jueves, 26 de mayo de 2011

LA PLAZA DEL 201







Fuimos a la Plaza de Mayo. Era el día de la patria y todos estaban allí, o casi.

Entramos por Diagonal Norte. Al costado la gente hacía la cola para el chocolate caliente del ejército. El humo de las hamburguesas y los choris en distintas parrillas caseras tapaba la Casa Rosada a lo lejos, y el Cabildo a lo cerca. Había globos de personajes de dibujitos animados y princesas. Un señor vendía unos tubos para hacer burbujas y burbujas y burbujas de jabón. Otro ofrecía unas gomas para hacer rulos con una peluca de muestra sobre un cráneo de tergopor; ninguna mujer quiso poner su cabeza para que el vendedor experimentara los mágicos bucles que el producto auspiciaba. En una mesita plegable los pastelitos del 25; las gaseosas caminaban por ahí, pidiendo permiso permiso, con el brazo en alto, como en la cancha. Vendedores de banderas, afiches, escarapelas, y mucho morfi: panchos, sándwiches y comidas típicas.

El humo rodeaba la Plaza que parecía una gran kermés de barrio. Había mucha piel oscura, manos ásperas, ropas comunes de trabajadores. Había mixtura, había de todo, porteños, provincianos y extranjeros, militantes y expectantes. Muchas familias, muchos nenes y nenas.

Seguramente la imagen (y la composición) general era bien distinta a las fiestas de Mauricio Macri con globos de colores, mezclas de perfumes caros en el aire y banalidad. En las fiestas del PRO la música y los globos son el contenido, no hay nada más. En esta fiesta popular, había profundidad. Alegría y emociones propagadas en las miles y miles de caras felices, en las propuestas que se efectivizaron, y en los sueños que se proyectan. Había pasado presente futuro en la Plaza. Amor, en todos sus gradientes.

El escenario era una excusa para juntarnos más amuchados, y ver la Casa Rosada que estaba linda como nunca, con sus pantallas de luces mágicas que multiplicaban soles, escarapelas o caras de Néstor, asomándose por las arcadas. Qué distinto se ve ese edificio que siempre fue ajeno, tan objeto de quejas y reclamos; qué cerca estábamos ayer, en el espacio y en los afectos.

Cuántas imágenes volvían: Galtieri, Alfonsín, diciembre 2001, el helicóptero...

Todos saltaron a su tiempo. Cada un disfrutó lo que quiso. Yo me quedo con Pipo Pescador, Las Pepas y el Sapo Pepe. Ahí vibraron los más chiquitos, nuestros sucesores, nuestra esperanza. Y muchos vibramos con ellos, cantamos estusiasmados, y en un rincón del corazón recordamos a los que no están y los homenajeamos con esta herencia de luz, que tomará la posta, que seguirá el camino.





Daniel Mancuso

4 comentarios:

Marcela Fumale dijo...

Te quiero Mancu!!! Y eso es todo, y no es poco, porque me salió del alma al leerte.

daniel mancuso dijo...

eu tambem la quero minina, besos

Ikal Samoa dijo...

Buen relato Compañero.
Un saludo,
Ikal

daniel mancuso dijo...

abrazo grande Ikal

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