tenaz entre las corporaciones y el Estado nacional. La batalla cultural lleva 200 años, pero se hizo evidente en los últimos tiempos, ante el avance de las acciones del proyecto nacional sobre los privilegios de los impunes de siempre. Mi vecina es el exponente de la tilinguería antiperonista que anida en ciertos sectores medios de la sociedad urbana, que disfruta las mieles de las políticas públicas pero defiende con garras su individualismo neoliberal. Cosas que pasan, cría cuervos...






Daniel
Mancuso





2 comentarios:

tio pepe dijo...

Tengo un par de esas "conversaciones", y lo peor es que son familiares; Y en ambos casos estos parientes se jubilaron hace poco ¡Sin haber aportado jamás, porque nunca trabajaron!.

Unknown dijo...

Hay que descensillar hasta que aclare. AGOSTO

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