sábado, 4 de junio de 2011

KIRCHNERISMO, DECISIONES Y PODER POPULAR





Muchos pibes y pibas usan a diario el conocido sitio "Wikipedia, la enciclopedia libre", para hacer sus tareas estudiantiles.

Veamos qué dice...

Kirchnerismo es el nombre con el que se conoce en Argentina a una corriente política partidaria de origen peronista, nacida en el año 2003, que reúne los principales postulados ideológicos plasmados en los gobiernos de los presidentes Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-actual).

Como contrapartida, ha surgido la expresión antikirchnerismo para denominar a los diversos sectores, políticos e individuos, tanto dentro como fuera del peronismo, que se oponen frontalmente a las políticas llevadas adelante por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández...


Lo que Wikipedia no explica es que el kirchnerismo no es un partido político sino la expresión actual del movimiento nacional en su gesta histórica que comenzó en 1810, y recorrió 201 añ0s de luchas populares hasta nuestros días, peleando en todos los eventos importantes o no, donde estaba en juego la soberanía nacional, la libertad y la justicia.

Desde las luchas por la Independencia del colonialismo español, pasamos por la injerencia británica en el Río de la Plata, el empréstito Baring Brothers, la Batalla de la Vuelta de Obligado, los unitarios y la macrocefalia porteña, los federales y el abandono de las provincias, la Guerra de la Triple Infamia, la instalación del país agroganadero de la civilización y barbarie, los golpes militares del siglo XX, la Década Infame, el Perónismo, la Revolución Fusiladora, la Resistencia, la dictadura cívico militar genocida, el , la democracia vacía...

Desde 2003, el kirchnerismo fue conformándose paulatinamente como la síntesis de todas las luchas por la justicia social y la definitiva liberación nacional de los poderes económicos y corporativos que tanto daño le han hecho a los argentinos.



1
La decisión kirchnerista


Si algo caracterizó al kirchnerismo desde el 2003 a la fecha ha sido una férrea voluntad orientada hacia la decisión política. Privilegiar la política desde la propia ejecución, sin que esto impida un hecho no habitual en la historia nacional, y es el florecimiento de debates sobre la cosa pública. Dichos debates se producían, no con una agenda previa a la acción política, sino como una consecuencia de las iniciativas que tuvo en su comando central a Néstor Kirchner primero y hoy a Cristina F. de Kirchner con el poder político en sus manos. Desde la profundización de los derechos humanos, la ley de medios o la modificación del matrimonio civil, la sociedad civil ha atravesado la polémica en libertad y con pluralismo como pocas veces se ha visto antes.

Alguien puede, desde la academia, efectuar la crítica a esta dinámica, a este estilo. Esto lo hacen, habitualmente, los grandes medios y algunos políticos opositores. Pero, la mayoría de esas críticas se hacen sobre el opacidad del deber ser mientras la realidad huye hacia otro lugar. Recuerdo a Goethe “Gris es toda teoría y verde el árbol de la vida”.

Estos enfoques adversativos al oficialismo construyen una democracia ideal, cuyo destino es estar sometida a los intereses corporativos en contra del interés general. Quienes no saben leer la historia como cambio, como ruptura de la dinámica lineal, o la democracia como conflicto quedan prisioneros de la fotografía diaria y el texto, y omiten el contexto; el estado de situación de la Argentina en el 2003.

El kirchnerismo no puede ser explicado sin considerar la explosión del 2001; un estallido que replicó y acrecentó la distancia social al extremo límite de un país invivible. Es tan objetivo señalar que nuestra democracia debe ser perfeccionada, como que hoy nuestro país es más democrático que hace ocho años atrás.

Y la eficacia política del kirchnerismo estuvo y está determinada por la correcta lectura que hicieron Néstor y Cristina de la triple crisis: económica, política y social. Dicha lectura dictaminó la perentoria necesidad de gobernabilidad, autoridad y rápida acción reparatoria.

Claro; que en lo aparente es más pura, más cristalina la retórica republicana frente al barro de la política cotidiana. Aparece en algunos periodistas, intelectuales y políticos críticos al proyecto, el afán de poner el pensamiento en el Olimpo de la racionalidad. Pero, ya conocemos que esa elevación queda flotando en un espacio gaseoso, mientras la democracia en el llano se ve acotada cuando está en manos de las élites.

Es Cristina F. de Kirchner la única autora de sus días; es la Presidenta la que se hace cargo de la doble función: jefa de Estado y conductora del kirchnerismo. En medio del atravesamiento trágico que se mantiene presente, tiene que desdoblarse día a día para sostener el mando de su responsabilidad y seguir conservando la iniciativa.

Su decisión sobre la fórmula porteña Filmus-Tomada tuvo los condimentos del impulso y la sorpresa. La habilidad de promover las tres precandidaturas para provocar el efecto “abanico” y atraer a diversos segmentos de la población activando la sumatoria de votos. Y, después, la sorpresa de su resolución; efectuando la mejor combinación posible, la más competitiva y presentándose en persona al acto de proclamación. Con este gesto desmentía la opinión de que al Gobierno Nacional no le interesa la situación porteña.

