martes, 17 de mayo de 2011

ANTE LA LEY





Hoy, frente al Palacio de Tribunales, una bandada de preguntas punzantes sobrevolaron las cabezas de quienes estábamos allí, frente a la enorme construcción de ladrillos, columnatas y pilastras, por fuera; expedientes, legajos y burócratas, por dentro; hasta que de pronto empezaron a pellizcarnos como langostas, como pirañas rabiosas, en todo el cuerpo, pero más en el alma, y una erupción de ronchas y pústulas indignadas arreciaron los sentimientos de los inermes manifestantes que mirábamos hacia el palacio de la injusticia...


1
¿Por qué todo un pueblo tiene que esperar 10 años para que 2 gotitas de sangre desentrañen la verdad oculta debajo de las alfombras de la impunidad?

¿Qué pasó que millones de ciudadanos no estuvieron allí esta noche?

¿Cómo es posible que una vieja de mierda se mofe de todos nosotros?

¿En qué piensan, qué sienten, los jueces que ocultan, son cómplices o miran para otro lado, sabiendo que pisotean la justicia?

¿En qué piensan, qué sienten, los simples mortales que ignoran, son cómplices o miran para otro
lado, sabiendo que pisotean la verdad?

¿Por qué sigue viva una mentira que todos sabemos que está muerta?

¿Por qué seguimos esperando?

¿Esperando qué?

¿Esperamos que uno, o tres, o 7 personas decidan por todos nosotros si es conveniente llevar a cabo las diligencias acordes al proceso que liberen los trámites judiciales pertinentes para resolver el entredicho suscitado entre las partes, luego de tomarse su tiempo para dirimir las razones de unos y otros, para evaluar los antecedentes y pruebas que son entorpecidos por las cautelares, las recusaciones, las chicanas y las apelaciones varias que permiten que la injusticia tenga más derechos para seguir siendo injusta mientras los querellantes envejecen esperando en vano la resolución clara y fácil de una verdad de perogrullo que se pierde en la negligencia de la cínica burocracia procesal?



2
Kafka sabía de qué hablaba...


    Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

    ─ Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

    La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

    ─ Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

    El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

    Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

    ─ Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

    Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

    ─ ¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

    ─ Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

    El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

    ─ Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
FRANZ KAFKA



3
Mi hija me pide un acertijo o un trabalenguas para llevar al jardín. Quizás pudiera hacerle un resumen de la causa de los hermanos FELIPE y MARCELA Noble Herrera y de todos los vericuetos que fue recorriendo la causa...

Desde el juez Marquevich que puso en cana a la Noble Ernestina porque mintió cuando dijo que encontró a los chicos adentro de una caja de zapatos, al lado de un árbol en la vereda de su mansión, y por caridad cristiana los crió porque prefiere las personas a los perritos o los gatitos... hasta los candados y mordazas del juez Conrado Bergesio que se tomó su tiempo para aplazar el amanecer... y luego los tiempos que corren que van de apelación en apelación, de cámara a cámara, y anton pirulero cada cual atiende su juego, y el que no, una prenda tendrá...

No, es un poco largo. Mejor algo más corto, a ver:


La causa está encarajinada
¿quién la desencarajinará?
el desencarajinador
que la desencarajine
buen desencarajinador será.


Daniel Mancuso

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