Claro que hay soledad en el poder, por supuesto que hay horas de angustia y de duda; mucho más en estas circunstancias, pero la Presidenta, así como Néstor, han conducido con alta exposición y riesgo (¡vaya riesgo!), devolviendo el reflejo de una vida de convicción, estimulando a la sociedad a seguirlos, a recuperar la fe de ser argentinos. Mientras desde la vereda de enfrente dominó hasta hace unas semanas la razón de la crisis emocional de la Presidenta, para congelarla en el lugar del no poder, Cristina rompe con esta lógica porque mientras sobrelleva su dolor, se reconstruye sobre la demanda de la causa. Hay una lógica hegemónica que repiten las grandes corporaciones todos los días; y hay una racionalidad alternativa que no reniega de su emocionalidad. Algún día dejaremos de tratar al kirchnerismo como oficialismo porque en realidad es la verdadera y profunda oposición a los dispositivos dominantes.

La Argentina en el 2003 necesitaba una democracia fuerte, una democracia activa, requería de un sistema político que enfrentara a quienes habían producido la crisis que dio origen a la etapa actual. La ciudadanía demandaba la contracara del gobierno de Menem y de la Alianza, y esa necesidad estuvo y está cubierta.

Ahora el Gobierno, frente a una muy probable continuidad, se encuentra ante otro momento de decisión: elegir los caminos para profundizar el modelo. Una vez más, va a primar la propensión ejecutiva y allí estará firme la Presidenta, que en soledad se hace multitud ante una muchedumbre que la quiere y la sigue. Una muchedumbre que se quiere y se sigue. Si no entendemos esto, es casi imposible comprender la democracia.


Ricardo Rouvier
sociólogo y consultor de opinión pública




2
El problema de concentrar poder y el otro de su licuación

La forma de pensar los problemas políticos por parte de la academia y la intelectualidad en la Argentina muchas veces adolece de falta de memoria.



Una parte importante de los análisis “acompañan” en su identificación de problemas estructurales al conflicto de corto plazo o a la contingencia del momento político. Caricaturizando los olvidos y visiones parciales del debate y el análisis político de las últimas dos décadas, artículos, papers y densos libros no hace mucho identificaban y explicaban el problema de la emergente desilusión con la democracia por la “incapacidad alfonsinista” de controlar a los militares sublevados y a las principales “espadas” de la oposición –sindicatos y gobernadores–, por lo que no se cumplió la promesa electoral de educar, sanar y reducir la pobreza en democracia.

Anteayer el problema era el “hiperpresidencialismo propio del autoritarismo neoliberal menemista”, que no cumplió la promesa electoral de un salariazo, mayor justicia social y soberanía política (y, ni siquiera, la de un dólar “recontra alto”).

Ayer el problema era la “incapacidad del gobierno de De la Rúa de contener no sólo a la oposición sino a su propia coalición oficialista para poder sostener la moneda, manejar con honestidad los recursos públicos y asegurar las mínimas condiciones de orden público e integración social, por lo que no se cumplieron las promesas electorales de un buen gobierno que, aunque poco divertido, iba a mantener la convertibilidad y priorizar las políticas sociales saneando éticamente el funcionamiento de los tres poderes.

Hoy el problema es presentado como el “hiperpresidencialismo kirchnerista que, sin siquiera consultar con su gabinete, niega la condición federal y el gobierno tripartito del régimen democrático”.

Más allá de alguna injusticia en esta caricaturización, algo hay de verdad en lo afirmado sobre cada etapa gubernamental. Por ejemplo, en el actual periodo presidencial, ¿se puede comprender y aportar al problema de concentración de poder presidencial sin relacionarlo con los obstáculos que le plantean a todo gobierno la distribución de poder propia del federalismo y la lucha social en la Argentina, los incentivos que dispara la lógica del sistema partidario-electoral o los graves problemas de la institucionalidad estatal y gubernamental para el diseño e implementación de política públicas que hicieron eclosión en el 2001-2002?

La República perdida. En la actualidad, varias voces expresan preocupación republicana planteando que el problema central que sufre el sistema político argentino es el del personalismo autoritario. Hoy su cristalización estaría en un “presidencialismo absoluto” que, inevitablemente, afectaría la condición democrática del régimen. Si bien un presidencialismo que avasalle a los otros poderes y niegue el federalismo constituiría un serio problema, éste no parece darse hoy ni corresponderse con la problemática estructural que enfrenta la Argentina. Al olvidar o no hacer referencias a la disolución de la capacidad de gobernar también sufrida por la Argentina antes del 2003, o a los aspectos desintegradores del extremo federalismo argentino o de poderes concentrados y sin rendición de cuentas a la sociedad, la alternativa “presidencialismo absoluto o democracia” es, al menos, incompleta y, seguro, riesgosa.

El problema de comprensión surge cuando el acento colocado en la concentración de poder presidencial no hace referencia a su contracara, esto es, a las condiciones de atomización de poder socio-federal y la multiplicación de actores con capacidad de vetar políticas públicas nacionales, que resultaron a fines de los 80 y, de nuevo, a principios del nuevo siglo, en la incapacidad de gobernar asegurando un mínimo orden público y evitando la desintegración política y social (en la que, como sabemos, los poderosos se vuelven más poderosos y los débiles más débiles). No se reconoce, en definitiva, que el riesgo de la democracia argentina no es sólo el “presidencialismo absoluto” sino también el “presidencialismo impotente”.

Hoy los partidos nacionales son confederaciones de maquinarias regionales en manos de liderazgos provinciales de difícil coordinación y/o gobierno. Esto en la literatura reciente ha sido identificado como la “regionalización” o “provincialización” de la política nacional. Y este sí constituye un fenómeno estructural. Las presidencias de Néstor y de Cristina pueden haber neutralizado parte de esta dinámica por medio de un férreo control de actores, pero el problema no ha desaparecido. La concentración del poder presidencial –como en otro momento la pérdida de capacidad de gobernar– es, en este sentido, más que una causa, un síntoma del problema de fondo: ¿cómo asegurar condiciones de gobernabilidad en un sistema político con la intensidad de tendencias centrífugas como el argentino?

Para que quede claro: no es que la concentración de poder presidencial no sea un problema o tenga poca relevancia. Claro que lo es y la tiene. La cuestión es que NO es verdad que el problema de la democracia argentina sean los presidentes “absolutos”, sino el péndulo que se ha bamboleado de la concentración del poder en el Ejecutivo a la incapacidad de gobernar y al caos… Del “absolutismo” (o lo que es más pertinente para describir el caso argentino, de la concentración de poder presidencial forzando reglas democrático-republicanas), a la “impotencia”.

Este olvido en argumentaciones que apuntan a identificar problemas estructurales prioritarios de la política argentina, no sólo niega la evidencia histórica. También confunde al identificar cursos de acción convenientes: no basta “desconcentrar” el poder presidencial para fortalecer la democracia. Dado que las alternativas al “presidencialismo concentrado” incluyen también al “presidencialismo impotente” y la consecuente debacle político-institucional del andamiaje democrático, cualquier disminución del poder presidencial, para que redunde en fortalecimiento democrático, no puede sino contemplar en el análisis y apuntar a corregir los aspectos político-institucionales que, dadas condiciones fiscales y políticas menos robustas, debilitan la capacidad de gobierno en el plano nacional, contando entre sus causas centrales a las propiedades de un federalismo extremo así como importantes bolsones de concentración de poder socio-económico autónomos del escrutinio democrático.


Carlos H. Acuña
Universidad de San Andrés/Conicet


3
Hoy tenemos un proyecto en construcción, con un Estado activo y una juventud presente que se prepara a desplazar a la ignominiosa dirigencia partidaria e institucional que produjo tantas frustaciones en los últimos años. Quedan todavía algunas rémoras del pasado: Los 2 Demonios y Los Fantasmas y la cicatriz impune de Felipe y Marcela, entre otras cosas irresueltas, pero en vía de extinción democrática. Lo demás, es pura esperanza, imaginación y posibilidad de realización.



4
Desde la Guía práctica para entender la nebulosa del kirchnerismo que en 2006 intentaba explicar el naciente fenómeno político social que nos alejaba del neoliberalismo de los 90 y tomaba fuerza de la mano de Néstor Kirchner, hasta nuestro presente venturoso con Cristina que se prepara para su reelección indubitable, han pasado muchas cosas, pero las más importantes han sido sin dudas: la recuperación de la política, la participación popular y el resurgimiento del patriotismo ─como valor fundamental─ para sentirnos parte de una sociedad democrática que nos incluye y merece que nos esforcemos por mejorarla, aunque algunos quieran VOLVER AL PASADO.





Daniel Mancuso

2 comentarios:

Ester Lina dijo...

EXCELENTE POST!!! LO COPIE Y LO GUARDÉ EN MI ARCHIVO! Te dejo esto que escribió León Rozitchner:

Con las nuevas madres y abuelas argentinas ha vuelto a ocupar la escena política esa primera mujer-madre corporal, gozosa y generosa, que todos –hombres y mujeres– hemos tenido para poder llegar a la existencia y ahora a la vida política de la que el terror de Estado nos había distanciado. Es nuestro propio fundamento más hondo el que ha reverdecido con ellas. Quizá la política necesite ahora el apoyo de todos nosotros desde más adentro y desde más abajo. Porque Cristina Fernández-Kirchner ha prolongado y asumido como mujer-madre, y con el hombre que fue su marido, un nuevo modelo social de pareja política. No es poco para recuperar el origen materno del imaginario colectivo que busca una sociabilidad distinta. De todos modos, habremos ahondado un lugar nuevo y más fuerte si, para defendernos, la defendemos: no nos queda otra. Y no he sido ni soy, por eso, “kirchnerista”.

daniel mancuso dijo...

Qué buen texto, gracias Ester Lina.
abrazo

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